Estrellas vistas desde arriba
El Monumental y su infraestructura permitieron el domingo, fuera de espectar un gran partido, el desarrollo de historias urbanas repletas de fútbol. DeChalaca.com invita a un personaje de tribuna que por primera vez pisó un palco suite del coloso de Ate a narrar coloquialmente sus particulares peripecias en una tarde -a la manera de cada aficionado- inolvidable.
“Gente: revendan mi entrada que al final sí me quito al palco. Perú 2 – Brasil 1. Provecho con la cola. No me extrañen”. Send.
Así de frío, así de descorazonado, así de
saca-cachita leía el mail que mandé el miércoles por la tarde al Chino, a Dre y
al Cholo; rompiendo así 11 años de tradición de ir juntos al estadio a ver a la
selección. Habíamos estado en Sur en el Perú 2 - Uruguay 1 del ‘97, también en
el 2-1 (2000) y en el 4-1 (2004) versus Paraguay. Y claro, también cuando
Colombia nos vino a dar un baile con Oviedo, cuando el mejor chino Recoba se
vino a burlar de nosotros y cuando Ecuador nos ganó en el Monumental en el
debut de la selección en este frío estadio. Para serles bien sincero: nunca
falté a un partido de la selección desde 1996.
Una invitación es una invitación y las invitaciones se honran. Sobre todo si es de uno de tus mejores amigos y si este sabe más de fútbol que tú. Así que por primera vez cambié las colas con olor a ala por ingresar en carro al estadio, el meterme la mano a los bolsillos para que no me roben mis monedas de cinco soles para la tradicional gaseosa con agua por el ir vestido decentemente al estadio por primera vez, el ver el un partido de Perú ya no desde abajo sino desde arriba… Acepté por primera vez ir a “palco suite”.
Pituco, rosquete, traidor, posero... Fueron algunos de
los calificativos que recibí cariñosamente de mis amigos durante la semana. “Ya
no eres de los nuestros, ya. Te bloquearé del Messenger”, tiró el Cholo J. “Saluda a Pinasco y al Gordo González,
tus nuevos brothers” añadió el Chino. Dre tuvo una mejor idea: caleta acordó con todos hacerme la ley del hielo y fue
así que no supe nada más de ellos. La verdad es que a mí poco me importó: yo
quería ver a Dios, perdón, a su hijo (Kaká), perdón… Que diré, a la selección,
mi selección, y en especial al ‘Chorri’ y el "chorrigolazo" del minuto 80’ y las lágrimas cayendo de
sus ojos con la blanquirroja tapándole la cara y el polo rojo con rayas blancas
que leía “Te sigo amando Perú”. A Claudio gritando el segundo al estadio, al
Perú, a la prensa, a tu vieja y a Carlos Álvarez sentado en su casa escuchando
al colorado Fleischman decir que el Monumental de Ate se había vuelto un
loquerío, que se había convertido en una Bombonera después del tercer gol de
Boca en un superclásico argentino y que -lo mejor de todo- este no era un
comentario exagerado en lo absoluto. Delirios de grandeza blanquirroja,
delirios de palco.
Finalmente, nada de esto pasó. Lo que sí pasó es que
cuando anunciaron a Ronaldinho hubo más aplausos que cuando lo hicieron con
Paolo. Que Kaká demostró por qué en un día gana lo que yo en un año. Que Perú
jugó su mejor partido desde hace mucho tiempo (jugamos como nunca, perdim…
empatamos, en fin cedimos puntos como siempre) y que la gente solo hizo bulla
en el autogol de Lúcio y durante los siguientes tres minutos y medio. Lo que pasó
también es que al ver cómo el dueño del palco del costado insultaba a un grupo
de brasileños situado debajo de sí, al que de paso le tiró un vaso de plástico,
entendí que no existe correlación directa alguna entre poder económico y
decencia humana.
Ah, verdad, lo que también pasó es que cuando terminó el partido y salí a hacer tiempo por los pasadizos con mi tocayo, vi salir de un palco de un piso más arriba tres caras muy conocidas y sospechosas. Y en definitiva, esas tres caras no eran exactamente las de ‘Dinho’, Robinho y Kaká. Hoy por la mañana mandé un mail a lo Condorito (¿exijo una explicación?) a mis amigos los “palco es pa’ pitucos”. Son la 11:48 pm del lunes y aún no encuentro respuesta.

Angustia, porque sabes que Chemo jugó en España pero su pizarra se la robó a Sacchi, para tan solo borrar y sobrescribir los nombres de su equipo de turno. Y claro, hay que ser imbécil para pensar en centrar tu juego en laterales y mediocentros cuando son lo único que no tienes. Como dije, ver a la selección tiene poco que ver con que te guste el fútbol. Se parece más a lo morboso y adrenalÃnico de los amores imposibles, o del agridulce placer que hace que te importe más la quien menos tú le importas. Porque si el gran Frankie empieza uno de sus himnos con “hoy, he decidido que te tengo que olvidar, lo que te he daba ayer hoy no te puedo dar†y corea un “es imposible amor que yo te quiera, si has de tratarme asà de esa maneraâ€, lÃneas después y resignado abriga esperanzas diciendo “a no ser que por culpa del destino, te arregles y te des cuentas que estabas obrando malâ€. Angustia, dije, y conmiseración también. Conmiseración de ti a.k.a. Frankie, de tu tocayo, de mÃ, y hasta del imbécil que tira vasos de plástico, porque sé que vamos a volver a estar en ese palco en julio, tú con tu bandera y yo pidiendo a toda garganta al chinchano Mendoza, cual si fuese su mismÃsima madre en su natal Carmen de la Legua. Send.