La efeméride del primer cumpleaños en ausencia de Muhammad Ali, el más grande boxeador de todos los tiempos, coincide con la de un día en que su alter ego futbolístico, 'O Rei' Pelé, no pudo dejar la cancha en Lima pues el público rival lo impidió. ¿Cómo revolucionaron el mundo quienes acaso sean los dos mayores deportistas de la historia?

 

    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

Hay cosas para las que se es elegido. El 17 de enero de 1962, Santos FC dio inicio a una gira por Lima que en una semana vio al que era el mejor equipo de América y acaso del mundo aplastar a los tres principales clubes peruanos en el estadio Nacional. Ese día, pasó por encima de Alianza Lima por 1-5; el 20 de enero, dio cuenta de Universitario por 2-5, y el 24 de enero derribó a Cristal con un nuevo 1-5.

La hinchada peruana, especial pero como cuando de celebrities se trata bastante de agachar cabeza, estuvo pendiente desde el primer día no tanto de los resultados sino del show que implicaba tener en el césped del coloso de José Díaz al mejor del mundo: Edson Arantes do Nascimento. El día del estreno ante Alianza, el estadio estuvo desbordado de público al punto que quienes pugnaban por ingresar en Occidente hicieron colapsar la puerta 4 del Nacional y los que se quedaron afuera acabaron rompiendo, de la furia, algunos vidrios de los antiguos cuadraditos que poseía la arquitectura del estadio. La obsesión era una sola: ver a Pelé.

Sin embargo, en el campo el show era de otros: Dorval, Coutinho dos veces y Tite -homónimo del actual DT de la selección brasileña- pusieron arriba a Santos al descanso por la categórica diferencia de cuatro goles. Al retornar de vestuarios, el técnico visitante Lula decidió que la paliza era suficiente para tomar algunas licencias y resolvió sacar a Pelé para dar paso a Pagao. Lo que nadie calculó es lo que tal idea desataría: las tribunas del Nacional, al percatarse de que el astro sería reemplazado, estallaron en una furibunda silbatina seguida de fogatas en Norte, Sur, Oriente y Occidente que generaron turbulencia y desorden. Jamás el público limeño había reaccionado así por algo que no fuera una derrota de la selección peruana.

Pelé obligado a volver al campo del Nacional de Lima por presión popular ante Alianza Lima en 1962. (Recorte: diario La Crónica)

En vista de la situación, el árbitro Carlos Rivero decidió tomar el toro por las astas y se acercó a hablar con Lula. De modo insólito, el réferi acabó convenciendo al DT santista de que la única forma viable para reanudar el juego y evitar una invasión del campo era que echara atrás su decisión y Pelé volviera al gramado. Tanto el técnico como el astro accedieron y Pagao acabó entrando, pero por Coutinho. 'O Rei' no convirtió -el quinto gol lo selló José Macía 'Pepe', futuro entrenador de la selección peruana-, pero el Nacional se quedó tranquilo y el público peruano hizo noticia en el mundo por ser el primero, en uno de esos récords dizque Guinness tan de estos lares, en forzar a un técnico a revocar un cambio.

La idolatría, esa cosa rara

Ese 17 de enero de 1962, mientras Lima estaba alborotada por la presencia del que a los 21 años de edad ya era el mejor futbolista de todos los tiempos, un joven natural de Louisville llamado Cassius Marcellus Clay celebraba su cumpleaños número veinte en pleno entrenamiento para un hito: se alistaba para su primera pelea en New York, pactada para el 10 de febrero en el Madison Square Garden contra Sonny Banks. Aquel no acabó siendo cualquier combate en su carrera profesional: Banks fue el primer boxeador que hizo caer a la lona a Clay, en el primer asalto, y en cierta forma se convirtió así en el caso paradigmático que guiaría la vida de 'The Greatest'  a luchar contra la adversidad. Clay se sobrepuso, pasó a dominar la pelea y ganó en el cuarto asalto por nocaut técnico.

Desde entonces, la carrera de Clay, que como amateur ya había tocado el cielo con una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma 1960, siguió un irrefrenable rumbo ascendente que llegó a la consagración el 25 de febrero de 1964, con su legendaria victoria sobre Sonny Liston que le confirió por primera vez el título de campeón mundial de los pesados. Y que al día siguiente estuvo sucedida del anuncio de que dejaría de usar su nombre de pila para convertirse, días después, en Muhammad Ali, en línea con su conversión al Islam y su rechazo al apellido Clay, que consideraba uno de trasfondo esclavista que él no había elegido. Una historia de decisión, muy distinta de la que pasó Edson Arantes do Nascimento para convertirse en Pelé, apodo que él de niño detestaba por haberle sido endilgado por su mala pronunciación del nombre de Bile, el arquero al que él admiraba en el equipo de su padre Vasco do Sao Lourenco.

El célebre beso de Ali a Pelé el día del adiós del fútbol de 'O Rei'. (Foto: standard.co.uk) 

Así nacieron Ali y Pelé, los dos deportistas más grandes de la contemporaneidad. Porque aunque los récords de Michael Jordan y Usain Bolt o las medallas o títulos de Michael Phelps o Michael Schumacher sugieran polémicas, hay un ámbito incomparable, sin parangones: el de la idolatría, ese fenómeno sociológico que el deporte, entre otras actividades humanas, desata para que casos como el de la reacción del público en el Nacional en ese Santos - Alianza de 1962 se conviertan en la ficción vuelta realidad.

