Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comSúbitamente, un torneo que solo debería abrir un nuevo ciclo como la Copa América 2019 se empieza a entender como un potencial punto de quiebre para la selección peruana a partir del cual podría irle o muy bien o muy mal. ¿Qué se puede hacer para cuidar el avance estructural logrado hasta el momento?
    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

La Copa América ha sido en la última década, para la selección peruana, la catapulta hacia casi todo lo positivo que le sucedió. En Argentina 2011, con Sergio Markarián, se consiguió recuperar respeto del continente y capacidad de plantar competencia. En Chile 2015, ya con Ricardo Gareca, se logró el convencimiento de que el equipo podía mantener protagonismo continental y a la vez adaptarse al estilo más ofensivo del DT argentino. Y en la Centenario 2016, en Estados Unidos, el proceso de Gareca encontró el reimpulso que necesitaba para revisar sus términos y encontrar una nueva base, que finalmente le acabó devolviendo a la blanquirroja la presencia en la Copa del Mundo tras 36 años de espera.

Objetivamente y a la luz de eso, Brasil 2019 debería significar dos cosas para un equipo como Perú. Primero, la posibilidad de ponerse una valla más alta, ya que con dos podios y una experiencia mundialista en las espaldas, el equipo debería poder igualar o mejorar sus rendimientos anteriores en un torneo que, por su brevedad, históricamente le acomoda. Segundo, ser el primer piso de un nuevo proceso que también tiene como meta final una mejora: repetir la presencia mundialista y pasar la primera fase en Qatar 2022 -esto máxime cuando en 2020 se juega, con la Eliminatoria apenas empezada, una nueva Copa América que podría permitir reajustes como los de 2016-.

Sin embargo, a esta altura las preocupaciones en torno de la selección son, para variar, extremistas. Se habla por un lado de la idea de ir a Brasil a buscar protagonismo principal y, si es posible, ganar el torneo. Por otro, hay quienes interpretan a partir de la última conferencia de prensa de Ricardo Gareca que el DT está algo cansado de la coyuntura actual de la dirigencia peruana y que, si las cosas no van bien en el torneo, su ciclo podría asistir a un final adelantado.

Tanto Gareca como Pizarro se equivocaron. La anécdota no debe pasar de eso. (Foto: AFP) 

Lo cierto es que en una sociedad dominada por la necesidad del titular polémico, interesada por la huevadita antes que por la huevada, resulta totalmente natural que la búsqueda del morbo prime por sobre la búsqueda del desarrollo. Por eso, por ejemplo, fue particularmente infeliz el cruce de declaraciones entre el entrenador de la selección y Claudio Pizarro: porque alimenta, y ambos son plenamente conscientes de ello, la inestabilidad de esa cápsula llamada selección que logró lo imposible como representante de un fútbol caótico que representa a un país disfuncional.

El problema central al respecto no es que Gareca fuerce una interpretación antojadiza de declaraciones y Pizarro conteste con un tuit desafortunado: ambos son seres humanos y, como tales, pueden cometer exabruptos. El problema es que quienes deberían ante una situación así poner paños fríos ahonden la brecha al tomar partido por uno y otro como si se tratara de dos deidades intocables.

La idealización, pues, está bien para los hinchas, aun a costa de desagradables declaratorias de amor en redes sociales como las que -incluso de parte de gente con educación- se leen hacia Gareca o hacia Pizarro, tipos queribles pero falibles. Y esa idealización -el de Paolo Guerrero es otro caso emblemático al respecto-, trasladada a una selección que necesita seguir creciendo, acaba siendo una fuente de estrés más que una muestra de cariño.

Perú tiene hoy una base humana estable de la que otras selecciones sudamericanas carecen: ¿no es una chance para solamente pensar en desarrollar y crecer a partir de lo ya ganado? (Foto: Prensa FPF) 

Como casi nunca en la historia, la selección peruana tiene en esta Copa América 2019 la posibilidad de empezar a construir el segundo piso de una casa que, aun construida sobre una zona sísmica como aquella en la que habitamos, ha puesto muy dignos cimientos en el primero. Es momento de dejar atrás, como sociedad futbolística, esos arrebatos que nos han llevado por décadas a tumbar siempre la casa vieja para intentar edificar una nueva pintada de blanco y rojo.

Por todo eso, la aventura de Brasil necesita ser entendida como lo que es: un simpático reto, un primer intento por poner el techo más alto, pero al fin y al cabo el inicio de un nuevo ciclo que debe durar cuatro años no porque lo guíe un pastor o un mesías iluminado, sino porque a cargo hay un buen técnico de carne y hueso que ha demostrado hacer bien su trabajo.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com


Comentarios ( 1)add
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escrito por Ernesto Trujillo , June 06, 2019
Excelente articulo, como casi siempre. Felicitaciones y ojala sean cada vez mas leidos par poner un minimo de cordura en toda esta locura que el futbol peruano.
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