Foto: UEFAJürgen Klopp pudo ganar su primer título europeo y le entregó al Liverpool su sexta Copa de Europa. Tras el tempranero gol de Salah, el cuadro red supo sufrir y el 2-0 sobre el Tottenham fue el cierre perfecto para una temporada que en un momento pareció se le quedaría en blanco.
Juan Diego Gilardi | @jd_gr90
Columinsta editorial

El gol de Arjen Robben en 2013 en Wembley, el doblete de Coke que le quitó la Europa League, los goles improbables de Gareth Bale hace apenas un año. No debe ser muy difícil imaginar qué imágenes se le estaban pasando por la mente a Jurgen Klopp cuando corría el reloj, el tiempo agonizaba y la gloria se veía más cerca. El Liverpool se había adelantando antes de los 3’ gracias al penal convertido por Mohamed Salah y desde ese momento había intentado manejar los tiempos, con mayor o menor éxito, el desarrollo del partido. Hasta que llegó el zurdazo de Divock Origi y por fin la alegría pudo ser desatada.

No es gratuito que durante tantos años se haya comparado a los equipos de Klopp con el ritmo frenético y enérgico del heavy metal. Su sello es la electricidad y eso determina el vendaval en el que sus dirigidos efectúan las transiciones ofensivas. Sin embargo, esta temporada el Liverpool aprendió a ser cauto y a no gastar en esfuerzos en rematar al herido si ya ha conseguido hacerle daño.

Por eso, tras ponerse en ventaja tan temprano, el 4-3-3 se vistió de conservadurismo y retrocedió líneas para darle la pelota al Tottenham donde menos le hacía daño: entre Jan Vertonghen y Toby Aldelweireld. Sí: estos 'Spurs' que aprendieron a sufrir y supieron sacar ventaja de la adversidad durante su campaña en la Champions League se encontraron con un equipo que no los subestimó y les cortó los canales de comunicación.

De ahí se explica que el único camino para los de Mauricio Pocchetino fuera aprovechar la velocidad de Son Heung-Min a la espalda de los centrales para intentar encontrar el arco de Alisson. Así, el músculo que ofrecía Moussa Sissoko solo sirvió para romper en su propia mitad de la cancha, mas no para superar líneas defensivas y activar a Christian Eriksen. Dele Alli, por su parte, andaba tan preocupado en hacer indetectables a sus rivales que también se volvió invisible para sus compañeros. Todo eso dejaba a Harry Kane aislado y reprochándose la lesión que le había generado una inactividad que esta vez le impedía influir sobre el juego.

Fue una final, entonces, de mucho choque y poca claridad. Lo emocional pesa y ningún jugador en ambos planteles sabía lo que era levantar un trofeo con esa camiseta. La ansiedad del Liverpool por no quedarse en blanco lo obligó a ser más reservado que lo que le convenía y el Tottenham se vio superado por las enormes circunstancias en las que se encontraba. No es fácil estar tan cerca de la -inusual- gloria.

No queda a esta hora mucho más que aplaudir y admirar el legado de Klopp en la ciudad de The Beatles. Llegó cuando el Liverpool era un gigante dormido que se cuestionaba si alguna vez había sido grande de verdad. El alemán impuso su sello, potenció a jugadores que la hinchada ni quería ver y, poco a poco, fue armando una plantilla que se adaptaba a la perfección a su idea.

Ahora Klopp, seguramente con el respaldo de haber tocado la máxima gloria continental, irá aún más recargado por ese objetivo que hace casi tres décadas se viene haciendo imposible para los reds. Que se agarren en Inglaterra; el dueño de Europa quiere ser el rey en su casa, casi como un signo de estos tiempos en que lo global y lo local no son lo mismo ni son iguales, pero a veces exigen salir y triunfar para luego volver y hacerlo.

Los Goles

Fotos: UEFA


Leer más...

La ficha del Liverpool 2 - Tottenham 0

Comentarios ( 0)add
Escribir comentario
quote
bold
italicize
underline
strike
url
image
quote
quote

busy