El ángel que la guarda

Nunca antes Chile había estado tan cerca de ganar el Sudamericano como en 1955, torneo que aquel año organizó por quinta vez y al que llegó a la última jornada con siete puntos luego de golear 7-1 a Ecuador, 5-0 a Paraguay, vencer 5-4 a Perú y empatar 2-2 con Uruguay.
Pero Argentina también alcanzó la misma producción en la serie de todos contra todos, goleando incluso al mismísimo cuadro charrúa por 6-1 antes de llegar a la definición ante la roja el miércoles 30 de marzo en el estadio Nacional de Santiago, el mismo escenario que 60 años después tiene a ambas selecciones disputando el título de la Copa América.
Tan cerca, tan lejos
La expectativa en la capital chilena fue enorme. Llegó a tanto el fervor del público que muchos que fueron al estadio se quedaron en la calle sin poder ingresar. El equipo que dirigía Luis Tirado parecía contar con lo necesario para campeonar, pero su rival tenía a dos viejos zorros del fútbol conduciendo a Argentina dentro y fuera del campo.
Con Guillermo Stábile como DT y Ángel Labruna como estrella albiceleste, aún pese a sus 36 años, los argentinos terminaron por torcer a su favor el tema de la localía. Y es que con una buena defensa soportó la arremetida local, que duró media hora de juego, para luego generar frustración no solo en los jugadores chilenos, sino también en las tribunas, cargadas de entusiasmo al inicio pero cayendo en el desánimo con cada minuto en el que no se abría el marcador.
Controladas las situaciones de peligro, el siguiente paso que dio Argentina fue el de salir de su campo guiados por Labruna, quien libre de marcas dio rienda suelta a todos sus recursos de jugador veterano. Esa libertad con la que jugó fue el mayor error que cometió Chile y que decidió su suerte luego que el primer tiempo culminó sin goles.
Un plan concreto
Con el reinicio, el asedio de Chile recobró fuerzas con nombres destacados como los de Enrique ’Cua Cuá’ Hormazábal, Jorge Robledo o Jaime Ramírez Banda, pero el once albiceleste respondió siempre con la seguridad de su arquero Julio Musimessi, respaldado por la defensa cerrada de Federico Vairo y Pedro Dellacha (extécnico de Alianza Lima en 1992).
El trámite del partido se mantuvo igual hasta los 59’, cuando un ataque argentino acabó en pase largo de Arnaldo Balay y remate de Ángel Labruna, que manoteado por el meta Misael Escuti permitió la aparición del puntero Rodolfo Michelli, que marcó el 0-1. Aquel fue el segundo error de Chile en esa definición, pero no el último.
Con el marcador en contra, el local no tuvo mejor idea que la de soltar una lluvia de centros, de fácil resolución para los centrales argentinos. El mediocampo visitante se sumó también a esa misión para defender el resultado, delegando todo el trabajo de ataque a sus delanteros. De esa forma el tiempo se fue gastando en vano para Chile que se quedó casi sin nada luego del pitazo final del uruguayo Washington Rodríguez.
Mientras Argentina celebraba el campeonato, a los chilenos les tocó saborear la frustración pero también el reconocimiento de los suyos, que pese a perder aceptaron el buen papel que cumplieron en el torneo. Ahora, enfrentados nuevamente en la Copa América, la rivalidad entre uno y otro se mantiene intacta, aunque perder ya no sea una opción aceptable para ninguno.
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Recortes: revista Estadio de Chile
