Composición
fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comComo en los cuentos infantiles, Brasil eligió el momento más difícil de su historia futbolística para satisfacer su mayor ansia. El título olímpico, el único que faltaba en sus vitrinas, llegó en el 'Maracaná', ante su bestiaria Alemania y enmarcado por una postal que se hará mítica: la de Neymar como héroe de un 1-1 que él mismo desempató en el penal decisivo.
    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

Remate perfilado de Julian Brandt, hombre récord en la Bundesliga al haber igualado a Gerd Müller con goles en seis partidos consecutivos en la última temporada: travesaño. Arremetida furibunda para cabecear recto de Luan, tipo con hambre de revancha desde que a inicios de año la torcida del Gremio, en protesta por el flojo rendimiento del equipo, rociara su auto con pop corn: las dos manos de Timo Horn para impedir el gol. Cabezazo cruzado de Sven Bender, ausente de la selección alemana campeona del mundo en 2014 por una inoportuna inflamación del pubis a cuatro meses del Mundial: otro travesaño. Carrera a lo Burruchaga de Felipe Anderson, comprado por la Lazio en 2013 tras una negociación tan tensa que dos años después, cuando el Manchester United ofreció 50 millones de euros por él, el club romano desechó la propuesta: otra vez el cuerpo de Horn para interponerse.

Sucede que en algunas finales, el destino se encarga de que las leyendas no las escriban protagonistas que, aun con interesantes historias personales detrás, no están predestinados a convertirse en héroes. Ese lugar, incluso en estas épocas de fútbol deporte, negocio y espectáculo, está reservado para los elegidos. Para los ungidos, de esos de los cuales Brasil ha sabido toda su historia.

El 'Scratch' tuvo a Arthur Friedenreich, quien en 1919 alzó como líder en casa una Copa América que nunca pudo lograr Leónidas da Silva, el primer ejecutor de la chalaca en un Mundial. Consagró, por supuesto, a Pelé, tres veces campeón de una Copa del Mundo que se le negó a Zizinho, su ídolo, en el infausto 'Maracanazo'. Vio a Romário y a Ronaldo hacerse de los títulos que, por juego, en algún momento se soñaron para Sócrates y Zico. Y esta vez vio a Neymar Junior da Silva Santos lograr el título que solo podía conseguir Neymar.

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Veintisiete minutos, disparo al primer palo a balón parado. Por el ángulo donde las arañas tejen su nido. Con la inclinación y el perfil de Solano en el Centenario pero -aun sin tanta espectacularidad- con la precisión espacial de Cubillas en el Chateau Carreras. Un tiro libre maravilloso, sublime que abrió la cuenta. Pero que por sí solo, pese a su carácter fantástico, no alcanzó para amilanar a la Alemania de estos tiempos en cualquier categoría: ordenada, metódica, científica y tocadora. Un equipo al que puede lesionársele Lars Bender pero en el que entra Proemel a hacer lo mismo y a rendir lo mismo. Una máquina de piezas intercambiables que embelesa por su eficiencia, que enamora por su capacidad de lograr que el conjunto sea más que la suma de las partes sin por eso asfixiar el talento individual de sus hombres. Y que por eso logró, toques de pichanga de por medio en el propio 'Maracaná' hirviente, llegar al 1-1 con un cachetazo final de su capitán Meyer.

Horst Hrubesch, el DT de esta mini-Mannschaft que -debe decirse- regaló jugadores de la categoría Sub-23 que pudieron estar en estos Juegos y no fueron llamados, confió en los penales, fuera por Horn o por sus nostalgias de 1982, cuando fue el calculador anotador del gol premeditado del Alemania - Austria de Gijón o luego, en semifinales, ultimó él mismo la tanda que dejó fuera a la Francia de Platiní. Así, cedió terreno a un Brasil cansado, pero peleador; deseoso de jugar, pero carente de mayores recursos técnicos que el chispazo final de Neymar.

Quizá por eso, en la ejecución, al astro no se le concedió el primer lugar de la lista -ese lleno de presión si yerras-, sino el último -aquel repleto de gloria si anotas-. Y como él era el elegido, el predestinado, su imagen llorando con los brazos abiertos luego de anotar quedará en el corazón de 200 millones de sufridos brasileños, especialmente de quienes no gozaron a Friedenreich, Pelé, Rómario ni Ronaldo, y más bien crecieron en este siglo con el doble estigma de saber que su país nunca había podido ganar los Juegos Olímpicos y que había sido humillado en su casa por una Alemania más poderosa que todas las historias que sus padres les contaron sobre esa camiseta amarilla y verde que visten con mucho orgullo, con mucho amor. Para esa generación, el héroe es y será Neymar Junior, el hijo de un modesto exjugador del Uniao Mogi que, con creces, superó a su padre y a los traumas de una nación.

Los goles

Foto: AFP


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La ficha del Brasil 1(5) - Alemania 1(4)

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