After Party: Por qué siempre perdemos en Venezuela

ÉRASE UNA VEZ. Un país que, agobiado por la estanflación económica y por los torneos Regionales inventados por Ricardo Miranda Tarrillo había caído en el pozo futbolístico más profundo de su historia. A inicios de los años noventa, solo había un rival al que podía ganársele siempre: un equipito de camiseta granate que era la Cenicienta de Sudamérica y a la que en aquel 1991 de la reducción de equipos y con Eugenio 'Chispeao' La Rosa de piloto de ataque, lo goleamos 5-1. Porque así fueras pésimo, siempre ibas a ganarle a Venezuela.
EN 1992. Se nombró como DT de la selección a Vladimir Popovic, quien venía de ser campeón de la Copa Intercontinental con el Estrella Roja. Desde el inicio, la Comisión a cargo fue muy clara: el plan no era clasificar al Mundial, sino diseñar un trabajo a largo plazo para lo cual se nombró como asistente a un técnico joven con proyección: Juan Carlos Oblitas, quien se esperaba mamara lo mejor de Popovic para encabezar el proceso a futuro. Total, los rivales eran la Argentina de Batistuta, la Colombia de Valderrama y el Paraguay de Cabañas, por lo que visiblemente las opciones eran mínimas.
Pero para entonces, Oblitas ya tenía enemigos. En 1991, cuando fue el primer DT en el Perú en jugar con tres defensas al fondo, fue duramente fustigado por tal "exceso defensivo" -inaceptable para país del toquecito, el amague deslumbrante y los goles de Cubillas-. Jugando así sacó campeón a Cristal, y en un entrenamiento, cuentan, le mandó -porque el 'Ciego' como buen mollendino, nunca tuvo pelos en la lengua- un teledirigido a alguien: que aprenda a limpiarse antes de decirle cómo parar a su equipo. Dicen que ese alguien jamás le perdonó eso, y allí comenzó la guerra moderna prensa hepática versus selección. Que le pasó factura al equipo de Popovic cuando, después de haber sacado dos empates y un triunfo sobre Chile en Copa América, pasó de ser el equipo del futuro a uno vapuleado después de un 4-2 ante México. En las Eliminatorias se perdió casi todo y Popovic fue investigado por Willy Serrato, un congresista de la época que hoy pulula en la Copa Perú con un equipo que lleva su propio nombre. Nicolás Delfino, hombre honesto pero pusilánime, no sostuvo el proceso y le dio la selección a Company, el DT engreído de la oposición mediática.
EN 1996. Tras la horrorosa Copa América de Rivera de Company, desde la cual Jorge Soto sigue persiguiendo a Roberto Carlos hasta hoy, Delfino resolvió enmendar su error y devolverle la selección a Oblitas. Quizá el presidente de la FPF quiso seguir una jugada política y demostrar de cara a las Eliminatorias que sus enemigos estaban equivocados, pero el costo fue altísimo: se perdieron dos años de trabajo. Encima, a Oblitas sus detractores lo esperaban con cuchillos y dientes: desde el saque lo pifiaron y le dijeron tía y argollero. Tras una derrota en Montevideo, encima, tres jugadores fueron fotografiados tomando licor con voleibolistas. El DT los excluyó, pero luego los reincorporó tras comprobar que se había tratado de un ardid tejido por sus enemigos mediáticos para generar esa portada y armar escándalo.
Contra todo, la selección ganó cuatro partidos seguidos -el menos importante de ellos una goleada a Venezuela de visita, pues allí se ganaba siempre- y volvió a ser el equipo de todos que estaba a puertas de devolvernos el Mundial. Hasta que pasó lo de Santiago y Balerio pasó a ser uruguayo y ya no peruano, Reynoso se volvió un tipo lento y arrugador y Oblitas, por supuesto, el peor de los argolleros. Pero la FPF hizo lo correcto y mantuvo el proceso, sentándose en la concha de caracol marino que alguien puso en pantallas. Y lo hizo hasta que ese bote maldito del esférico disparado por Torrado nos dejó fuera de la semifinal de Copa América a un minuto de estar en ella. Vinieron las portadas del DT mordiendo un calzoncillo y vestido, junto a los dirigentes, con traje a rayas, cual terrorista. Tras eso, Delfino tuvo tanto miedo que no solo volvió a ser pusilánime, sino que cometió el mismo error: puso de DT al favorito de sus adversarios.
