Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.comLas propuestas innovadoras o de "fútbol intenso" de algunos técnicos del medio local este 2015 cosechan elogios, en general bien merecidos. ¿Pero qué problemas comunes encuentran en su ejecución para condecirse con resultados favorables? Acá, patrones comunes que podrían construir una agenda pendiente para el éxito de esa filosofía de juego en el país.

 

Parte este artículo de algunas premisas. En primer lugar, este es un intento desprejuiciado por hablar sobre fútbol. En tiempos actuales, las corrientes ideológicas en torno del juego han convergido al debate dual: el versus entre el llamado "buen juego" y el "ganar como sea" está en el tapete y genera polémica allí donde se lo plantee. Por eso, se hace hincapié en que este texto no pretende pararse en alguno de los dos extremos.

En segundo lugar, y por consecuencia de lo anterior, este artículo no cree que exista una sola manera de "jugar bien". Se entiende por este último término, para efectos de lo aquí escrito, a aquella disposición de juego que permita una respuesta eficaz y eficiente al equipo que la practica, lo cual en el fútbol, de manera indefectible -porque así está establecido por las reglas creadas en el siglo XIX- se mide a través de un indicador llamado resultado. Por tanto, se asume aquí que el logro del objetivo que se persigue a partir de una propuesta táctica es parte -y no la totalidad- de los elementos de juicio que permiten catalogar a aquella como buena o mala. Sean el guardiolismo más puro o el mourinhismo más extremos, a modo de revisitar a Menotti y a Bilardo.

En tercer término, este artículo no busca adherirse a una filosofía determinada o negar alguna otra. Lo que pretende es trazar un patrón común entre algunas propuestas con rasgos similares -al menos en términos de intención- y, bajo el entendido -demostrado por argumentos que se expondrán líneas luego- de que se trata de ideas interesantes que agregan valor al medio en que se desenvuelven, en este caso la Primera División peruana, intenta encontrar qué defectos también comunes comparten a fin de optimizar esa manera de jugar. Ese ánimo de crítica constructiva es el propósito de fondo de lo que acá comienza a desarrollarse.

El porqué del valor agregado

De 17 técnicos del fútbol peruano la Primera División 2015, hay cuatro que han sabido cosechar elogios de un sector de la afición y la prensa por el supuesto carácter innovador y arriesgado de sus propuestas de juego por encima del resultado. Uno de ellos, Daniel Ahmed, abrió el camino en 2014 con Sporting Cristal, con el cual además consiguió un título. De su vena salieron dos más: Mariano Soso y Jorge Espejo, sus asistentes en esa exitosa campaña, tomaron rumbos propios. Se marcharon a Real Garcilaso y a Cienciano, respectivamente, a prolongar ideas que, con matices, comparten un mismo norte: priorizar el ataque al arco rival del minuto 1 al 90, empleando la posesión de balón y la presión intensa como herramientas.

A ese grupo se ha sumado este año otro actor más, argentino como Ahmed y Soso: se trata de Cristian Díaz, el técnico de la Universidad San Martín, quien con metódico trabajo logró volver a un equipo ralo en nombres en protagonista del Torneo del Inca. Es la propuesta de Díaz, curiosamente, la que ofrece mejores argumentos para cuestionar la generalización fácil de "bielsistas" que se hace a los técnicos con esta filosofía: de las cuatro, quizá sea la que más intensidad visual ofrece, y él, antes que cualquier otra cosa, es un hombre de la cuña de César Luis Menotti, quien guió sus primeros pasos como futbolista en Independiente.

Por tanto, más allá de que el menottismo, el bilardismo, el bielsismo o el bianchismo existan innegablemente como corrientes, es más propio hablar en este caso, casi a modo de tropicalización, de un fútbol intenso que sin duda marca diferencias en un medio como el peruano. No es difícil entender por qué: se trata de un país históricamente acostumbrado a aplaudir el taco y la huacha así sean productivos o no. Por tanto, ante la ausencia de éxitos, sucumbe fácilmente al extremismo que condena esos recursos como íconos de un supuesto pasado glorioso que jamás volverá, y más bien pregona el recurseo como técnica para robar puntos en canchas artificiales y climas extremos que hacen de este campeonato, como bien reza la publicidad, el más duro del mundo en materia geográfica -sin un ápice de exageración-.

