Composición fotográfica: José Salcedo / DeChalaca.comLa selección peruana inicia un nuevo ciclo en el que debe respaldarse el proyecto de Ricardo Gareca. Sin embargo, este comienzo encuentra a la blanquirroja otra vez sin articulación en el trabajo entre categorías ni definición sobre el plan de unidad técnica que -tras la fufulla mediática por el caso Rueda- ha sido olvidado por el entorno.

Como pocas veces había ocurrido, este 2015 la necesidad de decidir una jefatura de unidad técnica fue prioridad momentánea para el entorno futbolero del país. La llegada de Ricardo Gareca, como bálsamo de corto plazo, opacó el debate de la propuesta más novedosa e importante a nivel de selecciones en los últimos años: contar con un proyecto de equipo a ocho años que apuntara al Mundial de Qatar 2022.

¿Le importaba realmente al medio futbolístico la definición de una unidad técnica para la selección? Por lo visto, no mucho. El tema despertó interés mediático no porque se tratara de un plan innovador, sino porque existía cierto morbo en torno de que un técnico denominado A-1 como Reinaldo Rueda pudiera ser la cabeza de ese proyecto. Del lado positivo, estarían quienes con esperanzas mesiánicas aguardaban que alguien con las credenciales de Rueda "comenzara a hacer el milagro"; del negativo, quienes -como siempre- esperaban ansiosos algún cruce de opiniones entre Rueda y Gareca para echar a rodar "la polémica que le gusta a la gente".

Cada palabra de Ricardo Gareca era motivo de noticia, dejando de lado la importancia latente que tiene un proyecto para menores en nuestra selección (Foto: Andina)

Ambos casos, sin duda, proyectan aspectos negativos del entorno futbolero peruano. De un lado, la tendencia al caudillismo y a pensar en las personas antes que en los proyectos; del otro, la cizaña y la carroña que gobiernan parte importante del aparato mediático. Una vez que lo de Rueda se descartó, el tema dejó de ser interesante y "lo que vende" pasó a ser Gareca, su peinado, su convocatoria y quién sabe qué más que venga luego del primer partido.

La objetividad del reloj

Así, lo concreto es que el inicio del ciclo Gareca este 31 de marzo de 2015 encuentra a Perú, como tantas otras veces, desarticulado en el trabajo entre sus categorías. Desde el martes pasado, entrena en la Videna la selección Sub-22 de Víctor Rivera, que también tiene un horizonte de corto plazo: los Juegos Panamericanos de Toronto, en julio. Sería interesantísimo que esa selección fuera la base de un proyecto como el que se planteó con horizonte 2022; pero difícilmente llegue a serlo en los próximos tres meses. Aunque en DeChalaca desearíamos que no fuera así, tiene pinta de oportunidad perdida.

De esa manera, el tiempo le ha vuelto a ganar el partido al fútbol peruano. Que podrá maquillar eso con, esperemos, un aceptable desempeño de la selección mayor en la Copa América de Chile y otro de la Sub-22 en los Panamericanos de Toronto; pero que estructuralmente daría, más allá de los resultados que se consiguieren en esos torneos, dado un salto gradual si hubiere llegado a ellos con un trabajo unificado al menos en ambas categorías, como un solo proyecto.

Perú ya se prepara con miras la Copa América 2015, es importante estructurar la unidad técnica de menores al regreso de la selección mayor (Foto: Andina)

¿Se puede hacer algo por cambiar eso de acá a julio? Sí. Retomar la prioridad de definir una jefatura y que, al menos, Gareca y Rivera cuenten con una instancia básica de coordinación podría ser un paliativo importante para que la competencia casi simultánea de ambas selecciones no acabe siendo esa oportunidad perdida comentada líneas atrás. Y luego, convendría retomar rápido el plan de estructurar la unidad técnica más allá de la fama del nombre del encargado y ocuparse, en cambio, del proyecto en sí y de desarrollarlo.

El fondo del asunto

Hay que separar lo que se hace de lo que se publica. Que no se debata y discuta sobre la unidad técnica a nivel de medios periodísticos no es un problema que le competa a la FPF, ni indica que ella no estén ocupada en el tema. Por el contrario, quizá eso hasta pueda ayudar a que en la Videna se maneje y negocie con mayor tranquilidad el proyecto, y ya está dicho que a la nueva administración hay que dejarla trabajar sin perder tiempo en cuestionar descoordinaciones que son propias de todo cambio de régimen que sucedió a uno de larga data.

Por el contrario, lo alarmante de la situación es que lo que hace algunas semanas era un trending topic actualmente casi ni aparezca en la agenda deportiva de los medios. Y que a la afición, por tanto, el tema le resulte secundario. La opción de que alguien capacitado para eso como Daniel Ahmed sea elegido para esa labor es, claramente, un nuevo ejemplo de cómo a un gran sector del medio futbolístico peruano le importa más el morbo. No se analiza cuál podría ser su articulación futbolística con las propuestas de Gareca y Rueda, sino cómo su eventual regreso a la Videna podría generar un desencuentro entre la FPF y Sporting Cristal.

Una posible llegada de Daniel Ahmed provocaría una pequeña pero importante crisis dentro de la FPF (Foto: Andina)

De esa manera, lo que más preocupa a esta hora en que comienza un nuevo proceso en la selección no está dentro de ella, sino fuera: caer en la cuenta de cómo nuestro entorno se convirtió, a 2015, en uno en que importa demasiado más el show alrededor del fútbol que las condiciones básicas del juego. Esta vez, el Perú no tenía que descubrir su hoja de ruta: sí logró estructurar un buen plan. Pero ha sido, como sociedad, incapaz de ponerlo en marcha, principalmente porque sus atenciones y preocupaciones futbolísticas están en otra parte.

Por supuesto, todo esto no es culpa de Edwin Oviedo, Ricardo Gareca, Reinaldo Gareca, Juan Carlos Oblitas o Víctor Rivera. Tampoco lo fue de Sergio Markarián, Paulo Autuori, Francisco Maturana, Lajos Baroti o Gyouri Orth. Ni siquiera lo fue de Manuel Burga, o tampoco lo es del todo del que a juicio de DeChalaca es el elemento más negativo de todo este escenario, constituido por el sector de prensa empecinado en destruir por vocación cualquier cosa que quiera hacerse bien en el fútbol peruano. No: está más allá de eso. Es un problema derivado de una sociedad de fútbol con prioridades mal construidas y acostumbrada, en esa línea, a echarle la culpa siempre a alguien, como ocurrió con Andrés Mendoza hace exactamente diez años.

¿Cómo superarlo? Está sobrediagnosticado y pasa por hacer cada cual su parte en migrar hacia una filosofía que piense más en el pasado mañana que en el mañana. El día que las convocatorias de Pizarro y Lobatón, los amistosos, la Copa América y demás escalones conocidos por quienes seguimos el fútbol peruano cada vez que existe un nuevo proceso a nivel de selección absoluta dejen de ser más importantes que los proyectos a largo plazo y el futuro, se podrá empezar un ciclo mundialista sin esperar que un técnico haga milagros y sin sentir que el reloj avanzó más rápido que la pelota, como hoy ocurre. 

Composición fotográfica: José Salcedo / DeChalaca.com

Fotos: Andina


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