EN 2000. Maturana asumió entre bombos y platillos, como los que le reventaban desde que lo ponían a comentar los partidos de la selección de Oblitas para que se la dejara de taquito. Con delanteros en racha como los que no había en las épocas de Maestri y Carty (Pizarro, Mendoza, Zúñiga, Holsen, Lobatón), todo pintaba de perlas. Pero comenzó a ensombrecerse cuando Lánder Alemán, paladín del empeñoso dirigente provinciano, riñó con el plantel por los premios y partió el grupo al forzar la salida de Reynoso, para beneplácito de quienes lo odiaban "por lento". Y se derrumbó del todo cuando fue perceptible que Maturana pasaba más tiempo en el hipódromo que entrenando, y cuando convocó a los Flores: el 'Kukín' que se cortó la pierna subiendo la escalera de su casa y el 'Chiquito' que salió de la Videna a las 5 am a comprarle arroz a su mamá. En ese momento, se comprobó que estábamos ante un proceso chicha; y que lo que se había avanzado seriamente en cuatro años, se había desandado en diez meses.
Maturana se fue tras una derrota ante Argentina, una tarde en el que en el antiguo Palco de Prensa del Nacional, ese de las carpetitas azules de Occidente Baja, un periodista de diario colorido que lo había promovido durante los años previos pedía a voz en coro su renuncia. Asumió Uribe, quien convocó como arquero a 'Panchi' Pizarro, que no tenía equipo; como volante a Alfredo Carmona, quien también estaba sin club; y como '10' a su hijo Julio Edson, quien a veces alternaba en el Deportivo Maldonado de Uruguay. Además, a este último le dio la camiseta 10 que alguna vez había sido de Cubillas (porque en España 1982 Uribe usó la '20'). Pero a Uribe esa prensa instigadora jamás le dijo ni argollero ni amiguero; simplemente fue el heredero de un fracaso, coronada con una goleada histórica de visita en Venezuela, ante un equipo cuya camiseta granate comenzaba a ser internacionalmente conocida como la 'Vinotinto'.
EN 2003. Soplaban nuevos vientos con la salida de Delfino y la llegada de Manuel Burga a la FPF. Con el mismo discurso reformista con que en 1991 había encabezado la reducción de clubes de 41 a 16, Burga expidió una resolución, la 002, en la que imponía estándares de competencia necesarios para profesionalizar el medio, como que los clubes de Primera tuvieran un estadio para al menos 5 mil espectadores y divisiones menores. Han pasado más de diez años y seguimos esperando que se ejecute. Además, la selección se la confió a la mejor opción disponible en el medio: Paulo Autuori, quien comenzó con el pie derecho las Eliminatorias.
Sin embargo, Autuori tenía un defecto: no aguantaba pulgas y era intolerante a la típica pregunta tonta de conferencia de prensa. Ese pecado mortal lo hizo reñir con el sector del periodismo de siempre y eso acabó en una pelea también con el plantel, coronada con Rebosio sacándole el dedo del medio a las cámaras en la puerta de la Videna. Nos fue mal en nuestra propia Copa América y, después del gol fallado por Mendoza ante Ecuador, un congresista tan figureti como Serrato pero bastante más tarado citó al DT al Congreso. Autuori se dio cuenta de que estaba en un lugar bastante bananero, tomó un avión, se marchó a su país y ganó la Copa Libertadores.
En paralelo, sin saber cómo el Cienciano de Freddy Ternero, quien solo dos semanas antes de la Sudamericana se quejaba con los pocos periodistas que cubrían la concentración del 'Papá' sobre la precariedad logística del club y el trato de Juvenal Silva, le daba al fútbol peruano sus dos primeros títulos internacionales. El clamor popular era unánime: quién mejor que Ternero para cargar el muerto. Se lo quemó tanto como DT que acabó como alcalde, habiendo de por medio pasado por una nueva convocatoria de 'Chiquito' Flores para que se comiera cinco goles en Barranquilla. Perú consumó una nueva eliminación y, por cierto, una nueva goleada en contra en Venezuela, que ya llevaba dos Eliminatorias sosteniendo el proceso de Richard Páez.
