Juan Honores: El Chueco que fue más derecho
El fútbol no estuvo relacionado con Juan Honores Mostejo (Ascope, 4 de marzo de 1915) toda una vida. Cuando estudiaba en el Centro Escolar N° 243 de su tierra natal, su deporte favorito era otro: el básket. Sin embargo, su estilo era particular: le gustaba lucirse y estilizarse todo lo posible con el balón, como imitando -sin querer, pues aún no eran conocidos en esa época- a los famosos Globetrotters. Eso irritó progresivamente a su profesor, quien lo separó del equipo. Y por eso, acabó confinado a otro espacio en el que podría seguir agarrando la pelota pero, acabo, tendría mejores opciones de ser vistoso: el arco.
Para 1930, Ascope vivía una revolución futbolística pues apenas tres años antes se había inaugurado el estadio Mario Orézzoli, famoso por sus para la época modernas tribunas tipo inglés -que subsisten hasta la actualidad-. Allí comenzó a mostrarse el joven Honores, en la valla del Atlético Ascopano, equipo que el periodista Félix Álvarez refiere era conocido como 'El León Dormido', pues en los segundos tiempos sacaba todo de sí y daba vuelta a los partidos. Fulgencio 'Quindo' Silva y Julio 'Loco' Álvarez formaban la pareja de centrales que guarecía su valla.
Asiduo a los duelos en el coso ascopano era el empresario Javier Larco Herrera, quien en Chiclín, más cerca de Trujillo, había formado un equipo que comenzaba a causar sensación en sus visitas a Lima: el famoso Alfonso Ugarte, ya conocido popularmente como el equipo de los 'Diablos Rojos'. A él llevó al joven Honores, que comenzó a lucirse con sus plasticidades y un criterio importante: divertirse sin ofender al otro.
"Jugar al futbol para mí era una felicidad. Lo hacía con mucho amor y de modo muy espontáneo. Se me ocurrían detalles en mis intervenciones, pero sin ánimo de burlarme de nadie. Tenía como principio el respeto a mis adversarios, a quienes traté con mucha cordialidad”, reflexionaría años luego Honores en el repaso periodístico de su carrera. Y así fue como pegó el salto al fútbol grande.
El honor de ser merengue
En 1935, el Alfonso Ugarte de Chiclín llegó a Lima en una de sus giras habituales. Lo hizo con Honores en el arco y su estilo sofisticado causó de inmediato admiración entre los aficionados, que comenzaron a ver en su figura desgarbada y azambada a un arquero diferente. Sus piernas arqueadas, de inmediato, le granjearon el apodo que lo acompañaría toda la vida: 'Chueco'.
Las actuaciones de Honores no pasaron desapercibidas para alguien que tenía buen ojo y era sagaz en las decisiones dirigenciales, como Plácido Galindo. A la cabeza de la directiva de Universitario, el exmundialista vio en él y no dudó en alcanzarle una propuesta. Hubo escepticismo de ambos lados: de Honores, dejar Ascope en una época en que las distancias no eran como ahora para mudarse a una capital agreste que le era ajena. De tienda merengue, por darle el pórtico a un joven provinciano sin mayor experiencia, luego de que el 'Arquero Cantor' Juan Criado hubiera defendido el pórtico de la 'U' con suficiencia. Pero se tomó el riesgo conjunto.
Así, en 1936 Honores comenzó a alternar de manera regular en Universitario, luego de la marcha de Criado a Municipal. Y podría decirse que pese a que en dicha temporada no hubo campeonato oficial, aprovechó bien el pánico, pues los grandes arqueros del momento, partiendo por el 'Mago' Juan Valdivieso de Alianza Lima y siguiendo por Víctor Marchena, de Sport Boys, estaban en Europa en el largo viaje de la selección para disputar los Juegos Olímpicos de Berlín. Honores se fue adueñando de los aplausos del Nacional; y cuando volvieron los olímpicos, él ya reclamaba ser el número uno.
La 'U' quedó tercera en 1937 y 1938, pero Honores supo hacerse baluarte para llegar a 1939 con una defensa consolidada. Tuvo al mejor de los garantes allí: Arturo Fernández, quien vivía los últimos días de su carrera antes de convertirse en exitoso técnico. Hacía pareja con otro zaguero de gran momento, como Olmedo Quiñónez. Con ese terceto en el fondo, Universitario fue campeón de 1939, mientras el 'compadre' Alianza Lima jugaba la Liga de Lima en la cancha del Potao. Al año siguiente, cuando los íntimos volvieron a la máxima categoría, el 'Chueco' les dio la bienvenida: le atajó un penal a Gerardo Arce en el clásico del 12 de mayo de 1940, que no terminó de jugarse por falta de luz artificial.
