A miles de kilómetros de Moscú, la distancia jugó a las escondidas y las realidades distintas se olvidaron por 120 minutos de ensueño, con los que cada uno disfrutó, y no particularmente a la inglesa. Red Devils y Blues regalaron una final que, sobre el papel, enfrentó a dos clubes ingleses, pero que, en términos de calidad de juego, no tuvo pasaporte alguno.

Deja vu de finales: Los que repitieron alegrías y llantos





