La bandera la lleva Guerrero

El triunfo del Corinthians sobre el Chelsea en el Mundial de Clubes, con gol de Paolo Guerrero, dejó dos conclusiones evidentes:
1. Entre los anteriores peruanos campeones mundiales e intercontinentales a nivel de clubes, la dimensión de lo logrado por Guerrero es quizá solo comparable con la de Juan Joya en el Peñarol de 1961, cuando ‘Negro El Once’ marcó un doblete en el 5-0 aurinegro sobre Benfica. Como Joya, Guerrero ha sido artífice (y no solo partícipe) de la conquista del trofeo.
2. Con este título, Guerrero revaloriza una carrera cuyo lucimiento se ha apoyado más a nivel de selección (fenómeno extraño no solo en Perú, sino en el continente) que a nivel de clubes.
Estas conclusiones revelan dos méritos individuales en la trayectoria de Guerrero que, pese a ser evidentes, casi no han sido abordado por los medios que le han dado cobertura. En torno a ellas, convive una tercera conclusión que parece no querer admitirse: el título de Corinthians no es un logro del Perú. Que Paolo Guerrero haya ondeado la bandera peruana en Japón es un bonito gesto, pero no constituye una reivindicación de nuestro fútbol.
‘Peruanizar’ en exceso el título de Guerrero es un doble error:
1. En primer lugar, porque desenfoca el aspecto individual de la gesta y lo transforma en un logro ilusamente colectivo.
2. En segundo término, porque promueve la intervención de agentes no futbolísticos (esta categoría incluye a políticos, programas periodísticos no-deportivos y hasta a los mismos parientes de Guerrero). Estos agentes, desde luego, se muestran simpáticos y agradecidos en este momento de victoria. Pero luego, atribuyéndose ese mismo derecho, se permiten intervenir en la derrota; como mucho no conocen de fútbol, sus análisis suelen ser parciales, ligeros, hepáticos y deformatorios; pero, como son agentes mediáticos, sus mensajes consiguen impacto y se reproducen como un virus.
En síntesis: la exaltación del triunfo de Guerrero es la misma exaltación que estos agentes desatan en la derrota. Porque no es una exaltación futbolística, sino estrictamente patriotera.
Todos estos agentes, desde luego, responden a una lógica de mercado: si Guerrero es el ‘héroe’ de momento, es lógico no solo que le brinden cobertura, sino que exploten todas las aristas que rodean al jugador.
El problema es cuando los medios futbolísticos o deportivos se adhieren a este discurso, en vez de hacerle contrapeso. Nadie dice que no se recurra a coberturas emotivas (existen criterios comerciales que no pueden evadirse), pero cierta moderación es vital para la protección del producto fútbol.
Para muestra, un botón: anoche, un periodista, con cierto desfase temporal (habían pasado doce horas desde la culminación del partido) y mientras se observaba la repetición del gol de Guerrero, vociferó un desubicado “Viva el Perú, carajo”.
La bandera que se enfundó Guerrero es de talla ancha. Pero eso no quiere decir que nos envuelva a todos.
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Fotos: Reuters

El efecto Guerrero no me sorprende para nada, aunque no concuerdo con que se quiera hacer de esto un éxito peruano. Bien por Paolo, pero el campeón es Corinthians y punto.