Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comPara Alianza Lima era imprescindible campeonar el Torneo Apertura como requisito para tentar, a fin de año, romper su larga racha sin títulos nacionales. ¿Cuánto influye el formato de torneo en las posibilidades de éxito íntimo en diciembre?

    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

En Matute existía una convicción desde inicios de año en el diseño de la campaña 2017 de Alianza Lima: era absolutamente imprescindible campeonar el Torneo Apertura. Lo sabía Pablo Bengoechea y lo apuntó también DeChalaca en enero, cuando se ensayaron las perspectivas para el cuadro íntimo.

Se ha hablado en las últimas horas mucho acerca de que Alianza ha salido campeón nacional cada vez que ganó un Apertura. Pero esa lectura es algo simplista o, al menos, desordenada: más bien vale decir que gracias a haber ganado el Apertura, Alianza pudo gozar de sus últimos títulos nacionales. La única excepción, desde que existen los torneos cortos, fue aquella mutilada campaña de 2003 en la que una cuestionable decisión de la FPF confirió a los íntimos el título del inconcluso Clausura y el derecho de jugar la final nacional. Pero en las demás campañas (1997, 2001, 2004 y 2006), los íntimos soportaron su éxito en un primer semestre contundente que, sobre todo, extrajo la palabra presión del diccionario blanquiazul en dichas temporadas.

La inteligencia especial de Alianza ha pasado, como ya había sabido hacerse en Matute, por saber sacarle provecho al cambio de sistema de torneo. Desde inicios de siglo, nunca había valido tanto en la Primera División peruana ser campeón de un Apertura como en este 2017. Cabe recordar al respecto que a partir justamente del caso protagonizado por Alianza en 2001, cuando el equipo fue campeón en el año de su centenario tras un Apertura brillante y un Clausura desastroso, se introdujeron restricciones a la clasificación del campeón de alguno de los torneos cortos a la final por el título nacional: debía siempre ubicarse en algún rango mínimo de la tabla del otro certamen para poder mantener ese derecho.

Alianza Lima celebra el título del Apertura 2001. La segunda mitad del año sería terrible para los blanquiazules. (Recorte: diario Líbero)

Incluso atendiendo a los últimos años, la temporada que había permitido que un campeón de torneo corto asegurara el derecho de jugar la final había sido la de 2014: justamente aquella en la que Alianza ganó por última vez uno de esos certámenes. Pero los íntimos se alzaron entonces con el Torneo del Inca, el único de los tres en liza que no daba el pasaje a la final. Concentraron su esfuerzo en aquel logro que no daba garantías, cuando este tipo de formato premia el enfoque cortoplacista en un objetivo puntual -que mientras más rentable resulta más conveniente-.

Así, para Alianza este año pinta propicio para repetir la experiencia de 1997, cuando otra larga racha sin títulos pudo ser dejada de lado en Matute a partir de saber sacarle provecho al cambio de sistema de torneo. Nunca se había jugado en el Perú con Apertura y Clausura y el equipo que dirigía entonces Jorge Luis Pinto tuvo claro que centrándose en ganar los partidos claves en trece fechas, especialmente a los rivales directos, podía asegurar medio premio grande: el mismo principio de acción que ha seguido calculadoramente Pablo Bengoechea.

En aquel Apertura 1997, Alianza Lima cedió puntos impensados contra Alcides Vigo y Unión Minas. Pero le ganó partidos claves a Universitario -en proceso de reconstrucción con Iván Brzic, como ahora con Pedro Troglio- y a Cristal -concentrado en la Libertadores, el mismo certamen cuya resaca actualmente vive La Florida-. Aprovechó el desorden interno de otros potenciales rivales como Boys y Municipal, sacó ventajas y campeonó. Y luego vivió del crédito hacia diciembre, con la habilidad de trasladar hacia los competidores la inmensa presión que rodeaba Matute.

¿Alianza Lima podrá mantener la regularidad? (Foto: Mauro Delgado / DeChalaca.com) 

A agosto de 2017, Alianza no es el mejor equipo del medio ni el que tiene la idea de juego mejor cuajada. Sí es, no obstante, un claro e incuestionable campeón de un torneo puntual que le otorga enorme rédito. Su meta de cara a diciembre debe ser llegar con las credenciales futbolísticas mejor trabajadas para plantarse a algún oponente con rodaje más desarrollado, materia en la que el Melgar de Juan Reynoso asoma como el colectivo más sólido. Con un entrenador con las premisas claras, en Matute hay base para comenzar a desandar el calendario hacia ese objetivo.   

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Foto: Mauro Delgado / DeChalaca.com; recorte: diario Líbero


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