Los sesenta, esos años turbulentos de Guerra Fría y rock protestón, hicieron su parte para convertir al rey del fútbol y al rey del boxeo en mitos. Pero con puntos en común y otros en disenso.

Socialmente hablando

¿Quién podría negar la importancia de Pelé y Ali en, por ejemplo, la reivindicación de la raza negra en una humanidad que en aquella época veía a Martin Luther King inmolarse en nombre de sus derechos? El modelo de éxito que cada cual encarnó en su disciplina fue un discurso potente y palpable de que la supuesta supremacía del ario que el nazismo había empleado como cartel de su propaganda no tenía correlato en el punto de comparación más práctico: el resultado deportivo. Allí, en la cancha, la negritud era más, gracias a sus reyes.

Aunque más mediático, a Pelé se le reclamó no ser frontal en su discurso en reivindicación de su raza, cosa que sí encarnó Ali. (Foto: theladbiblegroup.com) 

Es, por supuesto, evidente que la construcción de esos modelos de éxito ofrece caminos diferentes para ambos casos. Un excelente artículo publicado el año pasado por el abogado colombiano Rodrigo Uprimny en El Espectador evalúa desde una perspectiva comparativa cómo las respuestas de Ali y Pelé al racismo reinante en los sesenta fueron contundentes pero divergentes. Así, el boxeador fue un frontal antisistema que hasta tuvo que dejar de pelear por tres años al haberse negado a cumplir el servicio militar obligatorio en la Guerra de Vietnam -"nadie de allá me llamó nigger como sí mis vecinos en mi infancia", espetó-. El futbolista, en cambio, jamás dijo una palabra sobre los abusos de la dictadura de su país de los sesenta, en buena medida basados en los remanentes de la esclavitud arraigados en la sociedad brasileña.

Ese "neutralismo" le ha valido a Pelé hasta críticas de algún excompañero suyo: hace tres años, cuando Tinga fue víctima de ruidos racistas en el partido que Real Garcilaso le ganó a Cruzeiro en Huancayo por Copa Libertadores, Paulo Cezar Caju, también campeón mundial en México 1970, le disparó con todo a 'O Rei' en la prensa brasileña por jamás haber aprovechado su posición de liderazgo mundial para pelear por su raza como sí lo hicieron -en palabras del exfutbolista- Martin Luther King, Nelson Mandela o... Muhammad Ali.

Económicamente hablando

Respecto de lo anterior, es indudable que el racismo y la colonización siguieron patrones distintos en Brasil y Estados Unidos. En términos sociológicos, mientras en el país sudamericano la negritud históricamente ha sido una condición étnica de la que la sociedad "huye" a través de cualquier mestizaje, el norteamericano la mantiene en tanto tenga ancestros de esa raza. Esto, en consecuencia, invita a pensar si desde otra óptica, Pelé no fue también un revolucionario social.

Las industrias en nombre de las marcas Pelé y Ali son inmensas: en diciembre último se hizo una millonaria subasta en Los Angeles de objetos relacionados con ambos. (Foto: elsalvador.com) 

Y la respuesta es que sí. Mientras Ali, sin haber caído en la pobreza como otros boxeadores, sí debió arriesgar prestigio por dinero cuando volvió a pelear con cuarenta calendarios encima y se tuvo que devorar una humillación en el ring ante Larry Holmes, Pelé construyó una industria próspera basada en su nombre. Mientras Forbes incluyó en 2014 a 'O Rei' en una lista de los doce deportistas retirados mejor pagados en la actualidad, con 15 millones de dólares generados solo ese mismo año, se estima que a su muerte en 2016 Ali dejó una fortuna total de 50 millones de dólares. Por supuesto, estos son fríos números que no pueden cuantificar la grandeza humana, pero sí develan maneras de construir estabilidades alrededor de las trayectorias de éxito.

¿Qué es, entonces, más importante: pelear por derechos colectivos de manera activa o desde la trayectoria personal ser ejemplo para una raza históricamente oprimida de cómo un representante de ella puede sembrar fortuna y vigencia en el tiempo? Sin duda, responder esta interrogante sería parte de una discusión sin fin y que reflejaría maneras de ver el mundo y la humanidad misma. En concreto, sí, es posible reafirmar que tanto Ali como Pelé reivindicaron de maneras tan magníficas como disímiles a su etnia.

Lo más genial del caso...

...Es saber que lejos de esas discusiones sociales tan lejanas, sobre el verde o el ring no hay espacio para filosofar sino solo para, en casos como los de estos monstruos, ganar. Y para admirarse mutuamente. En 1977, el día de su adiós del fútbol activo, Ali fue el gran invitado de honor de Pelé a su partido de despedida entre Cosmos y Santos en la cancha de los Giants. Y el día cuando 'The Greatest' partió el año pasado, 'O Rei' sentenció en su Facebook que había perdido "a su amigo, a su ídolo, a su héroe".

Simplemente, dos genios. (Foto: La Prensa de Honduras) 

El fútbol y el box comparten una esencia que los vuelve únicos en el espectro de los deportes: fuera de las variantes simples del atletismo -pruebas de velocidad-, son los dos deportes más baratos de practicar. Por eso son universales. Por eso, sus grandes protagonistas son queridos en el mundo entero. Y por eso son leyendas.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com

Fotos y recortes: standard.co.uk; theladbible.com; elsalvador.com; diarios La Crónica y La Prensa de Honduras


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