Foto: vanguardia.com

Con la disolución del G-14, la FIFA se ha vuelto una entidad hegemónica, ya con pocas señales de oposición en el horizonte. En una época de democracias a sujeción, Joseph Blatter pretende ejercer un poder omnímodo sobre el fútbol. Ni los futbolistas, clubes o selecciones son los actores. En política, la FIFA es la vedette.

La casa siempre gana. En este caso es la FIFA, que ha visto como uno de sus últimos encarnizados rivales -el G-14, el clan que agrupaba a los 18 clubes más poderosos del planeta- se ha desintegrado. En este caso, se trató de un adversario intestino, surgido de sus propias entrañas, un engendro no deseado al que Joseph Blatter acusó de chantajista.

 

Ahora se dice que los clubes no pondrán más obstáculos para la cesión de sus jugadores a los torneos de selecciones organizados por la FIFA. Las oficinas del G-14 quedarán vacías a cambio de que sus equipos reciban una compensación por permitir la participación de sus jugadores en los mundiales y las competencias europeas (Foto: oem.com.mx) En compensación, las instituciones han pedido una indemnización a la federación correspondiente por cada integrante que se anime a tomar el primer avión para defender a su selección. Así quedarán todos conformes.

 

Lo que en realidad se trasluce es que hubo un conflicto de poderes. El fútbol se veía controlado entre dos sectores que pretendían su dominio absoluto: Blatter o el G-14. Después de la disolución de este, la FIFA ha salido fortalecida en esta situación y puede extender su ascendencia a otros ámbitos. Por ejemplo, sancionar a las asociaciones que no se plieguen a sus reglamentos peculiares. O presionar a sus federaciones satélites para que veten el fútbol en las ciudades de altura. Lejos quedaron los tiempos de la llamada "ley Bosman", en la que hubo una explosión demográfica de extranjeros en cualquier liga europea, un inconveniente que parece ser el próximo desafío de Blatter.

 

¿Podrá la Confederación Sudamericana de Fútbol persuadir a la FIFA de que en La Paz pueda jugarse al fútbol? Difícil por lo que se ve, así intervenga la OEA. Diego Armando Maradona propuso alguna vez la formación de una agremiación mundial de futbolistas, pero no tuvo mayor eco (Foto: sport.es) Las selecciones ya no se verán perjudicadas por recibir a sus jugadores, pero probablemente tengan que desembolsar un seguro contra accidentes a los clubes. ¿Alguna vez habrán pensado en los jugadores?

 

Por más que sean los protagonistas del espectáculo y del negocio, los futbolistas siempre se han sentido en la periferia. Menos preocupados en la política del fútbol que en sus réditos, nadie ha apoyado la idea que alguna vez tuvo Diego Maradona de formar una agremiación mundial de futbolistas. Ellos piensan que con jugar, entrenar y cobrar ya tienen suficiente.

 

Si los futbolistas no se preocupan por su propia integridad como profesionales, si la cohesión de los clubes no resulta suficiente para una confrontación y si las federaciones solo ven sus pretensiones monetarias y de estatus, la FIFA seguirá creciendo sus tentáculos de poder. Y no habrá organización mundial que la detenga.

 


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