Freddy Ternero: Un tipo querido, sin quejas

Mi imagen cercana de Freddy Manuel Ternero Corrales (Lima, 26 de marzo de 1962 - 17 de setiembre de 2015) es distinta de la que tiene la mayoría. Conversé por primera vez con él una tarde de abril de 1998, en las afueras de los vestuarios del entonces estadio San Martín de Porres. Se jugaba la fecha 10 del Apertura y Melgar, su equipo, enfrentaba a Cristal. Mientras todo el plantel rimense hacía trabajos precompetitivos bastante modernos para la época en la que el suyo era el auténtico club millonario del medio, los titulares rojinegros apenas trotaban y los suplentes hacían sociales con la poca prensa que había llegado temprano. Mientras, Ternero era un solo de quejas: no había cosa en el manejo del club mistiano que no estuviera mal y su grupo afrontaba una catarata de problemas logísticos insufribles.
El partido acabó 7-1 a favor de Cristal, y ese resultado determinó el cese de Freddy y su reemplazo por Miguel Ángel Arrué. Me había dejado la impresión, debo confesarlo, de ser alguien con tendencia a la victimización, la cual ratifiqué cinco años después, en junio de 2003, cuando lo reencontré en la puerta del hotel Concorde, Vía Expresa con Ricardo Palma en Miraflores. Eran tiempos sin redes sociales en los que para obtener los datos estadísticos de un futbolista había que ir a las concentraciones a recabarlos persona por persona. Mientras los jugadores a los que Eli Schmerler y yo habíamos ido a buscar bajaban de sus habitaciones, Ternero se desahogaba con nosotros en un nuevo solo de quejas: había recibido un mes antes un Cienciano remendado y desmotivado, y con una institucionalidad precaria. Era su tercera etapa como técnico del club, y para él nunca antes había estado tan mal manejado ni dependiente de la voluntad de un solo dirigente.
Una semana después de esa conversación, Cienciano le ganó 3-0 a Atlético Universidad y logró terminar el Apertura 2003 en cuarto lugar. Eso le permitió acceder a un repechaje contra Cristal por la clasificación a la Copa Sudamericana, el cual ganó de modo agónico. La historia posterior es conocida y solo seis meses luego de mi conversación con él en el Concorde, Ternero me hizo llorar de alegría, como a millones de peruanos, después de que el remate raso de Carlos Lugo se colara en el arco de Franco Costanzo en la inolvidable noche de la UNSA. Un accidente, una casualidad feliz, pensé entonces, convencido de conocer una parte de la historia que nadie más sabía.
Solo años después, en el rodaje del día a día que implica dirigir un medio periodístico cuya misión principal pretende ser aportar a la mejora del fútbol peruano, logré comprender y valorar mejor la hazaña de Ternero y su gente en aquellos dos títulos contra River y Boca. Jamás me ha gustado subirme al carro de los halagos masivos: como el grueso de la gente que hace DeChalaca, me identifico con aquello que le gusta a menos gente, con lo menos comercial. Si ensalzar a Ternero alguna vez fue una moda, nunca me gustó hacerlo y sobre todo porque no cuadraba, para mí, el marketero "sí se puede" con esa imagen de pesimismo que yo había leído en mis dos conversaciones con él. Pero con el tiempo, fui entendiendo que hay cosas que no podían ser solo una casualidad feliz.
Por ejemplo, los dos técnicos más capaces -y posiblemente las dos personas más inteligentes- que pasaron por el fútbol de este país en las últimas dos décadas, Oblitas y Markarián, tuvieron a Ternero como asistente. Y no solo eso, sino que solo a él le hicieron sendos encargos que jamás vi que le confirieran a nadie más en sus carreras: fungir como técnico de reemplazo. Ocupó el lugar de Markarián en el banquillo de Universitario en el Apertura 1994, cuando hizo debutar a Cominges, Jair Vásquez, Meneses y compañía, mientras el uruguayo atendía la Libertadores con el plantel principal; y al 'Ciego' lo sustituyó en la Copa América 1997, cuando con poco -Miranda, Carazas, Erick Torres, Hidalgo, el propio Cominges, Waldir y más suplentes- logró meter a Perú a las semifinales. No se trata solo de las virtudes estratégicas que indudablemente le observaron para darle esos encargos; sobre todo, denota un nivel de confianza personal en el otro inusitado para un fútbol en el que hasta al aguatero más suplente le embuten, desde el primer día, la lógica tercermundista y anticompetitiva del "cuida tu puesto, cuida tu lugar".
