1981: Sueños galácticos

José Miguel Cabrera fue un distinguido redactor de la desaparecida revista Once. Actualmente es profesor de fútbol de la Academia del club Regatas Lima y, además, es el autor del libro Chepibola, un cuento infantil que parte de sus propias vivencias de niño. En esta ocasión, se complace en viajar hasta el lejano 16 de agosto de 1981 para rememorar cómo vivió aquel Perú 2 - Colombia 0 por las Eliminatorias a España 1982.
En medio de la alfombra color marrón había un cuaderno de colegio deshojado que me resultaba indispensable para el plan de cada tarde. Mientras los muñecos de La guerra de las galaxias esperaban tendidos sobre el piso a que empezara el partido, yo iba cortando las páginas en retazos para convertirlas en bolitas de papel que servirían nada menos que como fervientes espectadores de la única tribuna del estadio de mi infancia.
Así, a cancha llena (la mejor de mis canicas hacía de balón), Luke Skywalker podía encarnar al 'Maestro' César Cueto y replicar aquel golazo de media cancha que le hizo al 'Loco' Quiroga, con la voz de fondo de Pocho Rospigliosi haciendo que el fútbol fuera un universo vibrante y diferente, matizado como ninguna otra cosa en este mundo con el brillo singular de la emoción.
Así también, Hans Solo podía ser Jaime Duarte proyectado sobre la banda con clase y elegancia, sacando un centro preciso desde la raya de cal para la cabeza certera de Guillermo La Rosa, un verdadero 'Tanque' que dejaba a los soldaditos de plomo de mi hermano regados por el suelo con toda la fuerza de su descomunal figura.
Hoy es 16 de agosto de 1981, tengo nueve años, y no se oye el ruido de un solo auto allá en la calle. Perú juega frente a Colombia por las eliminatorias a España 1982, y las jugadas que ensayan mis futbolistas disciplinadamente sobre la alfombra tendrán que esperar hasta el final del partido que se juega en la pantalla del televisor y, por supuesto, en el verde césped del estadio Nacional.
Gerónimo Barbadillo pone el primero de cabeza y desata una euforia incontenible entre los vecinos, que gritan desaforados por las ventanas de sus casas. Pero todavía hay más que celebrar.
La jugada decisiva la inicia César Cueto, pisando la pelota y girando sobre sí mismo para dejar el balón, con un maravilloso toque sutil, en el corazón del área colombiana. Lo demás fue algo impreciso (un centro malo, un rechazo peor, que es difícil de recordar, como la bruma). Segundos después, el juez cobra penal para Perú y Julio César Uribe toma el balón entre las manos. Uno, dos, tres pasos y sale fulminante el derechazo que se estrella en la parte interna del poste y sella la victoria definitiva.
A la mañana siguiente no hubo lugar en las calles, en los parques ni en el patio del colegio para tanta felicidad. Y los futbolistas de la alfombra de mi casa empezaron a sentirse como todos y cada uno de nosotros: un poquito más cerca del sueño del Mundial.
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Recortes: revista Ovación

Saludos y Arriba Perú!!