Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com"El dirigente también juega su partido" es una frase clásica de los finales de temporada en el fútbol peruano a la que hoy, feliz y modernamente, le está llegando la hora de caducidad. Es tiempo de que la figura del gerente termine de extinguir la del delegado.

    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

La estructura del fútbol peruano a lo largo de la historia ha caminado en función de los momentos sociopolíticos del país, como ya ha explicado DeChalaca en un completo repaso cronológico. Por eso, no sorprende que en un país que supo ser sindicalista y asambleísta las organizaciones que regulan el deporte más popular hayan sido también de esas características.

Lo que tiene que pasar ahora, luego de décadas de libre mercado no trastocado ni por el artesanal sistema político que gobierna el Perú, es que el fútbol adapte sus estructuras al modelo imperante. La FPF lo ha hecho, contra viento y marea, desde 2014: fomentó la figura de las gerencias en sustitución de las habituales comisiones, con la idea de dar un aire más ejecutivo a la gestión. Los clubes, de a pocos, también han adoptado esa estructura, aunque por lo general todavía de manera restringida al área deportiva.

Ese cambio implica una transformación en el rol cotidiano del dirigente. La visión clásica del mundillo del fútbol es que se trata de un personaje que, más allá de su poder económico, está inmerso en el tema para defender el desempeño del club al que representa: una especie de gran director de guerra que en su tienda de campaña diseña una estrategia y, además, sin bajar al campo de batalla, pelea en otros frentes de manera frontal y directa en defensa de su escudo. A su manera, un jugador más.

Las Asambleas de Delegados multitudinarias cumplieron su rol en el fútbol peruano, pero ya es hora de dejarlas en blanco y negro. (Foto: diario La Crónica) 

La visión contemporánea, en cambio, se parece más al de un hombre de negocios que no necesariamente administra su propio dinero, sino en general el de terceros. Alguien con estudios que no piensa en ganar partidos a toda costa, sino en maximizar beneficios; por supuesto que en bien de quien lo contrata, pero atendiendo a que el desarrollo del producto que vende semana a semana es su objetivo principal. Un tipo que no piensa en ganar la guerra, sino en hacer la mejor negociación posible sobre una mesa de directorio.

En el entorno del fútbol nuestro, pues, ha sido tradicional esperar que en las partes finales de temporada se recurra al dirigente como un ente muy activo en las jornadas decisivas de los campeonatos. Los futbolistas o los entrenadores esperan verlo moviéndose, conversando con terceros, pagando bonos extra al buen desempeño en el mejor de los casos -por no hablar del peor escenario-. Todos esperan de él ese "empujón extra" que tantas veces se ha traducido en el torneo local en partidos convenientemente postergados o negociaciones con refuerzos para el año siguiente que súbitamente se "filtran" a la prensa, por citar dos de los ejemplos más clásicos.

La Liga 1, desarrollada al menos en teoría a partir de un concepto gerencial y de modernización de producto, ha logrado -contra viento y marea- encarrilar algunos procesos que bloquean esas malas prácticas que, pensadas para mejorar el panorama de un club, se lo obnubilan a los demás participantes de un torneo. Se ha reducido la discrecionalidad de las medidas y, al menos en casos como las postergaciones, todo indica que se llegará a fin de año sin inflexibilidades. Quedará para el futuro discutir si puede manejarse de otra forma el toma y daca entre jugar en fechas FIFA y tener que hacerlo a mitad de semana -lo primero, cabe insistir, siempre será mejor que lo segundo-, pero este 2020 terminará jugándose tal como se estableció.

Universitario y Cristal jugarán su partido de la fecha 11 como debe ser: sin postergaciones. (Foto: Álex Melgarejo / DeChalaca.com) 

¿Se habría podido mantener ese orden con una figura como la de una Asamblea de Delegados en la que cada cual procura defender su interés particular? La respuesta cae de madura. Con un tercero independiente que gerencia, que ordena sin ver colores de camisetas, el que gana es el producto y la que pierde, la figura de la victimización y el "contra todo y contra todos" que tanto daño hace en una sociedad futbolística donde casi desde la cuna se cree -acaso por herencia de los olímpicos de Berlín- que hay un tercero que quiere causar perjuicio al interés propio.

Por eso, entre otras frases que urge desterrar el diccionario del fútbol peruano está esa de que "los dirigentes juegan su partido". En un fútbol moderno, ya no lo disputan más: es, más bien, excelente dirigente aquel que hace jugar. Que facilita que el producto que dirige rinda los mejores beneficios y, sobre todo, funcione de modo óptimo.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Fotos: Álex Melgarejo / DeChalaca.com y diario La Crónica


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