En lo táctico, Paraguay le ganó bien el partido a Perú: abrió el juego a los lados y nunca dejó que la blanquirroja jugara por el medio.

 

Un mejor panorama del partido pareció tener Gerardo Pelusso que acabó por imponer su esquema sobre Perú (Foto: Aldo Ramírez / DeChalaca.com)En el Defensores del Chaco, el saldo táctico para Perú fue negativo. La blanquirroja nunca pudo dar puntada con hilo y sufrió problemas evidentes ante una estrategia como la de Gerardo Pelusso que, sin ser ninguna panacea, al menos traslució mejor entendimiento del partido.

Se esperaba un trámite ofensivo, como que en ambos arcos hubo oportunidades. Pero el 4-2-1-3 de Paraguay, con una suerte de "rombo ofensivo" resultó siendo más funcional que el 4-cuadrado-1-1 de Perú. Fue fundamental el rol de Núñez, por derecha, y sobre todo el de Benítez, por izquierda: ambos ganaron las bandas y ambos, de no haber sido por la buena noche que registraron tanto Advíncula como Yotún en labores de marca, bien podrían haberse dado un picnic mediante una serie de ingresos en uno-dos que tuvieron la zaga blanquirroja a mal traer.

Perú pecó, y feo, al no darse cuenta de que Paraguay le quería llevar el partido a los costados. Cada vez que la blanquirroja lograba tocar al medio causaba miedo: si alguna de Ramírez o Cruzado pasaba limpia a los cuatro de adelante, la blanquirroja pisaba el tercer cuarto de cancha y asustaba el arco de Barreto. Por eso, fue un error capital no centralizar el juego: de tanto llevar el agua al cántaro se habría, por la mayor jerarquía de los hombres peruanos, logrado romperlo hasta por peso puro.

Alejado del juego en conjunto y sin mayor compañía, lo de Rinaldo Cruzado en Asunción acabó por ser intrascendente para las pretensiones de la selección peruana (Foto: Aldo Ramírez / DeChalaca.com)Eso, sin embargo, estuvo lejos de ocurrir. El gran mérito de Pelusso fue percatarse de los vacíos tácticos del sistema de Markarián, y explotarlos al tope. Vacío uno: ni Ramírez ni Cruzado cerraban a los lados, por lo cual cualquier pelota que saliera de la primera línea -Oviedo o Riveros- era inmediatamente abierta para buscar el despliegue por alguna de las bandas. Vacío dos -y el más grave-: ni Farfán ni Vargas tenían la misión -o las ganas- de participar en tareas de recuperación; ante eso, Piris y Samudio tenían todas las posibilidades de salir jugando con libertad, pisar campo peruano y lograr lo descrito: que Paraguay tuviera siempre superioridad numérica en la lucha por la banda para ejecutar el uno-dos y llegar por allí al pórtico de Fernández.

Por el contrario, el demérito blanquirrojo fue no explotar los vacíos albirrojos. Primer vacío no explotado: la flojedad de Oviedo en la marca. Por ese lado debía correr Vargas, pero su mal estado físico le impide hacerlo. Es tan buen jugador el 'Loco' que aun metiendo primera con el camión sobrecargado consigue complicar, como ocurrió en algunos pasajes del partido; pero fueron varias las pelotas a las que por evidente falta de distancia no pudo llegar. Segundo vacío no explotado -y el más grave-: Paraguay tenía serios, serísimos problemas de coordinación entre laterales y centrales y entre estos últimos mismos también. Pero los pelotazos limpios jamás se ejecutaron: ni una pelota para buscar en serio la cabeza de Guerrero, quien por lo demás anduvo bajísimo, fuera de foco, errático ante el gol y hasta rabietón para hacerse mostrar de modo tonto una amarilla.

En suma, la noche asunceña, esa que se temió en algún momento recibiera lluvia y nos complicara, estuvo bañada de lagrimones tácticos complicados por cataratas de imprecisiones made in Perú. Se jugó, más que feo, bastante mal. Y cuando eso ocurre, por regla casi general, se pierde, aun cuando el rival no llegue a jugar bien.

Fotos: Aldo Ramírez / DeChalaca.com

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