En ese sentido, lo que Ahmed, Soso, Espejo o Díaz proponen es valiosísimo. Porque, valga la redundancia, ponen en valor recursos que este fútbol tiene de manera natural, como el talento con el balón en espacios reducidos; pero no para el divertimento visual del hincha, sino para ampliar ese ámbito de dos metros cuadrados por tres en los que un jugador malabarista de balones tal como Mifflin Bermúdez -y esto no por confeso bielsista- podía ser el mejor del mundo a un espectro de toda la cancha en el que, por ejemplo, alguien de similares dotes para el trato de la pelota como Joel Sánchez se convierte en un volante todoterreno que sorprende a propios y extraños por su capacidad de desequilibrio combinada con potencia. O cómo propuestas así consiguen que la imagen icónica del '6' en el fútbol peruano transite del coraje robabalones del 'León' Rodríguez y el 'Puma' Carranza transite hacia la diversidad de recursos de un Carlos Lobatón multiplicado a partir de un equipo que funciona no para él, sino por él.

Así, sin descubrir la pólvora, lo de estos cuatro entrenadores "intensos" es significativo. Están aplicando a pleno en un fútbol habitualmente atrasado respecto de las tendencias mundiales lo que el Milan de Pirlo, Gattusso y Seedorf descubrió hace una década y que muchos manejan en discurso pero pocos habían realmente aplicado por acá: que la volante sea una zona del campo de extrema movilidad en la que todos marcan y en la que todos atacan. Y que los otros jugadores, los defensas y los delanteros, tengan tanto roles defensivos como ofensivos también en ambos casos. Son, pues, técnicos emprendedores en un medio reacio a los proyectos nuevos.

La agenda pendiente

No obstante, esas buenas intenciones, aun traducidas en una diferencia visual y física que el aficionado que observa el fútbol puede percibir y por lo general elogiar, se están topando con la prueba ácida del fútbol: el resultado no siempre las acompaña, cosa evidentemente natural porque este es un juego en el que unos ganan y otros pierden, más allá de que a veces nominalmente se empate. Y eso, quiérase o no, es el medidor de su éxito.

El primer tramo de 2015 trajo a la luz a un Cristal eliminado de la Libertadores por no poder resolver situaciones a favor cuando debió hacerlo, aun en circunstancias muy favorables: con notoria superioridad en el juego y hasta con el reloj de su lado. Los cerveceros no pudieron ganarle a Guaraní en Asunción pese a ser con largueza superiores en la aplicación del libreto táctico; no lograron ganarle a Táchira en Lima pese a contar con un penal sobre la hora y nuevamente tras dominar el trámite; hicieron un extraordinario partido contra Racing, pero no tuvieron manera de replicarlo en la vuelta -sobre todo- porque un error a poco del final hizo que en ese tramo el equipo decayera sobremanera, y finalmente fueron incapaces de ganar cuando había que hacerlo ante Guaraní para clasificar.

A su vez, la San Martín y Real Garcilaso se encontraron en semifinales del Torneo del Inca contra dos rivales de escuelas muy distintas entre sí pero sobre todo respecto de ellos: la de Sanguinetti y la de Navarro, respectivamente. En ambas llaves, lo propuesto por Díaz y por Soso superó en bastantes tramos tanto de la ida como de la vuelta a lo desarrollado por sus rivales; reflejo de eso, por ejemplo, es que jugadores como Joel Sánchez o Alfredo Ramúa hayan sido figuras notorias más allá de los resultados. Pero en ambos casos, los cotejos se decidieron en su contra, y encima eso ocurrió cuando todo indicaba que tenían viento a favor para ser los ganadores.

A partir de eso, pueden desprenderse algunos rasgos comunes:

LA PROPUESTA DECAE EN LOS MINUTOS FINALES. Sea por demérito propio o empuje del rival, los principales problemas que afronta esta filosofía de juego se dan en las partes finales de los partidos. Se dirá que en muchos otros partidos eso no ocurrió y que más bien salieron ganadores; pues eso no eso no está en discusión, sino que cuando perdieron lo hicieron justamente en esos lapsos.

A LA PROPUESTA LE CUESTA ENSAYAR UN PLAN 'B' CON MARGEN CORTO. De lo anterior se desprende que el tiempo para reaccionar cuando se recibe un gol es corto, por lo cual los equipos con propuesta "intensa" no tienen demasiado margen para reinventar los partidos. Por el contrario, se suele espetar de manera dogmática -aunque, a decir verdad, más de parte de defensores externos de la propuesta que de técnicos que suelen ser cautos en sus declaraciones- que esos técnicos mueren en su ley y siguen haciendo lo mismo aun cuando tengan el marcador en contra. Pues bien, ese supuesto apego a las convicciones que resulta aplaudible si se cree que la propuesta que se sigue es la mejor para ganar un partido, traducido a la generalidad deviene en terquedad, porque no todos los partidos son iguales. Desconocer la existencia de la circunstancia termina, quiérase o no, poniéndole a la idea firme el traje de falta de recursos para resolver una situación adversa.