La selección y el salto
En paralelo, Juan Honores había sido llamado por primera vez a la selección peruana. Fue para el Sudamericano de 1937 disputado en Buenos Aires en horario nocturno, en el 'Viejo Gasómetro' de San Lorenzo de Almagro. Allí concurrió en principio como tercer golero, detrás de Juan Valdivieso y de Marcos Huby, del Atlético Chalaco. El 'Mago' atajó en la derrota 3-2 ante Brasil, y Huby lo hizo en la caída 4-2 ante Uruguay. Al parecer, según se reporta en medios de la época, ninguno se acostumbró a las luminarias, por lo cual el DT Alberto 'Tito' Denegri optó por considerar a Honores en los siguientes cotejos, con mejores resultados: exigua caída 1-0 ante Argentina, 2-2 contra Chile y triunfo 1-0 sobre Paraguay, con Arturo Fernández y el 'Doctor' Alberto Soria como dueto central.
El buen desempeño del 'Chueco' en ese torneo sumado a su regularidad en el fútbol local hicieron que nuevamente fuera llamado a la selección para el Sudamericano de 1941, disputado en Santiago de Chile. En él Perú perdió ante el local, Argentina y Uruguay y solo derrotó a Ecuador (4-0), pero el desempeño de Honores hizo que acabado el torneo le llegara una suculenta e inesperada propuesta. Nada menos que Newell's Old Boys, que desde 1939 participaba en los torneos de AFA, se fijó en él y lo tentó para ir a Argentina. Como cinco años antes, no le temblaron las piernas chuecas y tomó el reto: viajó y pasó a formar parte de filas leprosas. Debutó en la Primera División gaucha el 30 de marzo de 1941, en la auspiciosa victoria 5-1 sobre San Lorenzo en el Parque Independencia; Rinaldo Martino le anotó el único descuento.
En esa primera temporada en Argentina, Honores atajó los 30 partidos de Newell's, que culminó en tercer lugar con 28 puntos. Al año siguiente, el cuadro rojinegro volvió a ser protagonista: quedó cuarto, y el 'Chueco' casi repitió su presencia perfecta: tapó 29 de los 30 cotejos, puesto que en la jornada inicial el árbitro Eugenio Braun lo expulsó en la derrota 4-1 ante Huracán, por agresión mutua con Herminio Masantonio. Luego, en 1943, Honores atajó 18 partidos más con Newell's, cifras que lo consagran como el golero extranjero con más presencias en la historia del club hasta la actualidad.
Además, en 1942 Honores defendió por última vez el arco de la selección peruana. Fue en el Sudamericano disputado en Montevideo, al que acudió como titular y en el que tuvo como suplente a José Soriano. El 'Chueco' tapó cinco de los seis partidos: solo dio chance a Soriano en la derrota 3-1 ante Argentina. Así, cerró números con la blanquirroja con 19 cotejos disputados y 24 goles encajados a lo largo de las tres Copas América en las que participó.
La despedida y el nuevo debut
El 11 de marzo de 1944 fue otro día importante en la carrera de Honores. Newell's Old Boys acordó un trueque con Platense, por el cual le cedió los derechos del golero peruano y de Manuel Dorado a cambio de una prima de 5,000 pesos para el guardameta y el pase de Miguel Ángel López. Así, el 'Chueco' llegó al arco calamar, el cual defendió solamente en 12 ocasiones en esa temporada, hasta que una lesión a los meniscos fue afectando su desempeño. Atajó por última vez ante Boca Juniors, y sus piernas dijeron basta: era hora de decir, temprana e inesperadamente, adiós al fútbol.
