Políticamente correcto

En general esta página web no toca temas afines a política, pero lo ocurrido con el amistoso entre Ugarte y Vallejo de mitad de semana despierta una reflexión bastante en abstracto sobre cómo funcionan las vinculaciones entre fútbol y política en el país.
Todo ocurrió de manera muy natural. César Acuña, líder de Alianza por el Progreso y presidente de la Universidad César Vallejo, visitó Puno para un mitin de inicio de campaña de sus correligionarios Willman Andía y Romilio Quintanilla el pasado lunes 1 de setiembre. En él, se aprovechó para pedirle a la cabeza del partido la opción de que Alfonso Ugarte recibiera la colaboración de un partido amistoso de parte de la Vallejo, dado el interés que el cuadro poeta ha alcanzado en el país tras su clasificación a la siguiente fase de la Copa Sudamericana. Con buen tino político, Acuña no solo aceptó de inmediato, sino que anunció que toda la taquilla quedaría en manos de Ugarte.
Esta acción, que en otros países ameritaría una ola de rechazo de la crítica pública por su carácter populista, en la gran mayoría de zonas del Perú es más bien vista como algo plausible y hasta destacable. El fútbol, por su naturaleza social, es uno de los mejores ámbitos para desarrollar ese tipo de vínculos entre políticos y populorum: los congracia casi por defecto. Y eso sí que pasa aquí y en todas partes.
¿Tendría por qué rechazar el fútbol este tipo de acciones? Realmente, no. Por el contrario, fútbol y política pueden y deben convivir y darse la mano siempre que uno no espere más de lo que tendría que esperar del otro. A ambos les conviene la situación: Vallejo gana en lo futbolístico, porque jugó en altura un partido que lo prepara para su visita al estadio Patria de Sucre de la semana entrante por Sudamericana, en el cotejo de ida de su llave ante el Universitario local. Ugarte, en tanto, palia sus problemas económicos con una taquilla que le viene bien, como en cualquier partido de solidaridad jugado en el planeta.
El problema de los matrimonios por conveniencia entre fútbol y política, pues, no es que existan, sino que no sean, más que necesariamente duraderos, sostenibles o inspiradores de falsas expectativas. El fútbol es un negocio y quien invierte en él lo hace con alguna razón, y en espera de réditos que no necesariamente tienen por qué ser económicos: pueden ser en términos de lo que se conoce como awareness o reputación de algún tipo. Inversiones como las de Acuña y Vallejo son eso: un club que vía su modelo de orden institucional expresa valores que él quiere vincular en la mente de sus votantes con su propuesta política.
En el caso vallejiano, se trata de una apuesta prolongada y sostenida en el tiempo. Distinto es, por ejemplo, el caso de una aventura como la de Alexander Kouri con Total Chalaco. Y no en sí porque haya sido de corto plazo: cada inversionista podría decidir por cuánto tiempo le conviene mantener su inversión. El tema es que en el ejemplo citado se despertaron a la contraparte futbolística expectativas exageradamente por encima de lo que finalmente se hizo por el club. Es decir, como en toda promesa política, lo importante acaba siendo no que se haga algo, sino que no se prometa lo que no se va a hacer: eso sí es aprovechamiento negativo del fútbol por parte de la política y constituye una mentira más.
En lo futbolístico, una vez más Willian Chiroque ratificó que por alguna razón la altura le viene bien y anotó el gol que le dio a la Vallejo el triunfo por 0-1 en el Torres Belón (ver video), allí donde difícilmente un visitante gana -como lo ha hecho Acuña-.
Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Foto: Puno Deportes
Video: Youtube / usuario Puno Deportes