EN 2007. Acosado por los intentos de intervención política y de indisposición de su autoridad ante la FIFA, Burga no tuvo mejor idea que aliarse con los directivos que eran detractores suyos: no solo con Juvenal Silva, quien con la maca y la uña de gato había quedado descubierto como un gamonal, sino con José Mallqui, el mismo sujeto al que él había sancionado por soborno en 1996. Ese día, cuando la alianza con Mallqui, Burga se puso en contra no solo a sus enemigos de siempre, sino a toda la prensa seria que aún creía en él; ese día, se acabó el fútbol peruano dual, el de los buenos y los malos, y todo se volvió anárquico. Así, con lo peor de la dirigencia peruana a la cabeza de la selección, volvió Uribe, quien puso cinco defensores ante el Uruguay de Tabárez y lo goleó; se la creyó tanto que, dos partidos después, acabó poniendo a 'Cachete' Zúñiga de lateral izquierdo ante Bolivia. Lo peor es que lo acabaron cesando no por eso o ser goleado por Messi, sino por supuestamente haber acometido una excursión a bailar salsa en Japón, cosa intolerable en una sociedad de prensa magalizada.
Ante la hecatombe, la decisión fue darle la selección a Del Solar, un hombre de fútbol joven, con visiblemente serios defectos de formación táctica pero una credencial importante: una excelente relación con el vestuario. Increíblemente, lo primero que hizo al asumir el cargo fue dilapidar su mayor activo: a la primera estupidez de esas que nuestros futbolistas siempre van a cometer por provenir mayoritariamente de los entornos de donde vienen, se peleó con los cuatro mejores jugadores y los borró. Lo que vino fue casi matemático: en Sudamérica, la Eliminatoria más pareja del mundo con dos equipos superiores al resto y los demás muy equilibrados, si alguno fuera de Argentina o Brasil prescinde de sus figuras se condena a quedar último, como recientemente acaba de constatarlo Paraguay con la exclusión de Roque Santa Cruz. Ese último lugar explica que Perú haya tenido los rivales con que contó en amistosos en los últimos cuatro años, y que los stats de la blanquirroja sean tan malos en PES y en FIFA. Y por supuesto, volvimos a caer sin atenuantes en la visita a Venezuela, humillado por un rival que ya no tenía a Páez en el banco, pero había persistido en el mismo proceso e idea de juego de la mano de César Farías.
EN 2010. Burga, visto el escenario de desunión, buscó la concertación vía la contratación de un DT con consenso absoluto: Markarián. Alguien de pergamino no solo internacional, sino con aval doméstico por sus logros noventeros. En la conferencia de prensa de su presentación, fue tal la euforia que hasta se ganó una felicitación del mismo diario del traje a rayas "por haber devuelto a Markarián al Perú". La Copa América confirmó que se había logrado un avance: el tercer lugar se ganó tras golear a nadie menos que a Venezuela, como en los viejos tiempos. Pero mientras el DT pedía mesura y decía que pese a ese tercer puesto seguíamos siendo últimos, la prensa carroñera trocaba en escandalosa y lo llamaba 'Mago', mientras creaba a los cuatro fantásticos. ¿Quién soltó la bomba de humo? Queda clarísimo, tanto como que luego de las primeras derrotas ese elogio se convirtió en las acusaciones de traidor a la patria a Pizarro por errar un penal y a Vargas en vituperios por el exceso de grasa y la afinidad con la noche.
Así, Perú ha llegado nuevamente a ser eliminado tras perder nada menos que en Venezuela, jugando tan horriblemente como las tres veces anteriores y salvando la goleada en contra con un segundo descuento que al menos modera un poco a los que ahora solo miran números y siempre analizan muy poco antes de rajar. Por supuesto, la prensa carroñera y oportunista tenía listos los fusiles para disparar: para soltar excremento periodístico del corte de "cómo Markarián se hizo rico en el Perú", con cálculos salariales que bien habría gustado se hicieran después de las victorias contra Chile o Ecuador, cuando rellenaban esas carátulas colorinches del corte "qué rico es mi Perú". Por cierto, en Puerto La Cruz todo el estadio gritaba "fuera Farías", pero el DT vintotinto sigue allí: firme en su puesto, con un proceso respetado por su dirigencia a pesar de que acá en Venezuela, país donde la presión política vaya si pesa, hay un diputado de peor calaña que Serrato que llega a llamarlo públicamente delincuente.
AQUÍ Y AHORA. Leído todo lo anterior, queda claro que el problema de la selección peruana no es el DT, ya que han pasado muchos y los resultados son los mismos. Eso deberíamos haberlo aprendido a partir de un simple ejemplo: Páez, el supuesto hacedor del milagro venezolano, trabajó en el Perú y cuajó la peor campaña de la historia de Alianza Lima, solo superada por el descenso de 1938.
