El espectáculo es jugar
Ya se dijo que la Segunda División de este año, por lejos, es la más apretada -dentro del contexto de una definición- en torno a la pugna por el título: en su momento llegaron a haber hasta siete equipos separados por solo seis puntos del líder del torneo. Y dicha tendencia se mantiene, por lo que, no quedan dudas, el rótulo de campeón recién se va a destapar el día de la última fecha, probablemente con angustia y con un final de dientes apretados.
También es sabido que, por las irregularidades institucionales y financieras de algunos participantes, la Segunda ha sido incapaz de subsanar los yerros de clubes asociados más a la informalidad y ello, en cierto modo, ha terminado desvirtuando una competencia regular. Lo de San Simón es un claro ejemplo de lo que no debe hacer un equipo que pretende llamarse profesional, al no regularse de manera adecuada, no pagarle un solo sol a todo su plantel desde que se conformó para esta temporada y deberle a medio mundo. Su descenso no solo se convierte en un mal precedente para un torneo que va en constante crecimiento, sino también altera la competencia: ante su retiro, hay clubes que se van a beneficiar al ganarle por walk over.
Y así como lo que ocurrió con el equipo moqueguano, también hay otros que, por no cumplir con las normas relacionadas a sus haberes, sufrieron algunas penalidades: los casos más conocidos son los de Torino y Mannucci, así como ahora último con Boys y Comerciantes, clubes que -en primera instancia- sienten más la resta de puntos al encontrarse en la pugna real por el título de la Segunda. Esto, desde luego, no hace otra cosa más que complicar el panorama concreto de un campeonato en el que la tabla de posiciones está muy alterada en relación a los puntos obtenidos en la cancha. Pero ello es consecuente con las disposiciones a la que deben comprometerse los clubes (cosa que no hicieron).
Pero más allá de ese detalle, importante porque puede cambiar el curso total de la definición, lo que sí resulta indignante y de poca monta es que, más allá de este escenario mutilado por las irresponsabilidades de unos cuantos, los temas del día en la Segunda División se centren naturalmente en detalles distorcionantes, ficticios y que permiten exhibir la escasa madurez dirigencial. Decir que tal club manipulo a otro, que tal equipo arregla partidos, que determinado dirigente tiene suficiente poder como para alterar el torneo a su favor son sencillamente especulaciones baratas que denigran a un torneo que, como ya se dijo, hoy más que nunca está entrenida y es competitiva, pareja y ha permitido que algunos equipo, a priori sin opciones de pelear por el título, esté en la lucha por ascender a Primera.
A esa masa dirigencial que sacude a su gente, que altera el comportamiento de sus seguidores en las tribunas y en las redes sociales, que está acostumbrada al deporte popular de denunciar sin pruebas y que distorciona la atención real que debe tener el torneo: BASTA. Ya es suficiente para que, con su inmadurez, terminen enpañando la competitividad que actualmente posee la Segunda División. A la gente que realmente pretende la mejora del fútbol peruano -entre ellos los que aspiran a que exista la pulcritud dirigencial-: es hora de hacer oídos sordos y, además, fuerzas para que la resonancia del torneo y su desenlace sean los que tengan el rebote mediático que se merece.
Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Foto: Geraldine Estrada / prensa Sport Boys
escrito por Manuel Quispe , September 29, 2015