En 1947, Fernando Riera, acaso el más grande entrenador que haya producido el fútbol chileno, vivió su propio gran momento en la Copa América como jugador: anotó el gol que le permitió a Chile empatarle a Argentina en el Sudamericano de Guayaquil.
Auspicio Hyosung Perú

 

GUAYAQUIL, ECUADOR, 16 DE DICIEMBRE DE 1947. "¡Chile, Chile!" es el grito que baja de las tribunas al campo en coro de treinta mil almas. Pero no es el estadio de Ñuñoa el que ruge, sino el George Capwell, cancha del Emelec. Allí, el público guayaquileño se ha comprado el pleito: alienta sin cesar a la selección roja, que busca lograr la hazaña de robarle algún punto a Argentina, cosa que solo ha podido hacer cuando ha jugado en casa en tres Sudamericanos previos (1920, 1926 y 1945). Y esta vez, pese a perder desde temprano por obra y gracia de ese futbolista casi extraterrestre llamado Alfredo di Stéfano, Chile le planta dura pelea a un equipo al que siempre le ha costado enfrentar. Con un 'Sapo' Sergio Livingstone inmenso, comienza a aproximarse al arco de Julio Cozzi en el mismo primer tiempo.
Fernando Riera se anticipa a la acción del meta Julio Cozzi y define el tanto de Chile que le bastó para empatar con Argentina (Recorte: revista Estadio de Chile)
Al minuto 37, la funcionalidad del planteamiento del técnico Luis Tirado queda puesta de manifiesto. Miguel Busquets combina con José Sepúlveda, y este con Carlos Varela. La pelota llega a posición de ataque para que la reciba Raimundo Infante, piloto de área, quien logra eludir en gran maniobra al capitán rival Marante y le hace un vistoso sombrero para que ingrese, por derecha y en arremetida, Fernando Riera, puntero identificado con la Universidad Católica. El 'Tata' recibe con el pecho, amortigua el esférico y de manera letal, esquiva la salida de Cozzi con un remate cruzado y alto, inatajable. Chile le empata a Argentina 1-1 por primera vez fuera de su territorio.

En el complemento, Livingstone le sacó un gol hecho a Di Stéfano, pero los de la estrella solitaria también tuvieron ocasiones y quedaron, según las crónicas de su país, más cerca que nunca antes de lograr el triunfo, merced a la atrevida propuesta de Tirado. Pañuelos blancos se agitaron en las tribunas del Capwell para saludar el resultado, que tuvo como héroe a Riera, quien con la camiseta de la selección chilena disputó tres Copas América (1942, 1947 y 1949), además de un Mundial (1950) para totalizar 17 presencias y 4 goles. No obstante, lo suyo fue especialmente destacado como director técnico: entrenó a la selección mapochina que quedó tercera en el Mundial 1962 y, al año siguiente, fue designado por la FIFA para entrenar al primer equipo Resto del Mundo organizado para un amistoso. También fue subcampeón de Europa con el Benfica y pasó por banquillos como el del Espanyol de Barcelona, el Nacional de Montevideo y hasta el de Boca Juniors, como remarcando que a los argentinos sabía dejarles recuerdos.

Recorte: revista Estadio de Chile


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