Foto: AUFEl estreno ante Argentina en el hexagonal apuntaba, por el mazazo del inicio, para una nueva debacle. Pero la Sub-20 alzó cabeza y, pese a ser superada con claridad, ofreció un partido lleno de contradicciones.

La Sub-20 de Víctor Rivera no es reflejo de la gitanería tradicional del fútbol peruano. Es más: se contrapone a ella en varios aspectos, principalmente porque sostiene las virtudes que muestra y sobre todo mantiene los defectos con que carga desde su debut en el Sudamericano. Pero sí es extremista, variopinta, algo esquizofrénica: un equipo de polaridades que le impiden cuajar una propuesta legible no tanto por la prensa y la afición, que vendría a ser lo de menos, sino acaso por sus propios futbolistas. Y eso es lo que más preocupa de cara a los cuatro partidos venideros.

Contradicción uno: en defensa

Comiéncese siempre por lo positivo: esta Sub-20 rompe con los cánones habituales de los equipos peruanos al defender bien por arriba. Ante Argentina, tanto Abram como sobre todo Bernaola respondieron bien en los centros: despejando y ganando posición a Espinoza, el delantero gaucho que más lo buscaba por allí. Cuando ha ingresado Reátegui también ha cumplido con suficiencia en esa posición. Este Perú, acaso contra la historia reciente de la blanquirroja, es un equipo sólido cuando le entran a balones parados -como que no ha recibido gol alguno por esa vía en lo que va del Sudamericano-.

Sin embargo, el problema más bien está en la marca hombre a hombre: al ras. Da dolores de cabeza cada mano a mano y, sobre todo, la posición en el uno-dos. No se hable siquiera de la flojedad en materia de cerrojo de una primera línea de volantes que extraña horrores a Renato Tapia, el principal referente del equipo y que se quedó afuera por decisión de su club, el Twente holandés; basta mirar cómo los laterales -Perleche y sobre todo Cossío- quedan pésimamente parados cada vez que los rivales buscan el intersticio entre los hombres de contención y la espalda del marcador derecho o izquierdo. Por allí Argentina pegó rápido vía Simeone y condicionó el partido, y por allí también subsecuentemente se sufrió a lo largo del partido. Perú, pues, es un equipo sumamente vulnerable por los costados, y con suficiente espacio no solo para que el rival tire centros, sino para que defina por allí como hizo Argentina a los 2 minutos de juego.

Cossío siempre quedaba al descubierto ante las arremetidas de Argentina (Foto: AUF)

Contradicción dos: en salida

Pero si los laterales peruanos son endebles en marca, vale destacar su rol en salida. Perleche, especialmente, tiene un tranco largo que viene muy bien para dejar la posición de fondo y salir jugando en construcción con la primera línea de volantes. En solo dos pases, la blanquirroja es capaz de llevar el balón de las manos de Prieto al círculo central, con rapidez poco habitual para nuestros colores. Es, en esos términos, un equipo muy eficiente.

Sin embargo, el problema viene al momento de dar el pase que desdobla. Ese que debe asegurar que el balón transite del campo propio al rival. En ese punto, nuevamente, es cuando se siente la ausencia de Tapia de manera notoria: ni Aquino ni mucho menos Garcés han sido capaces de ofrecer garantías de que ese tránsito va a hacerse de manera efectiva. Ante Argentina, Rivera envió al campo a Duclós, que amén de algunas críticas -comprensibles por su falta de ritmo- mostro una capacidad de traslado interesante, aunque algo desordenada. Igual, no basta: Perú no está haciendo bien ese pase clave que en un fútbol de estos años 2010 en más que se basa principalmente en la capacidad de armar juego de las primeras líneas de la volante, cuando no existe acaba constituyendo un defecto mortal.

Garcés no logra aún el enfoque adecuado para transitar el balón cuando Perú lo necesita (Foto: AUF)

Contradicción tres: en ataque

Esta selección peruana muestra otra virtud al momento de encarar. Como pocos equipos blanquirrojos, es un equipo convencido de patear al arco rival: con fuerza, con decisión y, lo más importante, desde casi cualquier zona del campo. Este Perú, pues, entiende -para bien- que el concepto fulbitesco de llegar tocando al área para solo entonces disparar está desfasado y, en ese sentido, es un equipo felizmente moderno, y además ambicioso y hambriento de gol. Eso es muy sano y aplaudible.

Sin embargo, este Perú a la vez es un equipo desordenado al extremo para construir esa propuesta de ataque. Contra Argentina, el 'Chino' Rivera dispuso algo inusitado: tres jugadores con características de '9' de área pilotando esa ofensiva: Gonzales Vigil, Da Silva y Succar. En principio, 'Beto' iba a ser una suerte de enganche o falso '9' que fuera por detrás de los otros puntas, pero al final acabaron todos confundiendo roles y pasando de un lado a otro de manera revoltosa. Succar apareció por izquierda, por derecha y por el medio, en una muestra de peligroso desorden que puede leerse como que los jugadores no supieron interpretar de manera correcta la idea. Con Carranza y Siucho, más dóciles para el trato de balón, se ganó mucho en el segundo tiempo, y Perú vivió sus mejores minutos no solo del partido, sino quizá de todo el Sudamericano: fue porque ellos, aun en ese marasmo, tenían mucho más claro que lo suyo era ir por los lados, amagar y firuletear para causar zozobra. Con menos fuerza y sobre todo con roles más definidos, la cosa puede ir mejor.

En perspectiva

Esta contradictoria Sub-20 tiene cuatro partidos por delante. Pasó ya el que posiblemente haya sido el rival más duro, y si bien superó con claridad a la blanquirroja, no fue por el aplastamiento colmado de bloopers de la primera fase. Lo que viene es afinar, con lo que hay y superando en la mayor medida posible el trauma Tapia -que al parecer será un golpe cuyas secuelas perseguirán a Perú hasta el último cotejo del hexagonal. Haciendo esfuerzos por ordenar línea y acercar las oposiciones planteadas, quizá el siguiente After Party no apele tantas veces al "sin embargo".


Fotos: AUF
 



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