Tras un primer tiempo extraño, Alemania y Ghana regalaron en Fortaleza los que posiblemente hayan sido los mejores 45' de lo que va del Mundial. Una suma de emociones cambiantes, tácticas prolijas, técnicas depuradas, logros históricos y golazos, en un estadio que hirvió con un antológico 2-2.

 

Si el Arena Fonte Nova y los tres abultados resultados mundialistas que ha visto registrarse su cancha, en dos de los cuales estuvo DeChalaca, han hecho de Salvador la capital del gol, pues Fortaleza y el Arena Castelao bien merecen el rótulo de capital del aliento en lo que va de esta Copa del Mundo. Esta vez no fue por el eco al himno brasileño que pasmó a todos quienes, como quien escribe, tuvieron el privilegio de estar allí el último lunes en el empate entre la canarinha y México; fue por voces también en portugués, pero que se identificaban con una selección que no era la suya. Una africana que estaba dando el batacazo del Mundial.

No es exagerado decir que el gol de Asamoah Gyan, pues, fue uno de los más gritados en lo que va del certamen. De pronto, el Castelao comenzó a rugir por las 'Estrellas Negras' ghanesas como si el partido se jugara en el Baba Yara de Kumasi. El ensordecedor aliento a favor de los que jugaban de rojo y que en ese momento daban el gran batacazo del Mundial había opacado, por completo, a los gritos de "Deutschland" que bajaban en castizo alemán de la esquina de Norte con Oriente, de parte de los supuestamente 17 mil germanos que habían llegado a Fortaleza para alentar a su selección.
Ghana tuvo en este golpe de cabeza de Andre Ayew el poder de convicción para comenzar a voltear su historia frente a Alemania (Foto: AFP)
Y es que Ghana, más allá de lo natural que es que la hinchada local se ponga en contra de la Mannschaaft, acaso su mayor rival según lo que se ha visto en aras de que el título mundial no se vaya de Brasil, enamoró en este partido con su juego. Desde el arranque, dejó en claro que no había salido a amilanarse y que iba a jugarle de igual a igual al rival más encumbrado; que tenía personalidad para despejar hasta de chalaca si así era necesario y que era capaz de romperle líneas con ferocidad e intensidad. Porque tácticamente, su diseño fue muy efectivo: desdoble en primera línea con Rabiu y Muntari para el pase largo de Kevin-Prince Boateng, el más pifiado por los alemanes por su elección para jugar por Ghana -y por su lesión a Ballack en 2010-; pero a la vez el que más hizo pifiar a los alemanes en la cancha al enviar la pelota, casi siempre, para hacer daño por el carril de su hermano Jerome, por donde trepaba un André Ayew inmenso que, ya que de lazos familiares se habla, hizo explicar por qué a su padre le decían Pelé -y por qué salió alguna vez en Chalaca a La Fama-.

Ese libreto Ghana lo puso en práctica desde el primer tiempo, pero durante los primeros 45' falló algo: el balón se perdió por lo general en algún tiro cruzado desde la posición de André Ayew o de Atsu, cuando se iba por derecha, y no llegó al corazón del área. A Alemania le sucedió algo parecido: lo del falso '9' no funcionaba como contra Portugal básicamente por dos razones. Primero, porque Löw hizo una importante -y a la luz de la batalla, inconveniente- modificación táctica: no jugó con tres hombres en primera línea sino con dos, pues Kroos pasó a ser tercer lanzador, por el medio, lo cual restó opciones de movilidad sobre todo a Khedira y forzó de más a Lahm. Y segundo, porque como consecuencia de lo anterior Özil salía -buscando pelota- frecuentemente de la posición y, con Ghana bien parado en el medio, tanto él como Müller y Götze buscaban abrirse y armar diagonales para entrar tocando, cuando al frente tenían un equipo que, a ras de piso, sabía hacer las cosas mejor. Y como no había centrodelantero, la pelota tampoco llegaba limpia al corazón del área ghanesa.
Cuando Alemania no encontraba cómo volver a superar el fondo de Ghana, Miroslav Klose apareció como en los últimos mundiales para marcar su nombre en el marcador y la historia con un nuevo record (Foto: AFP)
Por eso, el primer tiempo fue extraño. Y por eso, el segundo tiempo, con su cara diametralmente más vertiginosa, candidatea con suficiencia al rótulo del mejor periodo que se ha visto a lo largo del Mundial. Porque Götze llegó como '9' en uno de esos tiros rasos y la metió mitad con la rodilla y mitad con la cabeza; porque Ayew recibió en el área al fin y cabeceó como los dioses, con un estiletazo que bien podría constituir una lección práctica del buen testarazo; y porque los otros dos que aparecieron como definidores, como goleadores, merecen sendos párrafos aparte.

Primero Gyan, con su definición implacable. Un derechazo a la carrera sensacional, inatajable para Neuer. Ratificándose como el goleador que es y sacando chapa para la historia: no solo es, por largo, el mayor goleador de su país en Copas del Mundo, sino que es el primer delantero africano que convierte en tres mundiales diferentes. Antológico lo del delantero que juega con la '3' y sigue más que vigente.

Y luego todos de pie para seguir aplaudiendo al gran goleador de los últimos años. Ese que, decían, iba solo al Mundial a rellenar lista, ya con la cotización más baja del plantel alemán. Pero quién no quisiera tenerlo. Quién no querría convocarlo siempre para garantizar una barrida como la suya, antiestética, con un puntazo. Quién no quisiera a Miroslav Klose para verlo hacer también historia, y mucho mayor: llega a 15 goles en mundiales y alcanza a Ronaldo justo con un gol ante Ghana, el mismo rival al que el brasileño le marcó. Y si el 'Fenómeno' lo hizo en Alemania, pues el 'Bomber' tenía que lograrlo en Brasil.

Hinchada, táctica, técnica, historia, golazos: todo lo que un partido necesita para ser sensacional. Este Mundial obliga a ir al diccionario de sinónimos para seguir buscando formas de calificarlo. En Fortaleza, pues, DeChalaca asistió a una nueva página repleta de los elementos que hacen del fútbol el deporte más hermoso del mundo.

Fotos: AFP

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