En 1963, la histórica gesta boliviana para su único título sudamericano tuvo como capitán y líder a uno de los futbolistas más grandes que ha dado el Altiplano: Ramiro Blacut. Él marcó su único gol en la competencia a los 32' del mejor partido que esa selección ofreció: el triunfo 3-2 sobre Argentina.
Auspicio Hyosung Perú

 

LA PAZ, 28 DE MARZO DE 1963. El estadio Hernando Siles vibra con un partido clave. Es la última presentación de Bolivia allí en el Sudamericano, pues tres días luego debe cerrar la ronda en Cochabamba frente a Brasil. Al frente está Argentina, que tiene 6 puntos, uno menos que los locales, que a su vez quieren ganar para superar a Paraguay, que figura de líder momentáneo con 8 unidades. Para los verdes el derrotero es claro: si ganan los dos cotejos que les quedan serán campeones, y por eso pegan rápido vía Fortunato Castillo, aunque Mario Rodríguez iguala para Argentina antes de la media hora. La lucha es pareja y dura a 3,600 metros sobre el nivel del mar.

 

 

A los 32 minutos, sin embargo, alguien quiso demostrar quién era el dueño de casa. Y era quien tenía la llave y cerraba la puerta: el gra jefe de los locales. Su nombre: Ramiro Blacut. Su identikit: puntero derecho que conocía bien a los gauchos, porque desde inicios de aquel año lucía otra camiseta verde en Buenos Aires: la del Ferro Carril Oeste. En esta ocasión, sin embargo, él deja que el rol de puntero lo cumpla quien corre por izquierda, Fortunato Castillo, y más bien espera al medio. Se mete en el corazón del área entre dos rivales y cuando su compañero envía el pase a media altura, cabecea agachándose para batir a Edgardo Andrada y volver a poner a Bolivia adelante: 2-1.

En ese momento la alegría altiplánica fue pasajera pues nuevamente Rodríguez empató para Argentina, pero a poco del final Wilfredo Camacho le dio el triunfo a Bolivia justo cuando los verdes acababan de perder un penal. Ese 3-2 puso a los locales a tiro de campeonato, cosa que lograron cuando vencieron a Brasil. La histórica gesta premió a Blacut, quien alcanzó fama continental y tras destacar en Ferro pegó el salto nada menos que al Bayern Münich, en el que militó dos temporadas antes de volver a Sudamérica para pasearse por los dos grandes de su país, Bolívar y The Strongest, y por el FBC Melgar de Arequipa, en el que llegó a jugar en 1971. Con su selección, jugó 23 partidos entre 1963 y 1972, y anotó tres tantos; luego pudo dirigirla hasta en cinco etapas distintas, que incluyeron las Copas América de 1979, 1991 y 2004. Un histórico de todos los tiempos, aunque ninguno tan célebre como aquella campaña de 1963.


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