Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comEl Ajax avanzó luego de trece años a octavos de final de la Champions League. La reivindicación de un histórico de Europa se produjo ante el AEK, un rival significativo en lo histórico y estadístico, y lamentablemente empañada por las riñas entre ultras, también con motivaciones sociopolíticas detrás.
    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

Significaba demasiado para el Ajax poner el pie en Grecia en un día especial. Griego fue el rival que le reportó su primera Copa de Europa, allá por 1971, en los albores del fútbol total de Rinus Michels. Esa vez el Panathinaikos, ahora su gran rival ateniense AEK, que también sabe despertar nostalgias en Amsterdam-Oost. Porque en setiembre de 1994, en el inicio de aquella última campaña gloriosa europea de los Van der Sar, los De Boer, los Davids, los Seedorf y demás hijos ilustres de la libreta de Van Gaal, el Ajax pasó por el Olímpico Spyros Louis y le ganó 1-2 (goles de Kluivert y Litmanen) al cuadro aurinegro, al que nunca más había vuelto a ver hasta la fecha.

Hasta una fecha que no era cualquiera porque estaba llamada a reivindicar trece años de largas amarguras. De rol de comparsa en un torneo que cada vez iba dejando más su rótulo de grande en los libros de historia. Porque entre el reparto de la torta televisiva y las ventas directas de Sudamérica y África a los grandes de Europa, el Ajax fue perdiendo ese brillo de cantera y trampolín que lo hizo temible. Se acostumbró a las goleadas en contra ante los rivales con los que empezó este siglo compartiendo el extinto G-14, y que de un tiempo a esta parte lo miraban con desdén.

El proyecto reciente del club, que el año pasado lo depositó en la final de la Europa League 2016/17, ha estructurado éxito progresivo sobre la base de su histórico mejor atributo: el de incubadora de cracks. Pero esta versión corregida y mejorada de Erik ten Hag añade una variable crítica: equilibrio. Hay un hombre grande en cada una de las líneas compuestas por entusiastas jóvenes. Porque a saber, este Ajax es un equipo de neta base Sub-23 salvo tres nombres. Atrás, Daley Blind y su despliegue multidireccional, como acompañante de toda salida. Al centro, Lasse Schöne como mariscal de campo y dueño de los balones parados. Y arriba, Dušan Tadić como eje mixto de desborde y finalización.

Ajax demostró su efectividad ante AEK. (Foto: EFE) 

En el día 'D', a la hora 'H', estuvieron los tres. Blind se lanzó sobre el campo ateniense cuando pudo, marcando tiempos y encabezando el pressing necesario para aclararle al AEK que al frente estaba uno de esos grandes de Europa que de localías no entiende. Schöne le pegó hasta tres veces directo, de tiro libre, al arco de Vasilios Barkas para tenerlo a raya. Y Tadić compró los huachitos de la suerte con su doble aparición, primero con un penal sabiamente ejecutado y luego con su tiro cruzado para gritarle al Viejo Continente que De Godenzonen están allí, de vuelta, imbuidos de protagonismo.

Los demás, por cierto, no solo corren. André Onana es un arquero todavía en crecimiento, pero seguro; Matthijs de Ligt es ese capitán de 19 años que creció con galones en la piel y por eso va al choque sin miramientos, como en su aparatosa caída junto al rocoso Dmytro Chygrynskiy en un balón aéreo; Frenkie de Jong rinde honor al apellido con su manejo de tiempos, y del olfato goleador y a ratos asesino de Kasper Dolberg ya se ha hablado en DeChalaca. ¿Una cerecita al menú? Desde el banco este equipo puede lanzar a Klaas-Jan Huntelaar, un emblema que volvió a casa para ser referente de lujo a tipos a los que casi dobla la edad y crecieron con su wallpaper.

Ese es el Ajax, que llegó a Atenas a causar lío en todo sentido porque en las calles sus ultras se pegaron con los del AEK todo lo que pudieron, en delictivos actos en los que no operaron de manera solitaria. Sucede que la AFCA, la facción de hooligans más fuerte del cuadro judío de Amsterdam, es aliada de la Gate 13, la fuerza de choque de los ultras del Panathinaikos, que está dicho es gran rival del AEK. Así, ambos grupos se juntaron con la Jude Gang del KS Cracovia polaco -otro club estrechamente vinculado con la población judía- y causaron desmanes.

Los violentos también estuvieron en Europa. (Foto: AFP) 

Lo curioso es que a diferencia de lo que suele ocurrir en ese tipo de embates étnico-políticos, el AEK no está parado en algún lado fascista o antisemita. Más bien es un club con extracción de izquierdas, fundado en 1924 por refugiados griegos de Constantinopla y que hace cinco años suspendió por una temporada a su jugador Giorgos Katidis por celebrar un gol ante el Veria por la Superliga local con el saludo nazi. De hecho, su prédica antisistema ha llevado a sus fanáticos a tender lazos con los ultras del Partizan, otro equipo pro-izquierdista con el que desarrolló amistad desde que en 1999 jugaron un partido en honor a los caídos en los ataques de las fuerzas de la OTAN a Serbia.

Así, los enfrentamientos vistos en TV -sin tanta pompa como los disturbios del fin de semana en Buenos Aires en la frustrada vuelta de la final de Libertadores- fueron de ultras identificados con tres clubes contra sus pares de otros dos. Con mayor o menor profundidad ideológica, violencia es nada más que eso: violencia lisa y llana, que empaña el balón pero nunca lo ensucia tanto como para que una alegría que al Ajax le costó trece años quede opacada.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Fotos: AFP


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