Ternero, por eso, me termina pareciendo un simpático antisistema: un tipo al que, detrás de esas quejas, al parecer le gustaba remar contra la corriente para con muy poco lograr bastante. Todos le recuerdan los títulos continentales con Cienciano, pero posiblemente tanto o más difícil fue sacar al 'Papá' del ostracismo en el que estaba a finales de 1994, yéndose al descenso. Él no solo lo salvó de la baja -arriesgando para ese fin su primera experiencia como técnico principal-, sino que al año siguiente lo volvió protagonista del Descentralizado de la mano de sus hijos traídos de Odriozola: Cominges, Pereda, Vásquez, Meneses. Desde entonces y hasta la debacle de 2009, Cienciano fue por quince años protagonista ininterrumpido de los torneos locales, mérito que solo el tiempo permite agradecerle a quien propulsó el cambio.
Con la blanquirroja, por eso, vivió parte de esa lucha. En el Preolímpico de Tandil, junto a Oblitas en el sufrido proceso hacia Francia 1998 o en Bolivia con aquel equipo alterno. Y años después -empujado por el coro mediático de quienes primero inventaron a los 'Terneritos' en oposición a la selección mayor, luego se volvieron sus detractores y para 2005 constituían la carroña que tumbó a Autuori-, tomó un encargo que no le convenía. Quizá para entonces era ya más optimista; no lo sé, porque ya no pude conversar con él cuando tomó a ese Perú post gol fallado de Mendoza. Pienso que se equivocó al aceptar, y que probablemente fue entonces un poco esclavo del "sí se puede" cuando claramente no se podía. Por eso, cuando pienso que se fue con el sueño pendiente de dirigir algún día a su Universitario querido, me pregunto si no era el técnico con el carácter ideal para el duro presente crema de hoy, y si otra vez hubiera querido en nombre del reto arriesgar algo grande -antes prestigio, ahora una carrera política-.
Me habría gustado volver a conversar con él para preguntarle, sobre todo, las dudas que me quedaron en el párrafo anterior. No obstante, cuando el último domingo 20 el Monumental respetó como jamás he oído en el Perú un minuto de silencio, comprendí que lo que él había logrado estaba incluso por encima de una mala campaña con la selección. No fue sepulcral el mutis del estadio porque él hubiera sido dos veces campeón con la 'U' como jugador o por sus dos títulos en sí como técnico con Cienciano; lo fue porque los recuerdos más felices que toda esa gente tiene de un fútbol que la hace caminar cuadras de cuadras para llegar a ver el partido están asociados con el nombre Freddy y el apellido Ternero. Eso es inequívoco.
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Recortes: diarios Ojo, El Comercio y El Bocón

Fredy Ternero es excepcional por muchas razones, como las señaladas en la nota
La copa del inca 2016 debe ser en 4 grupos estos deben conformarse por sorteo con criterio asà como la champions con ,biombo 1 semifinalistas descentralizado 2015 cabezas de serie
,biombo 2 del 5to al 8vo,biombo3 del 9no al 12vo,biombo4 13vo al 16vo xejemplo según el acumulado 2015
Ese es el recuerdo que yo tengo de Ternero.
Lo que hizo después tiene mucho mérito que nadie deberÃa retacearle, a pesar de cosas que lo favorecieron. Con la huelga de futbolistas, Cienciano pudo concentrarse de lleno en la Sudamericana, sin tener que jugar los fines de semana. Además, los rivales se hacÃan los goles solitos... Tuvo mucho mérito pero si realmente hubiera sido un gran técnico, hubiera seguido su carrera de entrenador.