LA PROPUESTA CONCEDE VENTAJA AL HACER LOS CAMBIOS. Esto es más marcado en el caso de Ahmed. Por tomar los ejemplos recientes, el DT de Cristal tiró ante Guaraní y Táchira, en sus primeras presentaciones coperas, sus primeras modificaciones recién a los 72 minutos. Posteriormente sí hizo cambios más temprano en el segundo tiempo, pero en general fue para el ingreso de César Pereyra, más para renovar ataque que para oxigenar al medio trajinador. La única excepción fue, curiosamente, en el cotejo en que se lo criticó por "cambiar libreto": ante Táchira en Venezuela, cuando a los 61' sustituyó a Josué Estrada por Edinson Chávez. En los otros casos, Díaz suele hacer los cambios antes que Soso -quien solo en 4 de 12 partidos en el año hizo el primero antes de los 60'-, pero ambos compartieron el mismo rasgo en los partidos que los eliminaron del Torneo del Inca: en los dos decisivos, tiraron los cambios a los 72' el de San Martín y a los 71' el de Real Garcilaso.

¿Causa o consecuencia?

Sin duda, los cuestionamientos anteriores no invalidan la propuesta "intensa". De hecho, y en lo que resulta muy interesante en materia analítica, quizá ni siquiera reflejen defectos propios de ella en sí misma, sino que posiblemente sean consecuencias naturales de su aplicación en un fútbol de extremas particularidades como el peruano.

Así, que los equipos peruanos decaigan en los tramos finales resulta algo habitual: lo que se conoce como #LaGranPerú ha ocurrido 20 veces en torneos internacionales a clubes peruanos en lo que va del siglo XXI. Para esto se ensayan razones múltiples, que van desde lo sicológico hasta lo físico. Y en ambos planos, la propuesta peca. En el aspecto sicológico, porque mantener una idea inalterable sin opción de revisarla es altamente riesgoso con jugadores acostumbrados a tirar la toalla mentalmente cuando el marcador se pone en contra; y ellos son sujetos que fácilmente pueden confundir el persistir en una idea de juego con el cruzarse de brazos y no otorgar esa cuota extra de esfuerzo que la situación adversa inevitablemente exige. Y en el aspecto físico, porque tirar cambios tan tardíos con futbolistas no necesariamente preparados de fábrica -amén del esfuerzo que seguramente hacen los preparadores físicos de estos equipos "intensos"- para un desgaste tan grande constituye un riesgo enorme, especialmente en algunas zonas estratégicas del campo.
En el fútbol peruano, Daniel Ahmed dio inicio a una corriente que en la temporada 2015 ha sabido multiplicarse con otros equipos (Foto: ANDINA)
Estos dos factores, que podrían asomar como estructurales para un caso como el del Perú, se entremezclan con uno más axiomático: el que sostiene que cualquier propuesta previsible en el fútbol es menos exitosa en términos potenciales que la que sabe ser imprevisible en el sentido correcto -y no en el de generar engrendros o inventos tácticos estrafalarios que buscan que la atención se enfoque en el técnico antes que en los jugadores-. Y por todo eso, quizá, esta propuesta de juego "intensa" termina teniendo vallas importantes por superar para traducirse en éxitos mayores, puesto que ya quedó claro que sí puede alcanzarlos, como lo hizo Ahmed en la temporada pasada.

Cuestionar no es pegar

El dogmatismo futbolístico del que este artículo deslindó en un inicio conduce al extremo de defender a capa y espada propuestas, dicho por vez enésima, valiosas. Por eso, las digresiones iniciales dejaron muy claro que lo de Ahmed, Díaz, Espejo y Soso no ha querido aquí mirarse al crisol del resultado en el sentido de que ese sea la única lupa para analizarlo, aunque sí como un indicativo que refiere en qué aspectos puede ser mejorado.

El debate que suceda a esta argumentación, seguramente, será intenso como la propuesta cuestionada. En cualquier caso, será para aportar, así como las -siempre mejorables- ideas de esos técnicos vienen haciendo con el fútbol peruano.

Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Foto: ANDINA


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