La Champions cobró una inesperada víctima. La salida de Claudio Ranieri ha provocado distintas opiniones: la mayoría va a favor del italiano y considera incomprensible su despido de parte de un club al que le dio su único título liguero en 133 años de historia. Sin embargo, podría no ser una decisión del todo descabellada y traslucir un problema más de forma que de fondo.
    Diego Rodríguez | @diroda86
    Redactor

Nombrado mejor entrenador del 2016, campeón de la Premier League, clasificado por primera vez a la Champions. El Leicester de Claudio Ranieri era una historia digna de contar a los nietos en cualquier rincón del planeta. Siempre es entrañable la identificación con equipos de menor presupuesto en un fútbol cada vez más absorbido por la publicidad y los contratos millonarios.

Aterrizando la realidad, el nivel de la Premier League el año pasado fue mediocre: segundo fue el Arsenal y tercero el Tottenham. El equipo presidido por Vichai Srivaddhanaprabha obtuvo 81 puntos, solo 5 encima de la famosa media inglesa que es consecuencia de ganar todos tus partidos de local (57 puntos) y empatar los de visita (19). El segundo peor puntaje para un campeón desde que en la 2007-2008 se denominara Barclays Premier League.

Tras la campaña excepcional con nombres propios, llámense Jamie Vardy, Danny Drinkwater, Kasper Schmeichel, Riyad Mahrez o Islam Slimani, el plantel no se trastocó. La base se mantuvo y solo N’Golo Kanté se fue, al Chelsea. Sin embargo, ya todos miraban diferente a los zorros, y en sí la Premier League fue el certamen que más gastó en refuerzos: sobre todo porque el Chelsea -actual líder- y el Manchester United no querían volver a tener una temporada tan desastrosa.

Jamie Vardy estuvo con la pólvora apagada en la temporada 2016/17 con Leicester (Foto: AFP) 

Claudio Ranieri, entrenador de moda a principios de temporada, tuvo varias ofertas pero el decidió quedarse en el club del centro de Inglaterra pues sabía que iba a enfrentar un año complicado. La realidad fue la predicha: hoy Leicester está ubicado en el decimosétimo lugar, a un punto del descenso, con apenas 21 puntos en 25 partidos. Además, la tendencia no pinta para mejorar, pues durante todo 2017, antes del partido contra Sevilla los zorros solo habían logrado un punto en seis partidos y no habían marcado gol alguno. De hecho, Vardy no anotaba desde setiembre, como muestra del nivel comparativo frente al año anterior, en el que marcó 24 dianas.

Sustancialmente al Leicester le conviene más priorizar la permanencia que avanzar hipotéticamente en la Champions League, pues a que el resultado en Sevilla no le deja virtualmente eliminado como sí por ejemplo le ocurre al Arsenal con la derrota 5-1 en Münich. El buen producto que ofrece la Premier League le asegura al Leicester, además, mejores ingresos económicos manteniéndose en la mayor categoría que avanzando de ronda en el máximo torneo continental. Fuera de haber quedado primer puesto en su grupo (fue cabeza de serie), tal ubicación es más un demérito del Porto, que pese a golear 5-0 a los zorros en la última jornada no logró desplazarlos.

Dicho esto, la salida de Ranieri no es del todo jalada de los pelos, fuera del largoplacismo que impusieron clubes ingleses como el Manchester United de Alex Ferguson o el actual Arsenal de Arsene Wenger. ¿Era conveniente mantener al italiano? ¿Por qué se decidió sacarlo ahora y no antes de enfrentarse al Sevilla? ¿Fue la forma correcta o debió esperarse a fin de año como gratitud a los logros que obtuvo?

Claudio Ranieri pasará a la historia del Leicester City tras la obtención de la Premier League 2015/16 (Foto: EFE) 

Racionalmente, las respuestas marcan que la directiva del Leicester tuvo la razón. Fuera de los anhelados proyectos que Ranieri quería tener con el Leicester, su bagaje no era esperanzador; su idea de juego no cuadraba y tenía como precedente haber dirigido al Atlético de Madrid en las primeras 26 jornadas de la temporada 1999/2000, año en que finalmente el cuadro colchonero descendió. Ha tenido una trayectoria de altibajos: logros sumamente enriquecedores mezclados con bajones alarmantes que desde 2004 no le permitieron estabilidad mayor a dos años en ninguno de los siete equipos que dirigió.

Alejado de los rumores que sitúan a Roberto Mancini como principal candidato a relevarlo, la salida es apresurada no teniendo a un recambio ya asegurado. Craig Shakespeare es el nombre del entrenador interino, y al Leicester le quedan 13 finales en busca de la permanencia, además de la vuelta contra el Sevilla el 14 de marzo. El problema también será la ruptura del vestuario, pues para los jugadores que iban a muerte con el proyecto de Ranieri -que les dio fama y ofertas de clubes con mayor estabilidad- la Champions es, definitivamente, una vitrina mayor para las posibles ventas de Vardy al Arsenal o de Mahrez al Chelsea, rumoreadas desde inicios de año y que parecen haberse difuminado con la crisis de resultados.

Fuera de diferentes opiniones -más emocionales-, el fútbol es así: un día eres rey y el siguiente, plebeyo. Los mismos jugadores saben que sus carreras son cortas, por lo que es comprensible pensar más en ellos que en aferrarse a un club. Cada uno determina hasta donde quiere crecer: la hazaña de Ranieri no será olvidada y el Leicester aún puede rendirle homenaje, pero su momento ya había vencido. Ya los dueños -de origen tailandés- han dejado claro que no hubo ruptura en el vestuario y que la dura decisión ha sido netamente basada en las últimas seis derrotas, en un deporte en el que casi siempre mandan los resultados.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Fotos: AFP, EFE


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