Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comSe cumplen 30 años de la Tragedia de Heysel, un episodio del que Sudamérica parece estar muy cerca.

Es un secreto a voces en el continente. La violencia de las barras bravas sobrepasa a los clubes y al fútbol. Dañan lo deportivo y lo institucional. Se convive con ellas y en esa relación por debajo de la mesa, el deporte roza con la tragedia o la envuelve. Como en el Boca - River en 'La Bombonera' de la presente Copa Libertadores dinamitado por barras bravas; también el Universitario – Alianza en 2011, clásico que se recuerda por la muerte de Walter Oyarce y no por el gol de Martín Morel sobre el final del partido. La violencia le puede ganar al fútbol.

Se devoró lo mejor

Desde 1974 hasta 1984, el fútbol inglés consiguió jugar 18 finales de Europa con 8 equipos distintos: Arsenal, West Ham, Liverpool, Leeds United, Aston Villa, Nottingham Forest, Ipswich Town y Tottenham. Además, marcó una cifra récord para una liga en Europa al llevarse seis Copas de Europa consecutivas entre 1977 y 1982. Estaba en la cima, junto al fútbol italiano campeón del mundo, que a nivel de clubes era representado por el poderoso Juventus de Gaetano Scirea, Michel Platini, Marco Tardelli, Paolo Rossi y Zbigniew Boniek, entre otros.

Phil Neal y Gaetano Scirea en el saludo protocolar. Lamentablemente, delincuentes en la tribuna malograron la final (Foto: Sky Sports)

Fue un día como hoy, el 29 de mayo de 2015, que el estadio de Heysel esperó la final perfecta a nivel de clubes para Europa. Italia versus Inglaterra; Juventus de Platiní y Rossi versus Liverpool  de Dalglish y Rush. Pero lo que pudo ser un partido para remarcar y recordar como uno de los duelos de ensueño treinta años después, fue la tragedia que más impactó al fútbol. Pocos, casi nadie, tienen algo que decir del partido; el fútbol no solo quedó de lado, sino que aprobó jugarse en un escenario que vio fallecer a 39 personas aplastadas y asfixiadas minutos antes del inicio del partido, producto de un enfrentamiento entre hooligans de Liverpool y Juventus.

La UEFA tomó medidas drásticas contra el fútbol inglés, principal exportador de esta ideología violenta de hinchas a toda Europa. El impacto fue negativo para el Viejo Continente; empezó a crecer una sensación de inseguridad entre los hinchas. Los clubes tuvieron que tomar medidas como eliminar zonas sin asientos, prohibir el alcohol o utilizar la tecnología. El fútbol europeo empezó a cambiar.

Cultura Hooligan

En Sudamérica tarde o temprano ocurrirá una tragedia de esa escala. Lo acontecido en el clásico -cada vez más desprestigiado- Boca - River de la Copa Libertadores, fue una muestra del poder de la violencia en las tribunas (pirotecnia, drones, etc.) que llega al hincha común, de a pie, que no llega enlatado en decenas de buses que, en ocasiones, los mismos clubes pagan. Entonces, ¿cuál es la influencia real de los castigos de la Conmebol ante estos casos? Por ahora ninguna, pues los clubes siguen ligados con las barras bravas; ellas, luego de ser parte de actos vandálicos o incitarlos como en 'La Bombonera', aún tienen accesos especiales a los estadios.
En La Bombonera, en el marco del Boca - Rivera por la Libertadores, se produjeron hechos bochornosos (Foto: EFE)

Inglaterra, pocas semanas antes de la Tragedia de Heysel, sufrió otra: la de Hillsborough, que dejó un saldo de 96 muertos y recién encontró a los responsables hace tres meses, 26 años después. Al país que inventó el fútbol le pasó por encima su creación. La ideología hooligan estaba instalada y tuvo que remover su cultura futbolística para crear una élite en el deporte que llamó Premier League.

En el caso de lo ocurrido en Argentina, la sanción mayor, fuera de la -muy cuestionada por exigua- aplicada por la Conmebol a Boca Juniors, se especuló iba a llegar desde la FIFA, con la eliminación del medio cupo para los países de la confederación a la Copa del Mundo. ¿Cuánto habría afectado de modo directo al fútbol argentino que Sudamérica se quede sin el medio cupo -cosa que finalmente no ocurrió-? Poco o nada. Los cierres de tribunas o las sanciones económicas quizá no impactan tanto como las expulsiones de campeonatos internacionales, un duro golpe deportivo y económico que tendría que darse para generar una conmoción que impulse una transformación como la que se vivió en Inglaterra.

Ideas para desinstalar

El hincha que va por el fútbol o su equipo, sin embargo, al igual que los delincuentes camuflados, entra a un lugar violento con los códigos, derechos y obligaciones que ellos imponen. Se enfrasca y adquiere la misma conducta de manera inevitable. Así como esos cientos de personas en Heysel, Bélgica, al llevarse todo objeto o cuerpo humano por delante, comprometidos con la (sin)razón perfecta que inventaron para sobrevivir dentro del fútbol: la pasión por su club.

Consecuencias de una tragedia (Foto: footballcitizens.com)

La pasión se ha distorsionado y al mismo tiempo se ha vuelto un negocio para todos. Los hinchajes nacen cada vez más del rechazo o el odio hacia un equipo rival, porque es la identidad que muchos clubes, con ayuda de barras bravas, han construido. La cultura del equipo A pasó a ser odiar al equipo B y ser todo lo contrariod e lo que este equipo es. Es la cultura del hooliganismo que provocó la muerte de 39 personas en Heysel. Defender a un equipo significa ensuciarlo. A ellos no les importó que su equipo gane o pierda la final de la Copa de Europa, como a las barras bravas de Boca eliminar a River de la Copa Libertadores; lo que en verdad importa es demostrar su poder como masa a costa de todo. Si en el camino tienen que destruir el fútbol, lo harán.

Mientras tanto, no podemos seguir sentados en primera fila, con los brazos cruzados e indignados porque no podemos darles la razón; levantemos aunque sea la voz en la tribuna y no acompañemos a estos violentos. En caso contrario, preparémonos para ver el fin del fútbol que alguna vez jugamos… Para una satisfacción artesanal que tanto puede ser personal, como de un conjunto de compañeros con los que nos vamos haciendo camaradas. Aunque terminemos haciendo del fútbol una máquina calculadora de pesos; un trabajo y sacrificio, como ahora mucho se menciona para justificar que no se juegue al fútbol; una actividad financiera; aunque lleguemos alguna vez a eso, es una sola la razón por la que jugaremos al fútbol cuando niños; por la que seguiremos jugando cuando adolescentes; por la que jugaremos como adultos: aquella satisfacción artesanal. Puesto que si ella no fuera la causa por la que jugamos, jamás nos elegirían para posteriormente “trabajar y sacrificarnos”. (Dante Panzeri, ¿Para qué se juega al fútbol? Revista Análisis, 15 de octubre de 1971).

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Fotos: EFE, Sky Sports, footballcitizens.com


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