Perú pierde la sede del Mundial Sub-17 2019: Una pésima noticia

Así como el lanzamiento de la Liga 1 fue una grata novedad para el fútbol peruano, la pérdida del Mundial Sub-17 es una muy mala noticia, en cualquier caso.
La organización de un evento deportivo magno impulsa a la industria de este deporte a crecer y a ser más sólido en el país donde se lleva a cabo. Eso es una verdad irrefutable desde el mismo fútbol, incluso con bemoles -podría argumentarse que el Mundial Sub-17 de 2005, por ejemplo, le legó al Perú canchas artificiales problemáticas, pero eso tuvo que ver más con negligencia en la contratación del césped de algunos estadios que con que en sí no fuera un hecho positivo que se renovaran esos gramados-.
Es hasta cierto punto comprensible que otros ámbitos de la sociedad tengan reparos al hecho de que un país organice un magno evento deportivo. Pasa en todos los países, sean ricos o no tanto, y los cuestionamientos son comunes: que ese dinero puede invertirse en otros fines, que hay temas más urgentes que atender y que las prioridades deben revisarse. Argumentos posiblemente más sólidos que otros en algunos casos, pero a los que puede contraponerse evidencia contundente como la de los trabajos de Georgios Kavetsos y Stefan Szymanski, quienes han demostrado econométricamente que el índice de felicidad de los países organizadores de torneos deportivos se eleva al año siguiente de desarrollados estos.
Ese debate entre costos tangibles de corto plazo y beneficios posibles de largo plazo es eterno -análogo al que existe en otras inversiones en capital humano, como la educación por ejemplo- y no es este el espacio adecuado para plantearlo. Lo que sí corresponde acá es discutir el rol en esa discusión de quienes forman parte de la industria del fútbol. Porque es entendible o esperable, por ejemplo, que un político o un ambientalista cuestionen que un país organice un Mundial. Pero no es entendible -aunque lamentablemente en el Perú sí esperable- que un dirigente o un periodista deportivo lo hagan.
La razón por la que el Perú ha perdido la sede del Mundial Sub-17, pues, tiene que ver con la desintegración de su sociedad futbolística. Es cierto que el pedido de la sede fue apresurado y acaso imbuido de necesidades políticas, como las que tenía el entonces presidente de la FPF de estrechar lazos con la FIFA. Pero incluso esto resultaba secundario al hecho de que una vez conseguida la designación, se trataba de una misión para la que todas las partes tenían que sumar. Y eso no ha ocurrido.
Es muy fácil tirar culpas al viento y pedir renuncias, que es el deporte favorito de un sector de la prensa y la sociedad futbolística peruanas. Que se vaya gente equis no devolverá al Perú la sede del Mundial, ni tampoco permitirá que se pueda pedir una nueva sede de algo en el corto plazo. Porque el problema de fondo es que en el entorno del fútbol peruano hay dos castas que requieren seguir siendo extirpadas si se quiere conseguir su real progreso:
- Un grupo de dirigentes o exdirigentes que buscan torpedear todo lo que involucre transformaciones estructurales del fútbol peruano, pues en algunos casos ellas comprometen la estabilidad de regímenes parasitarios que les permiten recibir porciones o migajas de la pequeña torta económica que esta actividad genera hoy. No les interesa contribuir a que la torta crezca y se pueda generar un mejor entorno de negocios: prefieren un mercado mediocre pero, al fin y al cabo, capaz de generarles la caja chica del día a día.
- Un sector de prensa deportiva que necesita a toda costa la existencia permanente de dos partes en conflicto en el fútbol. Esto porque su modelo de negocio no pasa por la venta convencional de contenido, sino por la manipulación mediática de esas dos partes. A una la respalda y, por lo bajo, le extrae beneficios. A la otra la ataca y, así, la extorsiona para no seguir demoliéndola. Las redes sociales han ayudado a que este modelo periodístico perverso quede caduco -antes los protagonistas del fútbol no tenían herramientas para defenderse públicamente ante este tipo de carroña-, pero aún hay muchos actores del sistema que por edad o desconocimiento siguen cayendo en la treta.
¿Hay responsabilidad de la FPF -o lo que ha quedado de ella- en la pérdida de la sede del Mundial? Sí. ¿Hay responsabilidad del Estado en la demora en ejecuciones de gastos? También. ¿Hay responsabilidad del resto del fútbol peruano por no haberle tomado interés suficiente al tema? Es visible. ¿Ha habido al interior de todos estos grupos de interés gente, a su vez, interesada en que el Mundial no salga o se caiga? Todo indica que sí.
Sin sincronía y con fuerzas que operan en contra de grandes objetivos, siempre será difícil alcanzarlos. Nada quitará el tema de fondo: es una pésima noticia para el fútbol que el Perú haya perdido la sede del Mundial Sub-17. Y es terrible que alrededor del fútbol peruano haya quienes, al leer estas líneas, esbocen alguna sonrisa.
Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Fotos: AFP, Álex Melgarejo / DeChalaca.com
