Ecuador - Perú: Es que no me tienen paciencia
Pocas veces tenemos, como peruanos, la posibilidad de ver a una selección -y una de menores, para esto- debutar en un torneo ganándole bien a su rival y siendo mejor en la cancha. Pocas veces hemos podido ver a un equipo con una clara idea plasmada en el campo y un correcto entendimiento de lo que es el juego colectivo, el juego para que se muestre el equipo antes que el individuo; el juego que hace que todos ganen. Si algo se ha de rescatar del partido con Ecuador es eso: la idea impregnada de que con orden y sin individualismos imperantes el resultado favorece a todos. Y eso hay que agradecérselo a un técnico que tiene ya algún tiempo en su puesto y ha sabido trasladar sus ideas a los jugadores.
No por eso la conclusión debe ser que Perú hizo un gran partido. No estuvo muy cerca del verdadero nivel que este equipo, con confianza y tranquilidad, puede mostrar en la cancha. La conclusión es que Perú superó las adversidades que solo se fue implantando -la ansiedad- y descifró la manera de superar a su rival.
La introducción
Es de esperarse que el inicio de un torneo de menores genere mucha ansiedad en jugadores que aún se encuentran en una etapa de desarrollo y que pocas veces han jugado bajo la presión de acceder a un torneo olímpico o un mundial. La primera parte del partido estuvo marcada por esa ansiedad, esa mezcla de ganas y de nervios que domina al jugador joven que sabe la responsabilidad que tiene encima. La consecuencia inmediata es la insistencia poco pensada de un juego que no es el ideal del equipo ni el arma correcta para hacerle daño al rival. Si algo tenía claro Víctor Rivera es que a Ecuador no se le va a ganar por físico, por velocidad o con juego aéreo. A pesar de eso, el primer tiempo estuvo plagado de pelotazos largos, centros al área y posiciones algo desordenadas que, sin significar que Perú no tuvo la pelota, le dio facilidades a un rival que en cuatro toques desbarató nuestra defensa en un contragolpe y terminó en un gol anulado por circunstancias milimétricas.
Los mejores momentos de Perú pasaron por un Carranza que se enchufó a jugar por el piso y de manera sabia, por un Peña que se conectó mejor con sus compañeros sin insistirles un ritmo que no tienen, por juego corto y vivo por el medio más que por los costados. Las dos o tres situaciones más claras partieron de jugadas de ese tipo, de un tiro libre que se convirtió en jugada de laboratorio o un pase a las espaldas de los defensores ecuatorianos cuando el momento daba para ello.
El desarrollo
Tal vez lo que mejor le vino a Perú fue el descanso. Esos 15 minutos que pueden ser salvadores o fatales y que el 'Chino' Rivera transformó en lo primero. Le puso paños fríos al asunto, transmitió la confianza necesaria para que sus jugadores cumplan con su juego y el resultado fue un equipo con mucho mayor orden defensivo, conciencia de que la recuperación de la pelota empieza desde la media cancha y que el juego rápido y simple por el piso es el arma más letal de Perú.
A eso le siguió un contragolpe a los dos minutos de iniciado el segundo tiempo. Carranza recuperó un balón que había perdido en la mitad de la cancha, se sacó a un rival y, con confianza, tiró para adelante. Pase a Canales, quien comprende que no hay que estar a la altura del área para sacar un centro y definición de Succar con más dirección que muchos jugadores de nuestra Primera División. La muestra que el juego tranquilo sabe más que el atolondrado.
Se mejoró muchísimo a partir de entonces. El equipo se paró mejor en la cancha y las arremetidas de Corozo, Mercado y compañía, que hicieron daño en el primer tiempo, perdieron profundidad y peligro al encontrarse con una última línea más en sintonía. La posesión se sintió más peruana que ecuatoriana y, a falta de muchas ocasiones claras en el arco de Xavier Cevallos, el juego encontró un mayor sentido de la colectividad. Después de todo, más vale saber tenerla que llegar como sea al otro arco a probar suerte.
El cierre
La tranquilidad de manejar la pelota con inteligencia y tener el marcador a favor hizo que Perú encuentre un mejor ritmo. Un ritmo que le quitó a Prieto el protagonismo de haber salvado reiteradas veces en el primer tiempo y que se transformó en la liquidación de Ecuador con un contragolpe que partió desde nuestra propia área. Da Silva, quien había ingresado junto con Ugarriza y luego Siucho -en una clara intención del DT de sumar volumen ofensivo–, recorrió la cancha con el balón unos 70 metros hasta el área rival, para que luego le quede la pelota servida a Succar y sentencie sin arquero.
Perú cerró con más fútbol del que inició; con más tranquilidad e inteligencia de la que dispuso al comienzo. No fue el mejor Perú. No es la mejor versión de este equipo ni la que se espera dispute el resto del torneo. Falta consolidar juego, presionar más al rival y ser más letal en los ataques. Le falta, también, conservar el orden, aquel que fue itinerante en el primer tiempo y constante en el segundo. Que los jugadores entren en mayor sintonía y comprendan mejor el ritmo que tienen, que se desarrollen bien no solo con la pelota sino también sin ella. Si algo tuvo Rivera y el resto del equipo fue paciencia. Paciencia para entrar en calor, para asentarse en el partido y para empezar a desplegar su fútbol. Paciencia. Cualidad que no muchos tienen en el fútbol, y menos por estos lares. Y si queremos ver a este equipo en su mejor nivel, tengámosla también.
Composición fotográfica: José Salcedo / DeChalaca.com
Fotos: AUF, Reuters