PSG - Chelsea: Sonido a bisagra
La fotografía final en el Parc des Princes muestra un rotundo 3-1 a favor del Paris Saint-Germain. Un marcador que, en estas instancias de la Champions, bien podría ser determinante para soñar con el acceso a las semifinales. Y más si al frente se tuvo a un rival como Chelsea, con una perspectiva distinta en la previa parisina. Aquella imagen del 3-1, pues, tranquilamente podría traducirse en una diferencia marcada entre lo que hicieron los hombres de Blanc y los de Mourinho. Que capaz no se ciñó a lo que ocurrió en la cancha, es posible. Pero lo concreto es que el PSG, con una mezcla de angustia y euforia en la agonía del partido, supo liquidar a una oncena londinense que tuvo en sus manos la posibilidad de retirarse a casa con un cántico victorioso, pero que con el correr de los minutos fue extinguiendo sus ocasiones y, por el contrario, cediendo más espacios.
¿Parece, entonces, que se trató de un partido con situaciones cambiantes? Es cierto, porque el juego se adaptó a las necesidades de uno y otro equipo. Para prueba, los tres primeros minutos: PSG sugirió una imagen avasalladora y no otorgó licencias vulnerables, no le dio respiro a Chelsea y, eso sí, gracias a una fatalidad de Terry (despejó un centro al corazón del área), encontró el primero de la noche vía el 'Pocho' Lavezzi. Sin embargo, con el 1-0, el partido cambió automáticamente de libreto: Blanc parecía estar conforme con la ventaja y retrocedió líneas. La apuesta del PSG, pues, era esperar para apelar a la contra, pero la reacción del rival, desde luego, iba a ser contraproducente. Chelsea, muy versatil en funciones tácticas (arrancó sin un delantero y trató de amoldarse al 4-2-3-1 y al 4-1-4-1, con Schürle u Óscar como falsos delanteros) multiplicó piernas y, de a pocos, fue apoderándose de la posesión territorial.
Ese primer tiempo, de todos modos, y pese al riesgo de replegarse, estaba destinado para que PSG se vaya al descanso con la ventaja a su favor. No obstante, el factor que alteró la propuesta defensiva de Laurent Blanc tenía nombre y apellido: Eden Hazard. El belga, con sus continuos recorridos en toda la línea medular, abrió los espacios y compenetró en las funciones creativas a Ramires, Willian y Óscar. Con ello, lo de PSG pendía de un hilo, ya que debía reaccionar articuladamente ante la habilidad de los hombres mencionados, pero sobre todo debía saber jugar al filo de la navaja y no caer en alguna fricción de corte riesgosa. Esto último no ocurrió, y por eso es que el descuido -y mala pata- de Thiago Silva derivó en un penal que fue bien concretado por Hazard. Tras el 1-1, PSG no pudo reacomodar su chip y parecía que Mourinho iba a ganar el partido por puesta de mano, ya que Chelsea era inmensamente superior a su rival y, con mayor puntería, podía haber desequilibrado la balanza a su favor.
Sin embargo, con la desventaja futbolística en el primer período, era evidente que PSG iba a tener que hacer uno que otro replanteo. Pero Blanc no gastó fondos de su presupuesto y apeló a la fortaleza mental de tres jugadores: Matuidi, Verratti y Lavezzi. Los dos primeros habían estado alejados del balón, mientras que el 'Pocho' prácticamente batalló solo contra Ivanovic, David Luiz y Cahill. Por ello, con los tres hombres alineados a lo que pretendía hacer PSG en el complemento, el local perdió la timidez y dio marcha a su propuesta explosiva, esa que posiblemente no esperó Mourinho. Así, por fin se vieron más participativos a Cavani e Ibrahimovic -quien luego se fue lesionado por un aparente tirón muscular- y las situaciones de gol se fueron generando, hasta que el infortunio tocó a los blues y David Luiz, en propia meta y tras centro del 'Pocho' Lavezzi -el mejor de la cancha- le dio la ventaja a Les Parisiens.
Luego de ese episodio, Chelsea tuvo una ligera reacción que, en buena parte, estuvo apoyada en las presencias de Lampard y el 'Niño' Torres (con ambos en la cancha, se estableció en el 4-1-4-1). Pero Paris Saint-Germain, gracias al aporte de Lucas Moura, ganó mayor vértigo y gozó de situaciones de gol que Cavani no las pudo concretar. Ante ello, era claro que el juego de PSG tenía que continuar en esa línea, por lo que el ingreso de Javier Pastore no se hizo esperar y el argentino, con solo cinco minutos en la cancha, supo facturar: como en el barrio, el atacante ridiculizó a Lampard y Terry y, de manera notable, estableció el 3-1 en las postrimerías. Un 3-1 clave y con sonido a bisagra. Que ilusiona. Perfecto como para viajar a Londres y concretar el deseo que se está esperando desde hace diecinueve años en gran parte de París: volver a meterse en las semifinales de la Champions.
Foto: AFP, AP y Reuters