Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comA 25 años de la absurda muerte de Andrés Escobar, reflexiones sueltas sobre cómo se ha transformado en este tiempo en América Latina la estigmatización de un futbolista como culpable de una derrota.
    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

Este 2 de julio se cumplen 25 años de la absurda muerte de Andrés Escobar. No ocurrió en una cancha de fútbol, ni está hasta hoy plenamente comprobado que -solo- haya obedecido a una discusión callejera producto del autogol que, apenas diez días antes, el entonces zaguero central de la selección colombiana había cometido ante Estados Unidos en la Copa del Mundo.

Pero sí está claro que la tragedia de Escobar fue el preludio de una contemporaneidad con violencia, si no mayor, al menos más visible en el planeta fútbol. El avance de las comunicaciones ha contribuido a que la bravata, el insulto que antes era exclusividad de las tribunas por 90 minutos sea un continuum de 24x7 en redes sociales. La agresión mutua, por tanto, es algo permanente, que muchos colectivos convierten en un modus vivendi a través del cual interpretan el fútbol: esa excusa que les permite, mañana, tarde y noche, pelearse con otros.

En esos códigos, el fútbol es de vida o muerte no solo en la cancha. Por lo tanto, la consecuencia de un error atribuible a un protagonista del juego es, en muchos casos, incalculable. Porque conduce a actos de violencia en espiral que, quién sabe, pueden hasta pasar de lo dialéctico a lo físico o material.

Escobar y un autogol que costó algo más que la eliminación de Colombia de Estados Unidos 1994. (Foto: Getty Images) 

Por eso no es sorprendente que la búsqueda del culpable, sobre todo en sociedades como las latinoamericanas, sea una costumbre. No es un fenómeno de hoy: pregúntese a Moacyr Barbosa, quien durante casi medio siglo no pudo circular con normalidad en Brasil, o en la historia del fútbol peruano a personajes como Víctor Guarderas Lavalle o 'Joe' Calderón, el primero procesado judicialmente por un foul que dizque mató a un rival -que tenía diabetes y fue mal tratado clínicamente- y el segundo estigmatizado por un autogol que en realidad fue gol boliviano. Fueron los Carlos Zambrano o los Christian Cueva del ayer.

Factores que impulsan a creer que un error puntual de un jugador explica el desenlace de un partido hay una amplia gama, pero se resumen en la tendencia a la personalización que existe en sociedades donde el sentimiento de culpa es más inherente a la vida, por formación dogmática. Eso no ha cambiado en veinticinco años.

Lo único, entonces, que lamentablemente ha cambiado en este tiempo a partir de Andrés Escobar, es que un futbolista que cometió un autogol ya no podría salir, en una sociedad como estas, a la calle con libertad durante un buen lapso posterior a un partido. Se toma un avión lejos, con el riesgo único de que un tarado que pida una selfie en el avión y la vuelva viral. ¿Significa eso que estamos mejor o peor? Para pensarlo.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Foto: Getty Images


Comentarios ( 0)add
Escribir comentario
quote
bold
italicize
underline
strike
url
image
quote
quote

busy