México, de regreso a la identidad de lucha y combate que siempre lo identificó y que le ha devuelto el técnico Miguel Herrera, sacó un brillante empate 0-0 ante Brasil en Fortaleza. 'Memo' Ochoa fue gran figura para no perder, pero una muy eficiente expresión colectiva lo puso cerca de ganar.

 

Se escuchará por tiempo, en adelante, que México rescató por primera vez un punto ante Brasil en mundiales gracias a una estupenda, soberbia, sensacional y magnífica jornada del 'Memo' Guillermo Ochoa, su portero titular. Ese que tapa con la '13' y luce rulos que esta vez escondió bajo la gorra imaginaria del Chavo del Ocho para agolpar, después de sus tres atajadas memorables, sobre todo esa del primer tiempo a una mano ante el cabezazo de Fred, las sensaciones de una Latinoamérica entera que se hizo, por 90 minutos, su hincha furiosa.

Pero hoy México fue más que un ícono, como el Chavo. Fue, más bien, un equipo con espíritu luchador, incansable: más parecido al Chapulín, y no solo por el colorado de la camiseta con que saltó al campo del Castelao. Lo fue también porque se mostró como un equipo con once chipotes tan chillones que no se cansaron de lanzar disparos desde cualquier punto del campo, apenas tuvieron el ángulo necesario, hacia el arco de Julio César. Y lo hicieron con convicción de estarse jugando el partido de la vida, y sin vergüenza alguna de que la rechifla resonara si la pelota eventualmente se iba fuera.
A Neymar le costó desplegar su juego, como en esta acción frente a los mexicanos Héctor Herrera y José Vásquez (Foto: AFP)
México, con el 'Piojo' Miguel Herrera, formó este equipo de base local que, sobre cualquier otra cosa, es uno luchador, terco, peleonero. Uno que batalla en el mediocampo con la salida notable de un inmenso Héctor Herrera y de Guardado, los dos más tercos empecinados en disparar desde donde fuera para hacer daño al rival. Y uno que atrás juega con cinco defensas pero no por eso se refunde en el fondo, sino que sale con frecuencia vía sus laterales e intenta, está dicho, desde donde y como puede. Es, pues, un México reencontrado con su identidad histórica: esa que, ante todo y como dicta la mano cruzada al pecho en su himno -que aquí en Fortaleza resonó así como el del local-, obliga a cada hijo de sus colores a ser un soldado y retumbar en sus centros la tierra al sonoro rugir del cañón.

Fue México, pues, el que tuvo más fortalezas para cantar en Fortaleza. Empezó su gente con el Cielito lindo, como quien tímidamente quiere caerle bien al local o espera, como único recurso, una mano de esas milagrosas como la de Ochoa ante Fred. Siguió con el "sí se puede", heredado de Cienciano acaso, pero que caía bien cuando ni Neymar ni Óscar ni Ramires podían trasponer esos costados tan bien cerrados por Aguilar y, sobre todo, Layún. Continuó con el "a la bim, a la bam, a la bim bom bam" cuando los costados con Aguilar y Layún ya no eran solo para marcar, sino para proyectarse y buscar a Oribe Peralta, quien a diferencia de Fred sí recibía a veces pelotas limpias. Y acabó, con el pitazo final del turco Cakir y después de ese tiro cruzado de Guardado que casi se cuela en el segundo palo de Júlio César y que habría impuesto ribetes de tragedia nacional en Brasil por la forma en que esa derrota habría llegado.
El cabezazo de Thiago Silva en el segundo tiempo encontró las manos de Guillermo Ochoa, que parado en la línea de su arco salvó varias ocasiones claras de gol (Foto: Reuters)
Por todo eso, no es exagerado decir que México, a pesar de haber tenido a su golero en jornada antológica, acabó más cerca de ganar el partido aquí en el Castelao. Porque Brasil fue avaro y muy tacaño en su segunda línea de volantes para distribuir pelota; porque Óscar, en vez de más desbordes como aquel del inicio del partido, se perdió en embates individuales; porque Ramires, reconvertido a hombre de segunda línea, se la tomó demasiado en serio, se pegó en extremo a la raya y nunca jugó por el medio; y porque Neymar, creyéndose -con un poco de razón- el salvador de su nación, lo quiso también hacer todo solo como contra Croacia y no pudo llegar al gol. Por eso, a pesar del apanado a Fred en redes sociales, es justo decir que el '9' de la Canarinha no tuvo a los asistentes necesarios para quedar en posición de anotar.

Así fue como los chapulines de estos tiempos salieron victoriosos sin tener que anotarle a Brasil, tarea que queda pendiente quién sabe para cuándo. Quizá para alguna instancia mayor que una primera fase, como en otras finales -de menores, olímpicas- que ya ha sabido ganarle a Brasil, esto en ratificación de la evolución de su fútbol. Pero por lo pronto, acá en Fortaleza reivindicó el valor de esa camiseta colorada de los mundiales antiguos, esos de blanco y negro en el que México era el comparsita y rival accesorio al que los grandes, como Brasil, le metían de a cuatro o de a cindo. Y por eso, aquí en Fortaleza, junto a la playa, el sol se pone con rancheras retumbando.

Fotos: AFP, Reuters

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