Edwin Oviedo, FPFEdwin Oviedo asume la presidencia de la Federación Peruana de Fútbol con un reto que trasciende los propios objetivos de este deporte: ocupará una posición que puede permitirle legitimar ejemplarmente la imagen del peruano emergente ante la sociedad.

La llegada de Edwin Oviedo Pichotito (Urcos, 1971) a la presidencia de la Federación Peruana de Fútbol es un símbolo inequívoco del auge del empresariado emergente no solo en el fútbol, sino en toda la sociedad peruana. Eso, en sí mismo, implica una serie de beneficios y riesgos colaterales para su gestión, que conviene repasar antes de que ella comience para que en cuatro años culmine como todo el fútbol peruano espera: enmarcada del éxito que su desempeño dirigencial ya ha conocido en los años que lleva alrededor del fútbol.

Los beneficios

LA PASIÓN. Cuentan testigos presenciales que el 14 de diciembre de 2011, cuando Juan Aurich estaba a punto de consagrarse campeón nacional por primera vez en la historia, Edwin Oviedo no vio la definición de penales. Abrumado por la emoción y al borde de las lágrimas, se refugió en el baño del Palco de Honor del estadio Nacional a esperar el desenlace de la tanda. Todos los que lo conocen y conviven con él día a día lo suscriben: se trata de una persona extremadamente apasionada por el fútbol, hincha de corazón. Eso, para quienes fustigamos que alrededor del fútbol haya tanta gente que no lo vive sino meramente vive de él, es tranquilizador y estimulante: saber que la persona que dirija la FPF será alguien que, amén de sus labores empresariales, entiende esto como algo más trascendente que los meros beneficios que germina.

LA CONVICCIÓN. Oviedo es un tipo ganador: intolerante al second best o a la no consecución de objetivos. Es alguien con un norte claro: que trabaja por objetivos y metas de plazos cortos y que, una vez que las va consiguiendo, establece nuevas. Es, pues, una persona, a su manera, planificada: que no da un paso adelante sin hoja de ruta, más allá de lo depurado que pueda ser el proceso de elaboración de ella. Dirán varios que con presupuesto las cosas son más fáciles: ¿pero cuántos en el Perú pueden presumir de haber sido campeones con un club del interior del país? Es un mérito insoslayable.

Edwin Oviedo dando la vuelta olímpica en 2011: ese día se resistió a ver los penales. (Foto: archivo DeChalaca.com)

LA ASPIRACIÓN. Provenir de un origen humilde y haber pegado el salto a la gran empresa es, para Edwin Oviedo, un aval importante para recibir un gran encargo. La capacidad de no amilanarse ante las dificultades es característica de este tipo de personalidad, así como el creer que hasta lo más difícil es posible. No se trata solo de estar al frente de una Federación cuyo representativo no asiste hace 32 años a mundiales, se trata sobre todo, como ya ha señalado DeChalaca, de lograr que un negocio que hoy es cualquier cosa menos algo creíble recupere algo de credibilidad para la sociedad, y de creer que eso no es una quimera.

LA DESCENTRALIZACIÓN. Oviedo en la FPF significa la primera experiencia de un dirigente de un club no tradicional al frente del ente rector del fútbol peruano. El concepto armado en los últimos 20 años por un grueso sector de prensa de "acá solo importan los tres grandes" afrontará, felizmente, un fuerte obstáculo a partir de una administración que por su propia naturaleza debe tender a consolidar la democratización de un fútbol que hace rato ya se inició en el plano económico desde las crisis de Universitario y Alianza. Es, pues, muy sano que en este aspecto, el institucional, la propuesta ganadora provenga del interior del país.

Los riesgos

LAS FORMAS. Es característico en el empresariado emergente en el país que importen mucho más los resultados que las formas. Pero hay contextos en los cuales la tolerancia colectiva a ese orden de prioridades no es tan grande como en el microclima de un emprendedor. Así, por ejemplo, algo como transfugar de una lista electoral a otra a 24 horas de una inscripción, que en nombre de la conveniencia bien entendida puede ser -y suele serlo de hecho- una práctica censurable pero dable en un negocio de supervivencia, acaba hablando muy mal de la ética personal en una liga mayor. Y lo propio ocurre con ese estilo patronal de despedir personal a voz en cuello y sin importar que medio mundo se entere, que en un escenario gamonalista puede ser socialmente tolerado pero no al frente de una selección nacional: hasta los críticos más acérrimos de Pablo Bengoechea han coincidido en que su despido en cámaras ha sido, por decir lo menos, desagradable. Edwin Oviedo tiene, pues, en el desarrollo de formas una tarea importante por acometer.

