Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comSenegal aportó el espectáculo eficiente que necesitaba la Copa del Mundo para cerrar su primera jornada. Con una receta africana en velocidad pero tácticamente europeizada, los 'Leones de Teranga' vencieron 1-2 a la favorita Polonia y dio un nuevo golpe mundialista.
    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

Enviado especial a Moscú

Faltan 3 minutos y quizá algo más, y son varios de ellos los que no quieren mirar. Todos vestidos con impecables polos azules con la inscripción "Senegal Press"; algunos más jóvenes que otros, pero con certeza la mayoría treintañera, gente cuyo mejor recuerdo adolescente debe tener ubigeo en Seúl, una noche de hace ya dieciséis años. Aquella del desborde de El Hadji Diouf, del rebote concedido por Barthez, de la camiseta al viento de Papa Bouba Diop y de la danza tribal en torno de esa misma casaquilla '19', vuelta tótem sobre el suelo surcoreano.

Allí están, convertidos en hombres de fútbol vía el periodismo. Pero emocionados por ver a su selección de vuelta. A sus 'Leones de Teranga' a los que en esos minutos finales, en los que el arsenal polaco se lanza voraz sobre el arco del acrobático Khadim N'Diaye, no quieren mirar de frente porque la tensión los conduce al colapso. Bailan, saltan en las gradas, se agachan y se tapan los ojos.

El resto del mundo, entretanto, admira el regreso a los mundiales de Senegal, ese equipo que alegra la vista pero que en esta versión revisitada cuatro mundiales luego de su salto a la palestra ofrece señales de madurez. Para empezar, un pedigrí diversificado: si en 2002 el plantel contaba con veintiuno de veintitrés jugadores militantes en equipos franceses, en esta ocasión, de los once titulares que saltaron a enfrentar a Polonia, nueve estaban distribuidos entre clubes de las cinco ligas europeas top.

Jakub Blaszczykowsky no pudo superar la marca de Kalidou Koulibaly. (Foto: FIFA) 

Ese tronco es el que ha permitido que el espectáculo senegalés sobre el césped del Otkrytie Arena, nombre formal del estadio del Spartak de Moscú, haya sido no solo vistoso sino especialmente eficaz. Un fútbol africano moderno, basado como siempre en la velocidad y el desequilibrio que causa la jugada disruptora; pero también prudente, cero alocado para los relevos y las idas al frente y más bien diseñado en materia táctica para explotar el talento como segundo escalón precedido de la estabilidad del resto de las líneas.

Lo último se traduce en la ubicación de Sadio Mané, astro indiscutido de este equipo dirigido por Aliou Cissé, héroe y capitán de la legendaria generación de 2002 que ahora sigue al mando de la manada pero desde el banco. El hombre del Liverpool se paró muy al extremo izquierdo del campo, de modo de no centralizar los pases -que sin duda lo buscarían- y conseguir un doble propósito. Primero, que el resto del equipo trabajara un libreto que le permitiera aparecer vía su libre instinto, pero sin trastocar lo que ofrecieran los demás. Y segundo y lo más importante, para explotar ese carril derecho polaco formado por dos hombres muy competentes como Lukasz Piszczek y Jakub Blaszczykowski, pero que a la vez tienden a descarrilarse cuando van al ataque y dejan espacios muy aprovechables.

De hecho, la Polonia de Adam Nawalka también empleó un 4-trapecio-2, como Senegal. Pero la diferencia radicó en que ese equilibrio descrito en los de Cissé no tuvo correlato en filas bialo-czerwoni. Fuera de lo explicado sobre su carril derecho, en el centro la función de Piotr Zielinski no quedó del todo clara: fue retrocedido algunos metros para permitir que Arkadiusz Milik iniciara acciones como titular, pero ambos acabaron operando muy lejos de como lo hacen con la camiseta del Nápoli italiano. El volante apenas se convirtió en un empleado aduanero que pasó balones sin protagonizar incursiones por él mismo, y el ariete no fue el comparsa con que Robert Lewandowski contó otras veces: apenas un disparo escueto al gol a boca de jarro a poco de ser cambiado por Dawid Kownacki, quien al menos aportó un cabezazo inquietante.

Senegal es una fiesta. El triunfo les permite pensar en la clasificación a octavos. (Foto: FIFA) 

Por eso, lo de Senegal acabó siendo más metódico y se decantó hacia el gol por hilo mismo del partido. Claro que siempre tiene que existir una cuota de azar o evento fortuito, como el rebote que el disparo -hacia el arco- de Idrissa Gueye hizo en el tacón de Thiago Cionek para descolocar a Wojciech Szczesny y abrir la cuenta. O el infortunio de Gregorz Krychowiak para -al mejor estilo de Luis Carlos Perea con René Higuita en 1990 ante Camerún- vender a su arquero y dejarle al delantero rival la mesa servida para bailar con su tribuna. Como Roger Milla en aquella tarde de Nápoles, el veloz verdugo vistió de verde, y respondió al nombre de Mbaye Niang.

Sin embargo, Niang no celebró con el banderín del córner. Se fue hacia la zona en que unos 40 senegaleses, sin pausa ni tregua, venían bailando con cadencia rítmica imperturbable durante toda la tarde moscovita. Allí mismo donde al final el plantel dirigido por Cissé, en pleno, se acercó a corresponder la danza, tras haber pasado aquellos instantes finales de sufrimiento, sobre todo después de que el cabezazo bien colocado por Krychowiak, tras ganarle el salto al inmenso Ismaila Sarr, hubiera sellado un descuento más ajustado al aunque desordenado, impetuoso esfuerzo polaco.

Narrarán las crónicas mundialistas que en el mismo día en que el fútbol asiático dio un gran golpe mundialista, el de África también lo hizo, y en un solo grupo. Pasa que la globalización ayuda a que los seleccionados que otrora ofrecían mucho entusiasmo y poca prudencia pulan sus virtudes naturales con conceptos importados del primer mundo futbolístico. Como este Senegal que acabó haciendo brillar a Mané colocándole detrás dos ingresantes de robusta contextura como Cheikh N'Doye y Moussa Konate con el objeto central de que ellos chocaran con la salida polaca y el '10' siguiera libre, alegre. Como ese Simba en camino de convertirse en rey al que los demás leones le cantan el hakuna matata para que viva y sea feliz con el balón en los pies, a costa de lanzarles a los herederos de Henryk Sienkiewicz un Quo Vadis sin respuesta.

After Party

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El Resumen

  

Los Goles

Fotos: FIFA


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La ficha del Polonia 1 - Senegal 2

 

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