Kenny Romero | @kenny_romero
    Director Periodístico

El 23 de octubre de 1993 se convirtió en una fecha especial para Nolberto Solano: fue el día en que consolidó su gran -y prematuro- momento futbolístico en el Descentralizado, con un golazo desde fuera del área que le otorgó el triunfo a su equipo en ese entonces, Deportivo Municipal, ante el Deportivo Sipesa. La anotación que de alguna manera empezó a poner en el firmamento a un 'Ñol' con solo 18 años y muchos sueños por desarrollar. Fue su primera conquista en Primera División, nada menos que en el arco de su posteriormente compañero en Cristal y la selección peruana, Julio César Balerio. Para Solano fue bastante grato inaugurarse en el registro goleador. Más si su depurada técnica empezaba a llamar la atención de los medios y aficionados en general.

Dicho tanto de 'Ñol' ocurrió en épocas en las que un sector de la prensa deportiva peruana había comenzado a acuñar un comportamiento que se arraigó con el tiempo pero que nunca dejó de ser absurdo: el de prácticamente perseguir al protagonista con los "ánimos" de fiscalizarlo. La etapa pre-ampayes en el fútbol local que, efectivamente, generó una animadversión entre ambas partes. Con posturas que causaron por entonces, por ejemplo, que el plantel de la tristemente recordada selección de Vladimir Popovic le hiciera mutis a la prensa. Esta respondió de manera hoy impensable: algunos medios optaron por omitir en las páginas deportivas las menciones a los nombres de los jugadores que habían formado parte de aquella selección.

Así, por ejemplo, es posible encontrar por esas mismas fechas crónicas de algún partido en el que -por ejemplo- Germán Carty había marcado un hat trick con Sport Boys, pero sin que su nombre fuera mencionado. En el texto y en la ficha correspondiente, la referencia a él se indicaba con el término "el centrodelantero". Una situación patética.

Nolberto Solano comenzó a ganar popularidad entre la prensa durante los años 90. (Recorte: suplemento Crack, diario Ojo) 

Ese contexto, indirectamente, ayudó a apuntalar la carrera de Solano. Como él no había formado parte de la selección de Popovic, sus actuaciones comenzaron a ser destacadas como las de un representante de la sangre nueva que requería el fútbol peruano para su renovación. Y al final de la temporada 1993 fue elegido unánimemente por ese sector conflctivo de la prensa como el mejor jugador de dicho Descentralizado, ya que se prohibió la nominación para ese rótulo de futbolista alguno que hubiera formado parte del seleccionado -como los goleadores del torneo, Waldir Sáenz y Flavio Maestri, por ejemplo-. Todo eso ayudó a propagar el comentado tratamiento intrusivo de la prensa, que tanto daño le hizo al fútbol peruano en más de dos décadas y que rompió sin razón aparente ese natural vínculo de cordialidad entre futbolista y periodista que siempre había existido en el fútbol local. 

Para bien, las nuevas generaciones que hacen periodismo deportivo -acaso, en buena medida, por la interrelación generada por las redes sociales- han empezado a comprender que es innecesario y nocivo cojear del mismo pie, y claramente han captado que el protagonista siempre va a tener que ir de la mano con la prensa para el bien del producto fútbol. Ambos son actores necesarios, en función mutua, y bajo esa fórmula es que deben conducirse. Un mensaje que bien conoce también el propio Nolberto Solano, quien a lo largo de su exitosa trayectoria futbolística fue uno de los jugadores que más dardos periodísticos acabó recibiendo, pero que supo dar la vuelta a la página y actualmente, en su condición de asistente técnico de la selección peruana, mantiene una línea correcta y amigable con quienes le dan el protagonismo fuera de las canchas.

Recorte: suplemento Crack, diario Ojo


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