Sin embargo, no todas eran penas para Honores. Ya se había afincado en Argentina y conocido a Liliana, su esposa, con quien puso un negocio de abarrotes que comenzó a ser su sustento. Pero el cariño al fútbol pudo más y cuando lo convocaron de Banfield para atajar, aunque físicamente no se sentía en condiciones, aceptó hacerse cargo de entrenar al equipo en 1948, temporada que no tuvo un buen final pues una huelga de jugadores que afectó a todo el fútbol argentino dejó desmantelado al 'Taladro', que acabó ocupando el último lugar. En esas circunstancias, la familia decidió venir al Perú un tiempo para tener un hijo nacido acá, y apenas llegado Honores recibió una oferta del Centro Iqueño, que acababa de recuperar la categoría.
En el equipo de Monzón, Honores encontró de inmediato algunas trabas para su labor puesto que los dirigentes locales no entendían que las atribuciones del entrenador en el fútbol se habían transformado a ser el único responsable de la conformación del equipo. Creían algunos nuevos directivos de Iqueño que ellos debían seguir tomando parte de la decisión de determinar las alineaciones, y eso chocó con lo que Honores había aprendido en Argentina. Sin embargo, pudo hacerse respetar y luego, encontrarse con una circunstancia opuesta: el presidente Roque Corvetto le pidió formalmente que volviera a las canchas para custodiar el arco iqueñófilo. Lo meditó, las rodillas le dijeron que sí y aceptó.
Así, Honores pasó 1949 como arquero-jugador, compartiendo puesto con sus subordinados Hilbck y Miranda. Disputó pocos cotejos: reapareció ante la afición peruana el 13 de noviembre, ante Sporting Tabaco, nada menos que con Guillermo Delgado como zaguero central, en dupla junto a Elías Espinoza. Luego jugó ante Boys el 20 de noviembre, y el 11 de diciembre participó de un cotejo muy especial: aunque su valla fue goleada, tuvo el "gusto" de estar en el campo el día que su Universitario, con ese 4-0 sobre Iqueño, se consagró campeón luego de diez temporadas.
La dirección técnica y el legado
Tras retirarse definitivamente, Honores tardó una década en volver a los primeros planos como técnico. Fue en 1960, al frente de Sporting Cristal, y al año siguiente obtuvo su mayor logro como entrenador: guió al equipo al segundo título de la historia celeste, en 1961, luego de derrotar en partido definitorio a Alianza Lima. En La Florida estuvo hasta 1962.
Luego, Honores inició un periplo variado que en Primera División lo llevó por los banquillos de Deportivo Municipal, Defensor Lima y Atlético Grau antes de asumir la dirección técnica del equipo representativo de su departamento: Carlos A. Mannucci. Con este obtuvo el segundo título de su carrera como técnico: la Copa Perú 1968, con el consiguiente ascenso. Pero ese mismo año volvió a Grau, y luego pasó por Boys, Gálvez, Aurich, Torino, una nueva etapa en Cristal y Deportivo Junín; al frente de este último, se retiró en 1977.
A la vez, Honores tuvo el gusto de que ese hijo que había buscado naciera en el Perú acabara siguiendo sus pasos: Alfredo Honores hizo carrera como golero de Sport Boys y luego se convirtió en exitoso preparador de arqueros, como que ahora se lo vocea para volver a trabajar con Ricardo Gareca -con quien estuvo en Universitario- en la selección nacional. Mientras el retoño ocupaba el arco, el padre se dedicó al periodismo: el 'Chueco' Honores ingresó a la sección deportiva del diario Expreso, en la que su columna Las Cosas Derechas -en claro juego de palabras con su apodo- se hizo famosa.
Allí, con la pluma en vez de los guantes, se mantuvo en guardia Honores hasta su muerte el 9 de junio de 1990. Reconocido como el mejor arquero peruano que pasó por un Universitario en el que los únicos que pudieron hacerle sombra a su chueca estela, como Ballesteros, Zubczuck o Ibáñez, provinieron del Río de La Plata, aquel lugar donde él encontró un destino y, como siempre, un lugar en el arco.
Fotos y recortes: creativo55.blogspot.com; elrojinegro.com; revistas Equipo y Ovación; libros '¡Y Dale U!', Enrique Roel Miranda, y 'Enciclopedia de los Campeones', Lorenzo Villanueva Regalado
escrito por Giancarlo , December 20, 2015
escrito por lamberto , February 12, 2016
Gracias, a partir de ahora, por su cooperación.
Saludos.
escrito por Antonio Gaviño , May 05, 2016
escrito por miriam , August 01, 2016
escrito por Javier , December 05, 2016
escrito por Alfonso Seminario , May 31, 2020
Gracias.