Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

La moda -o la mala costumbre de siempre- en el medio es echar la culpa de lo que ocurre a alguna institución. No se habla, por ejemplo, de la violencia en los estadios con la misma furia con que se sacan a la luz los abusos o los desatinos de la Policía Nacional para el control de un problema que, principalmente, es causado por la existencia de violentos.

En la misma línea, los problemas que existen con las canchas del Descentralizado ahora resultan ser culpa de la Comisión de Licencias de la FPF. El primer argumento es siempre señalar que las medidas que se han tomado para mejorar algún escenario no son equitativas con las tomadas para otros, y un largo etcétera. Cuando lo importante, en realidad, es que se han tomado al fin algunas medidas, y que como todo proceso ese control debe irse optimizando en el tiempo.

El tema de fondo, en realidad, es el de siempre: que si hay un problema estructural en el fútbol peruano, en absolutamente todos sus niveles -del profesional al amateur, pasando por el escolar incluso-, ese se llama propiedad de las canchas. En la generalidad de casos, los equipos que juegan fútbol en el Perú no son dueños de las canchas donde lo practican. Y esa tara tiene bases enraizadas de toda la vida.

Equipos como Deportivo Municipal se han visto obligados a buscar nuevas sedes. (Foto: Aldo Ramírez / DeChalaca.com) 

Sí: esos dobletes o tripletes que se evocan con nostalgia han definido una forma de ver el fútbol que es distorsionante respecto de lo que se practica -y funciona- en casi todo el mundo. Mientras, por ejemplo, en Argentina la propiedad de una cancha es casi inherente a la existencia de los clubes, que no son tales en tanto no tengan un estadio propio que los identifique con un barrio o una zona claramente delimitada, en el Perú se entiende casi como ley que la cancha es de un tercero que está obligado a mantenerla bien.

Así, haber desarrollado el fútbol peruano sobre la base de programaciones múltiples en el estadio Nacional tiene diversas implicancias, que van desde generaciones que nunca supieron lo que era ejercer una localía tanto sobre el césped como fuera de ella -había muchos "hinchas del fútbol", que iban al estadio "a alentar al que jugara mejor"- hasta el reclamo siempre tercerizado de que por qué está mal la cancha, de que por qué no la cuidan, de que por qué los responsables -que nunca son el mismo que se queja- no hacen algo por mejorarla. Siempre alguien más.

Ese problema cultural tiene efectos nocivos sobre el actual desarrollo del Descentralizado. En la década actual, se han ido al descenso siempre los clubes que tuvieron que dejar sus localías por circunstancias que no estaban bajo su control. Le pasó a Alianza Atlético en 2011 y 2017, a Defensor La Bocana en 2016, a Juan Aurich en 2017; seguramente le ocurrirá a Comerciantes Unidos en 2018, y si Ayacucho está hoy en la otra casilla de descenso directo es en buena medida porque tuvo que dejar el Ciudad de Cumaná para irse al Manuel Eloy Molina Robles de Huanta.

Comerciantes se mudó a Guadalupe durante buena parte de la temporada. Le terminó costando caro. (Foto: Larry Jalk / DeChalaca.com) 

Entonces, lo anterior no es culpa de la Comisión de Licencias: tiene que ver con clubes que no tienen control alguno sobre las remodelaciones, los arreglos o las medidas que en general se tomen sobre estadios que no les pertenecen y que no están exclusivamente dedicados a su uso. Por esto mismo tienden a maltratarse más, sobre todo aquellos escenarios que están en ciudades que carecen de mayor infraestructura deportiva y que albergan en sus instalaciones a perro, pericote y gato, llámense colegios que hacen educación física, conciertos musicales o eventos religiosos o todo torneo de ligas menores paralelo al fútbol de élite.

Encima, la solución propuesta siempre por el coro crítico es que el fútbol se juegue en los estadios con mejores canchas y se impida el uso de otros. Entonces, por un lado, se cierran escenarios como el Juan Maldonado Gamarra de Cutervo y su sintético y resulta más bien que es una injusticia, que por qué sí se cierra esa cancha y no otras. Pero además se sobrecarga a los escenarios que están bien: el Nacional acabará sin duda tan complicado como ahora luce el Miguel Grau del Callao, repleto de champas en la mitad del campo producto de ser localía de tres clubes a la vez.

¿Qué hacer para no quedarse en el rampante corito quejumbroso? Proponer algunas soluciones. La primera tendría que ver con que la nueva Liga de Fútbol Profesional por ser lanzada en 2019 acabe con la restricción al uso de escenarios con capacidad menor a 5,000 espectadores y que promueva, como estrategia integral, la concesión de escenarios más pequeños pero que sean de uso exclusivo para la localía de los clubes. El camino que la Universidad San Martín de Porres va a seguir con su estadio de Santa Anita, habilitándole una tribuna adicional para ser dueño de casa allí, es el ideal; porque un club como el albo no necesita, salvo para sus partidos ante los clubes grandes de la metrópoli, una cancha para más de mil personas.

¿A Cantolao le molestaría jugar en un estadio distinto al Grau, pero dentro del Callao? (Foto: Prensa Academia Cantolao) 

Descomprimir el Miguel Grau, por ejemplo, será fácilmente dable con el pronto retorno de Deportivo Municipal al Iván Elías Moreno, y si Academia Cantolao optare por mudarse a un escenario como el Telmo Carbajo -que quedará completamente remodelado para los Panamericanos- o inclusive habilitar un escenario como el Campolo Alcalde de La Perla: el 'Delfín' no necesita mayor capacidad que la que esos escenarios ofrecen. Para los casos de clubes del interior de mediana convocatoria, un buen paradigma lo ha dado la Universidad César Vallejo en la Segunda División: mudanza a escenarios pequeños como el Municipal de Casa Grande, que puedan ser tomados en progamas de concesión plena o parcial, y que luzcan incluso más llenos a los ojos de las cámaras que lo que se verían las tribunas de estadios más grandes -el Mansiche en el caso poeta-.

Sin duda, el rol de la FPF tendrá que ser bastante más activo en temas como este en el marco de la nueva Liga de Fútbol Profesional. Pero en cualquier caso, el objetivo debe apuntar en una sola mira: que los clubes dejen de tener terceros en los cuales escudarse para explicar el buen o mal estado de una cancha y que esta, más bien, sea algo que cada vez les pertenezca en mayor medida.

Fotos: Aldo Ramírez y Larry Jalk / DeChalaca.com, Prensa Academia Cantolao


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