Ilustración: Lenin Auris / DeChalaca.com

La noche de la sierra ecuatoriana, con minúscula, fue de él. No porque le detuviera el balón a un maestro de los balones parados como José Luis Sierra, sino porque la mayúscula la aportaron sus guantes. Incólumes no solo en la atajada al 'Coto', sino sobre todo arrastrados a los pies del delantero más temible del momento no en Cuenca, no de Chile, ni siquiera de América: Iván Zamorano era en aquel junio de 1993 el '9' del Real Madrid, el temible 'Bam Bam' del que Raúl Maraví narraba goles todos los fines de semana en la televisión.

Y a Zamorano le tapó todo. Con uñas y dientes, con arrojo y denuedo. Porque si de los arqueros se dice que sudan menos que el resto, ya que no se mueven de su arco, este siempre transpiraba tanto o más que todos, con la cabellera rizada llena de gotas de esfuerzo por amurallar a nuestro vulnerable Perú de principios de los noventa del acoso de tanto rival superior. Aunque sin duda esa noche fue consagratoria porque el rival era el de siempre y ante ese, nuestra selección que como hábito cerraba todas las tablas de posiciones en el sótano junto a Venezuela terminó contra todo pronóstico primera. Sí: primera de su grupo en Copa América, con Brasil, Paraguay y Chile como rivales.

Desde entonces, su carrera se enfiló a eso: a desafiar a la superioridad. Eran épocas en que no existía confianza en los porteros peruanos y todo lo de afuera sabía mejor. Él ya había obtenido su primer título en 1991 con Sporting Cristal con una señal al respecto: aprovechó la chance que le quedó tras una lesión de Carlos Castagneto y confinó al argentino al banco el resto del año. Lo mismo ocurrió en su impecable momento en la selección, en la que después de todo lo que se había bregado para la nacionalización de Juan Carlos Zubczuk, el 'Ruso' nunca pudo siquiera debutar porque no le dejó espacio.

Claro que hubo uno con el que era imposible competir, el insuperable Julio César Balerio. Pero no se amilanó por ser suplente incluso entonces le llegó la oportunidad pintada: frente a Chile, el rival al que ya le tenía tomada la mano. Reemplazó al 'Viejo', suspendido, y le sacó de todo otra vez a Zamorano en el 2-1 de esa calurosa noche limeña de enero. Como meses después en Sucre, Bolivia, cuando como líder de un inexperimentado seleccionado alterno le tapó un penal a Marcelo Gallardo y empujó a los suyos a semifinales.

Eso fue Miguel Eduardo Miranda Campos (Lima, 13 de agosto de 1966 - Chongoyape, 6 de marzo de 2021): un gladiador del arco, un luchador no solo ante los obstáculos difíciles, sino ante las limitaciones propias. Un emblema noventero, la primera figurita peruana de los álbumes de Copa América que se pegaban con cola David en los tiempos en que imaginar cromos blanquirrojos en un Mundial era imposible, y a lo mejor que se aspiraba era a resistir. Como resistían las manos del querido 'Miguelón'.

Ilustración: Lenin Auris / DeChalaca.com


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