Ilustración: Lenin Auris / DeChalaca.com

Jimmy Balarezo | @jbalarezo_
Redactor

Hace exactamente 25 años se anunció una de las noticias más tristes en la historia del deporte rey: con tan solo 30 años de edad, y sin embargo más de 800 días sin pisar terreno de juego, el ariete Marco van Basten (Utrecht, 31 de octubre de 1964), una auténtica leyenda neerlandesa e imposible de olvidar en una discusión por el mejor delantero centro de la historia, confirmó entre lágrimas que dejaba el fútbol, pues el dolor de la última de sus lesiones era ya insoportable. Como al quitarle un dulce a un niño, la noticia dejó incrédulo y estupefacto al mundo del fútbol, deprimido de perder a una de sus figuras más importantes del momento.

El doctor suizo Rene Marti, encargado de su tratamiento, declaró alguna vez a la prensa sobre el gran delantero: "Siempre ha jugado al fútbol como un bailarín de ballet, como si fuera Nureyev con un cuerpo colosal pero con un tobillo que no puede con la presión". Y es que las lesiones fueron el gran enemigo de su carrera. Aún a ese pesar, el delantero, popular por su corpulencia de 9 de área pero finura de un clásico volante, supo convertirse en un jugador de época.

En el que sería tan solo un adelanto de la grandeza por venir, Van Basten debutó un 3 de abril de 1982 contra el NEC Nijmegen. No solamente marcó un gol con sus tiernos 17 años aquel día, sino que ingresó por quien tal vez fuera el jugador más influyente de la historia del fútbol: Johan Cruyff. Fue su único partido liguero esa campaña, pero las siguientes le servirían para consolidarse en el primer equipo como goleador de la Eredivisie en cuatro de las seis temporadas que disputó. Terminó marcando hasta 152 goles en 172 partidos disputados para los de Ámsterdam. Su gol más recordado sería frente al FC Den Bosch, con un espectacular remate de chalaca.

 

 

Su meteórico despegue, y tras Cruyff aconsejarle partir a Italia para ganar relevancia internacional y categoría, sirvió para firmar en 1986 por el AC Milan, que desembolsó dos millones y medio de dólares por su nueva estrella. Pero si su debut como profesional en el Ajax había adelantado la grandeza del espigado goleador, su traspaso al rossonero, aunque glorioso en materia de títulos y goles, también sería un adelanto de una serie de desgracias.

Para empezar, tuvo que esperar casi un año para poder jugar en filas milanistas, ya que los papeles de su traspaso no se pusieron en orden sino hasta después de cerrada la ventana de fichajes, por lo que tuvo que permanecer un año más en el Ajax. Y en ese lapso, tendría que pasar por primera vez por una operación quirúrgica al lesionarse el tobillo derecho, por lo que se perdió el tramo final de la campaña. Ya llegado a Lombardía se operó de la clavícula, lo obligó a perderse gran parte de su temporada debut, y solo pudo hacerse presente tres veces en el marcador, aunque igualmente se coronó junto a su equipo campeón de la Serie A.

Pero si su carrera parecía dar un pequeño freno, esa no fue más que una efímera impresión: En el verano europeo de 1988 fue convocado por Rinus Michels para la Eurocopa de Alemania, y así el mundo se volvió testigo de una fenomenal aparición. Van Basten, quien entonces ya tenía historia con la selección pero se había visto interrumpida casi por un año por las lesiones, no jugó el primer partido del certamen en que su selección cayó por 1-0 frente a la Unión Soviética, pero luego debutó en Düsseldorf ante Inglaterra con un inolvidable hat trick. Se empezó a ganar así a Europa y al mundo entero, que estarían próximos a avizorar uno de los goles más recordados de aquella década, cuando nuevamente convirtió ante la Unión Soviética, pero ahora en la final.

 

 

"El balón me llegó de Arnold Mühren y pensé: 'Bien, puedo controlarlo y tratar de hacer algo entre todos esos defensas, o podría hacerlo de un modo más fácil, arriesgarme y disparar'", declaró el delantero años después. Tras el centro, Van Basten había hecho parecer simple una volea imposible. Casi a la altura horizontal del arco, pero desde un costado del área chica, demostró toda su delicadeza y toda su potencia a la vez, empalmando el envío con un remate imposible para el portero soviético. En el Olympiastadion, se había consagrado campeón del torneo con su selección -que hasta la fecha no ha vuelto a hacerse con la Eurocopa-, goleador del torneo, y sobre todo una figura que retaba a quienes a quienes acusaban tal vez el único pero de la "Naranja Mecánica": les faltaba un referente del gol. Y Van Basten llenaba los zapatos del perfil que se exigía.

Coronado con el Balón de Oro en tres oportunidades, y aquel glorioso año de la Eurocopa siendo el primero, al punta no le costó demostrar su excelencia en Italia: tres títulos de Serie A, dos Campeonatos de Europa, dos Intercontinentales, dos Supercoppas italianas y dos de Europa con los rossoneri, con él siempre como protagonista. Marcó hasta 90 goles en 147 partidos, y se ganó el respeto de admiración de todo el espectador deportivo. Máximo representante de los inmortales de Sacchi y, posteriormente, de los invencibles de Capello, el '9' consolidó la grandeza de su figura.

Sin embargo, las lesiones nunca lo dejaron en paz, y en diciembre de 1992 se volvió a resentir de gravedad, para después de una larga pausa volver, e infiltrado, ante el Olympique de Marsella en la final de la Liga de Campeones. El dolor no le permitió ser él; salió sustituido a poco del desenlace embebido por el dolor, y a pesar de la caída de los suyos por 1-0, la pérdida que más lloró el Milan fue la del neerlandés, quien nunca más pisó una cancha de fútbol como jugador profesional.

En el día del duro adiós, con San Siro a sus pies. (Foto: Twitter)

Aún sin haber jugado por más de un año, Dick Advocaat intentó convocarlo para el Mundial de Estados Unidos, pero no le fue posible. Muy a su pesar, cuatro operaciones quirúrgicas y más de dos años después, Van Basten se vio forzado a anunciar su retiro. Un 18 de agosto de 1995 el estadio de San Siro se repletó para despedirlo.

Después de muchos años volvió a la escena para ser entrenador de la selección holandesa y del Ajax, Heerenveen y AZ Alkmaar, pero no llegó a ponerse nunca al nivel de quien fue el Van Basten jugador: un delantero exquisito a la vez de duro, técnico a la vez de potente, estético con los pies como pocos, y que siempre dejó la sensación abierta de que con una mejor suerte con sus males físicos, habría sido el mejor '9' de la historia.

Ilustración: Lenin Auris / DeChalaca.com
Foto: Twitter
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