Perú priorizó el juego aéreo media hora y se complicó; jugó 60' a ras de piso y volteó el partido.

 

Claudio Pizarro fue uno de los que tuvo que batallar con los improductivos centros que generó Perú en el primer tiempo. Después todo cambió (Foto: José Salcedo / DeChalaca.com)Está visto y archiestudiado que las Eliminatorias Sudamericanas, por el parejo nivel que tienen, se juegan principalmente no en función del equipo propio, sino del rival y las virtudes y defectos de este.

Venezuela, se sabe también, es un equipo que en materia defensiva se caracteriza por dos aspectos: primero, es sólido por alto, principalmente a través de Oswaldo Vizcarrondo, figura en la última Copa América; segundo, es un equipo de las características que los españoles definirían como rocosas o, en buen cristiano, picapedrescas.

Por tanto, no fue negocio jugarle a Venezuela preeminentemente por alto a lo largo de la primera media hora. Asfixiado Farfán, el juego se recostó sobre todo por el lado de Vargas, quien se perdió en centros que no llegaban limpios ni a Guerrero ni a Pizarro. Hubo un coro de pelotazos que se estrellaron contra una defensa que, más que estar contra las cuerdas como se preveía por el empellón inicial que debía desarrollar Perú, tomaba la batuta del juego en esa zona del campo.

Perú puso la pelota al piso por primera vez a los 29'. Farfán logró romper el cerrojo y ponérsela a Revoredo, quien definió arriba sin fortuna. En la siguiente llegó el gol de Arango, mediante la única vía que tenía Venezuela para adelantar, y se comenzó a venir la noche. Pero Perú ya sabía lo que tenía que hacer.

Con toque al ras, en pequeños espacios ("sociedades"), se acabó el primer tiempo en campo venezolano. Y con ellos se inició el segundo tiempo y gracias a ellos llegó el empate de Farfán, en la segunda construcción limpia que tuvo Perú.

De entonces en más la que imperó fue esa receta: mucho toque corto. Pero no por firuleteo o regodeo, sino toque corto efectivo. Dicho de otro modo: no se trata de reivindicar esa trillada idea de que la identidad del fútbol peruano es de toque, sino más bien ser prácticos y caer en la cuenta de que ante un equipo rocoso como el venezolano es mucho más rentable tocar que centrar.

Así se llegó al 2-1 y así funcionará cada vez que en la Eliminatoria un rival exija toque, así como otros rivales exigirán ratoneo, por ejemplo. El quid sigue siendo estudiarlos; si Venezuela era el chico que siempre salía último en notas en la clase y ahora, con ciencia y método, aprueba los exámenes, pues estudiarlo, como hizo Markarián sobre la marcha misma del partido, era la mejor forma para darle vuelta a una historia que en su sétimo capítulo acabó con final feliz.

Fotos: José Salcedo / DeChalaca.com

Comentarios ( 0)add
Escribir comentario
quote
bold
italicize
underline
strike
url
image
quote
quote

busy