La Sub-20 de Perú tuvo una infortunada presentación en Ibarra: fue superada por Bolivia y, por capacidad, tiene poco o nada que hacer en el presente Sudamericano. La caída 0-2 ante el rival por vencer deja a la blanquirrojita con muy pocas chances de avanzar al hexagonal.

 

    Kenny Romero | @kenny_romero
    Director Periodístico

En estos momentos la frase cliché salta más a la vista y se hace reiterativa. Que la argolla, que la misma historia de siempre, que los jugadores no tienen nivel y un largo etcétera que resume una nueva decepción por parte de un seleccionado juvenil. La premisa, antes del partido, parecía tener un mismo sentido. Que Perú era -por propio peso- favorito para vencer a Bolivia y tras superar dicho escollo debería empacar sus maletas a Quito para el hexagonal. La insana costumbre de emitir juicios de valor antes de que ocurran los hechos.

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Todo lo señalado provino de un razonamiento bastante anticipado y de poco rigor estadístico y futbolístico, en el que se subestimó, para variar, al rival antes de jugar. Más aun, si el espejismo había llegado a su máxima expresión en el duelo del debut ante Argentina. Con un gol que significó la ventaja -inmerecida- y que estuvo a un tris de sacar tres puntos caídos del cielo. Aquel 1-1 final, a la larga, al menos acercó a la blanquirrojita a una realidad que quedó en evidencia en el choque ante los del Altiplano, que llegaron a este Sudamericano con el antecedente de que su preparación tuvo un abrupto cortocircuito que encerró una designación sobre la marcha -¡hace un mes!- de Mauricio Soria.

Peor aun, aquel arribo de Soria a la Sub-20 tuvo una notoria fijación en el estado físico de su plantel. "Es una vergüenza", señaló poco antes de fin de año, a modo de aducir un déficit que claramente iba a pagar las consecuencias en pleno torneo juvenil. Pues bien, Perú le hizo la tarea fácil en su estreno al exmundialista boliviano ya que lució incluso más desgastado, lo cual termina siendo un efecto rebote aun más alarmante en el largo proceso de preparación de los dirigidos por Fernando Nogara. Si ante Argentina la blanquirrojita solo aguantó un tiempo, ante el once boliviano las complicaciones se notaron durante los 90 minutos.

Perú se mostró sin recursos desde el inicio del encuentro ante Bolivia. (Foto: prensa FPF) 

Si solo hubiera que enfocarse en el fútbol, lo que Nogara pretendió plasmar en el Olímpico de Ibarra fue un 4-2-3-1 en el que Miguel Ángel Castro y Fernando Pacheco debían dar alta movilidad al frente de ataque. En realidad, aquel sistema en ofensiva se tradujo en un 4-3-3 e incluso en un 4-2-4, dado que ambos jugadores trataron de trepar hasta la última línea y Adrián Ugarriza, quien partió como nexo, también cumplió roles de centrodelantero. Lo lamentable es que esa estrategia operó por muy poco tiempo; lo que luego saltó a la vista fue la falta de actitud y la notoria desconexión para pasar de la defensa al ataque.

Por esa razón Rely Fernández, promocionado por su gran temporada con Mannucci en la Segunda 2016, trascendió muy poco en el partido y fue el primer jugador por sacar del terreno de juego. Luego entró Luis Iberico, y su aporte tampoco solucionó los problemas de gol en Perú. De hecho, a esas alturas del partido, Bolivia ya se había adueñado del control de las acciones y, peor aun, quedaban más expuestas las grietas defensivas de una primera línea en la que los centrales Aldair Fuentes y Marcos López conformaron un manojo de nervios.

Con esa performance peruana a la deriva, a los hombres de Mauricio Soria les bastó ganar en moral para comenzar a liquidar la historia y cimientar el calvario de su rival. Primero fue Ronaldo Monteiro, quien con su gol desmoronó cualquier razonamiento táctico de Fernando Nogara -se derrumbaron las ideas y las ganas de jugar-. Y ya en las postrimerías, cerró la faena Bruno Miranda, para redondear un 0-2 que dejó a su selección con óptimas posibilidades de ilusionarse con el pase al Hexagonal.

El gol de Monteiro golpeó a los peruanos, que no reaccionaron. (Foto: prensa FBF) 

Todo lo contrario ocurrió con la blanquirrojita. Si hubo una pizca de ilusión con aquel triunfo parcial ante Argentina, el cual acabó en otra realidad a partir de un segundo tiempo en el que las piernas y la parte mental empezaron a flaquear, lo que se apreció ante Bolivia fue letal y contundente. Este plantel de Nogara dejó la sensación de no estar en capacidad de revertir su rostro monótono y de incertidumbre por encontrar alguna propuesta que dé resultados. Y aún faltan dos rivales más en un lapso de cuatro días. Venezuela y Uruguay. Ojo: el problema no es solo del grupo y probablemente tampoco del comando técnico: las taras tienen una concepción mucho más profunda que parte de la (mala) formación de los clubes a nivel de menores. Estas son las consecuencias del escaso apego a la preparación profesional de nuevos valores.

Los goles

Fotos: prensa FPF y prensa FBF


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