Así, en los últimos 20 años solo hay dos cosas que se han mantenido iguales en el fútbol peruano:
- Primero, una cúpula dirigencial que sigue siendo la misma. Que más allá de nombres específicos como el de Burga o de enmiendas como haber eliminado la figura de las comisiones mundialistas para haberlas sustituido por algo más útil como una unidad de marketing y comunicaciones, sigue siendo ineficiente. Y que tiene no el principal pecado de no haber llegado al Mundial en todo este tiempo, sino de no haber tenido el carácter para imponerle al sistema la resolución que preparó en 2002 ni la otra que escribió en 2009, esa de la Liga Premier y la Segunda reconvertida en Primera y como única vía de ascenso. Y que ahora, puesta ante un nuevo oleaje de críticas, está en serio riesgo de volver a cometer el mismo error de siempre por falta de entereza: darle la conducción de la selección a algún favorito de los hepáticos, y así seguir con el runrún y sin reformas.
- Segundo, un sector de prensa cuyo modus operandi es torpedear y petardear. Ya no por oposición solamente, como en los noventa; hoy sobre todo, en lo que acaso es peor, por la simple idea de que dando la contra se llega a un mercado al que es fácil removerle el hígado y ya, con eso vendes. Porque a ese sector no le interesan el progreso ni la mejora del fútbol peruano de manera genuina: quieren que Perú gane, sí, pero para vender más y no para sentirse orgullosos de eso. Es un grupo convenido que además se escuda en la máxima "no al periodismo de periodistas" para volverse intocable. Hipocresía mayúscula de gente que, en general, no cree en un país mejor porque está convencida de que su vida nunca será mejor.
El grave problema es que ambos grupos se retroalimentan para mal. La cúpula dirigencial actúa con miedo ante el periodismo hepático, y por eso cortó dos veces el proceso de Oblitas, no sostuvo a Autuori y ahora no es aún capaz de garantizar que el proceso que de Markarián debería pasar a Bengoechea se mantenga. Y el periodismo hepático ataca a la cúpula dirigencial con argumentos pueriles, como acusarla de manejos que ni la Contraloría ha podido comprobar o simplemente exigiendo que se vaya por no clasificar, cuando sus auténticos efectos perniciosos pasan por una base caótica de la que nadie en ese sector de prensa entiende porque no son capaces de comprender un sistema de torneo ni cómo se estructura la Copa Perú. De ese modo, la dirigencia empodera a la prensa haciéndole caso y la prensa empodera a la dirigencia al volver burdo el nivel de los cuestionamientos.
¿Caminos para cortar el círculo vicioso? Dos. Uno es promover dirigentes profesionales desde la base, tomando las cabezas de las ligas, con gente que tenga conocimientos básicos de administración y negocios y pueda ser acercada al fútbol. Así podrá atenderse mejor qué ocurre en el fútbol de cada departamento, y no publicando fotos de presidentes departamentales de viaje porque eso solo sirve para alimentar la anécdota. Dos, y acaso lo que más en manos del hincha está, desenmascarando a los que venden hígado: usando las redes sociales para la comunicación directa y sin necesidad de pasar por algunos interlocutores que a lo largo de estos 20 años han hecho mucho daño. Es menester, por supuesto, de quienes pretendemos practicar un periodismo responsable y constructivo ser frontales en ese proceso de combate de ideas.
Si hacemos algo de lo último, posiblemente en cuatro años podamos volver aunque sea aquí a Venezuela a ganar, como la tradición mandaba.
Foto: Aldo Ramírez / DeChalaca.com, enviado especial a Puerto La Cruz, ANDINA, EFE y Reuters; Recortes: revistas Soy Alianza, Estadio, Don Balón Perú y El Gráfico Perú

El defecto es el periodismo peruano, que vive de lo que la gente quiere escuchar en vez de la realidad.
Defecto es la pregunta estúpida de un periodista incompetente, que llegó ahà quién sabe cómo.
Al mismo tiempo, Uua de la razones por las cuales solo hicimos 1 puto punto de visita de 21 puntos jugados.. La forma pasiva de defender del jugador peruano, aun mas notorio cuando juega de visita... No se puede marcar, mirando y mirando señores! ... Con que facilidad los rivales nos superan las marcas... no hay agresividad para ir a la pelota... hablo de agresividad con el reglamento en la mano, no de cometer amarillas o penales.. y son cosas que no tienen que ver con este equipo, con tal jugador o con Markarian.. es un problema del futbol peruano en su naturaleza, en su pobre formacion, en una base elemental que los jugadores peruanos no tienen en su formacion..
A los Amigos de Dechalaca, a los amigos que comentan, a la gente que entiende medianamente al menos esto, tenemos que unirnos, para sacar adelante esto tan lindo que es el fútbol, pero que en el Perú se sigue muriendo.