El entorno del que se sepa rodear Edwin Oviedo será clave en un contexto de un grupo armado a última hora para dirigir los destinos del fútbol peruano. (Foto: ANDINA)

LA POLARIZACIÓN. Si bien la descentralización dirigencial es un beneficio, es muy importante que eso no se confunda con -como se ha pretendido desde algunos sectores en estos comicios electorales- un divisionismo entre Lima y el resto de ciudades del país que, a estas alturas del siglo XXI, bien le vendría a nuestro país y a nuestro fútbol superar. Lamentablemente temas de reforma estructural como la que requiere la Copa Perú se confunden, por lo general, con teorías sobre un ánimo centralista u otros similares, y por eso -erradamente- se la opone casi religiosamente a torneos que no tendrían por qué ser un antónimo, como la Segunda División. Que el triunfo de una lista con extracción departamental no se confunda con un revanchismo de mal entendido de "las provincias contra Lima", sobre todo de parte de otros miembros del directorio, es clave para dejar de lado anacronismos y no caer en una gestión con objetivos personalistas sino en pro de un crecimiento integral del producto fútbol.

EL ENTORNO. Edwin Oviedo es alguien muy abierto al diálogo y eso es harto positivo, sobre todo para un cargo como la presidencia de la FPF que en los últimos años -innecesariamente- se autoconstruyó un halo de misterio e impenetrabilidad. Pero a la vez, abre incógnitas sobre cuántos de los advenedizos que rodean el fútbol -sí, esos que suelen calificar a los demás sin pruebas de asalariados o lustrabotas y que, en realidad, son los principales promotores de inmundas prácticas de sumisión a cambio de migajas estables- buscarán treparse al entorno del nuevo mandamás, máxime cuando el proyecto de este ha sido conformado a última hora. No han pasado ni 24 horas de la elección de Oviedo y ya se escuchan y leen especulaciones ambiciosas sobre los "puestos de trabajo y cargos de confianza que quedarán libres en la Videna". Demasiado angurriento que ojalá el presidente entrante sepa distinguir; tranquiliza, en ese sentido, que las personas que lo han rodeado en Juan Aurich tanto en el aspecto gerencial como en el comunicacional hayan demostrado eficiencia y capacidad, por lo que se espera que la administración Oviedo siga ese derrotero.

LAS ANIMADVERSIONES. Son ampliamente conocidos, para quienes están al tanto de los vericuetos del mundo empresarial peruano, los diversos conflictos que el Grupo Oviedo ha debido afrontar en los últimos años a partir de su gestión de las azucareras Pomalca y Tumán. Opiniones a favor o en contra al margen, lo concreto es que esas situaciones le han generado enemigos en el mundo de la empresa privada que, sin duda, no vacilarán en estos años en aprovechar la exposición del líder del grupo en un espacio de tanta censura pública como la FPF para canalizar trabas y críticas con el objeto de fastidiar. Abrir los ojos y observar de dónde y con qué intenciones procederán las críticas será clave para que la administración entrante sea evaluada con un crisol no distorsionado.

El reto

El reto de Edwin Oviedo va mucho más allá de solo replicar su éxito con Aurich: trasciende al fútbol mismo. (Foto: ANDINA) 

Edwin Oviedo, tiene, en suma, un reto mucho más importante entre manos que una mera clasificación a un mundial o la más trascendente mejora integral del fútbol peruano. Y es que acaso sin quererlo, se enfrenta al encargo indirecto de terminar de legitimar la imagen del emprendedor peruano ante la empresa formal y la sociedad en general, así como terminar de consolidar la del grupo empresarial que él encabeza. Es un desafío -solo- parecido, salvando distancias contextuales, al que, por ejemplo, afrontó en ese sentido Alejandro Toledo cuando se hizo de la presidencia del Perú en 2001. Que en cuatro años Oviedo consiga que se lo recuerde más por su obra que por situaciones personales dependerá, en consecuencia, de cuán bien sepa él lograr que hagan las cosas quienes lo acompañen en esta aventura. (EL DIRECTOR)

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com

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