La renovación del proceso Tabárez: La transición más difícil
Juan Diego Gilardi | @jd_gr90 Columinsta editorial |
Desde su regreso al banquillo de la selección uruguaya en 2006, Óscar Washington Tabárez reconstruyó la historia celeste sobre la base de tres premisas: una defensa sólida, un mediocampo rocoso y un ataque explosivo. Su cuarto puesto en Sudáfrica 2010 y el título de Copa América que consiguió en Argentina en 2011 tuvieron como base la solidez de los Diegos, Lugano y Godín, en la zaga y el peligro que generaba el intercambio de posiciones de Édinson Cavani, Luis Suárez y Diego Forlán en ataque. Bajo esa premisa, Uruguay logró clasificar a los siguientes dos Mundiales, en los que cayó en octavos y cuartos de final, no sin dar pelea y dejar una imagen digna.
Sin embargo, en los últimos años, más allá de su propia preferencia, en Uruguay ha comenzado a aparecer un nuevo tipo de mediocampista que no tiene el mismo perfil de Egidio Arévalo Ríos, Walter Gargano o demás centrocampistas más preocupados por las piernas de los contrarios que del balón. Lucas Torreira, Rodrigo Bentancur y Giorgian de Arrascaeta son los abanderados de esta nueva generación que también suda y corre, pero que tiene más seda que martillo en los chimpunes.
No ha sido fácil para los uruguayos intentar acomodar a sus pequeños mediocampistas en la idea que ha profesado este equipo desde hace más de una década. Por momentos, el toque preciso y sutil se vuelve intrascendente porque tanto Suárez como Cavani prefieren la electricidad y el choque en ataque y no tienen tiempo para el amague o el pase pensado.
Por ello, desde el último Mundial De Arrascaeta, Bentancur y Torreira han alternado entre suplencias y titularidades absolutas. No terminan de asentarse en el once inicial y no es casualidad que el único jugador que ha salido en los últimos años que tiene el puesto asegurado es Nahitán Nandez, un volante de los que patea primero y pregunta después.
Este nuevo perfil le ha generado más preguntas que respuestas al ‘Maestro’. Tiene mucho talento, pero es uno que no se adecua a sus preferencias ni a las fórmulas que tanto le han funcionado en el pasado. La siguiente eliminatoria para Qatar se muestra bastante pareja -quizá más para abajo que para arriba- y no les queda mucho tiempo a los celestes para resolver las incógnitas que le han generados sus promesas. Porque el overol y la magia no están enfrentados: es solo cuestión de cada uno encontrar su lugar.
Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com