Ha sido bastante adecuado y oportuno el sentido de las declaraciones de Agustín Lozano al asumir la presidencia de la FPF. Básicamente, porque aportaron lo que nuestro fútbol requiere por naturaleza: serenidad y cabeza fría.

Los últimos meses han querido, por la confluencia de muchas fuerzas distintas, generar tormentas en torno de un organismo que con todas sus taras históricas encima, vivió en el cuatrienio 2014-2018 un periodo de renovación. La FPF, en esencia, consiguió algo más importante que la clasificación a una Copa del Mundo: recuperó la confianza empresarial. Se volvió un sello creíble para el sector privado, que ha multiplicado por cuatro los ingresos solo por concepto del producto selección peruana al cabo del ejercicio corriente.

Es a ese cliente empresarial, que no cree en la mayor parte del sistema que gobierna el país pero sí en industrias específicas, al que le suma mucho que el presidente entrante de la FPF le envíe un mensaje de continuidad. Y la estabilidad que ese respaldo provee es la primera piedra de cualquier gestión exitosa.

Agustín Lozano y un nuevo reto. (Foto: Prensa FPF) 

Dicho eso, cabe plantearse cuáles serán los principales retos que el escenario de una transición forzada imprimirá a la administración de Lozano en los próximos meses, hasta que la adecuación de estatutos de la FPF a los nuevos estándares FIFA consiga materializarse para que una nueva composición de asamblea general lleve a cabo las elecciones pautadas para diciembre de 2019. En ese sentido, la agenda ya no mira tanto hacia fuera como sí hacia dentro.

Lozano hizo una mención clave que puede ser difícil de comprender para quienes creen que este deporte en el Perú pasa solo tres clubes o una categoría: la unidad de la familia del fútbol más allá de la discrepancia ideológica. En buen cristiano, significa que cuando la dirigencia sabe que sus intereses comunes están en riesgo, ha sabido remar para un mismo lugar y siempre se ha podido mirar cara a cara o sentarse en la misma mesa. No hay que ser Sherlock Holmes para saber que las diferencias de opinión en el seno de la FPF han sido muchas en estos años, pero sí hay que tener perspicacia comparativa -de la que no abunda por estos lares- para caer en la cuenta de que ellas no frenan el carro de una industria que, cueste lo que cueste, se acaba desarrollando cada fin de semana.

En ese aspecto, el hecho de que el presidente interino de la FPF provenga de base, de la dirigencia de cancha de tierra y liga distrital, le confiere una herramienta valiosa de gestión. Lozano es, ante todo, un hombre de fútbol que conoce bien la operatividad del sistema en lo amateur y en lo profesional. Esa mirada ancha, de la que carece la gran mayoría de opinólogos de este deporte en el país, podría significarle la diferencia para el éxito de algunas gestiones. Como por ejemplo, manejar los arrebatos opositores a la creación de la Liga de Fútbol Profesional, un proyecto necesario para consolidar una auténtica y estable transformación del fútbol peruano. La convocatoria a los clubes -que son los integrantes de la asamblea- a participar del diálogo que termine de afinar el proyecto es un buen paso.

¿Cuánto cambiará la imagen de la FPF sin Edwin Oviedo de momento? (Foto: Andina) 

A la vez, ocurrirá en los próximos meses que los muchos microintereses desperdigados que se dejaron traslucir en torno de la incertidumbre de los últimos meses seguirán operando como fuerzas diversas. La situación judicial de Edwin Oviedo fue aprovechada como discurso cuasiemancipador por quienes querían tramitar puntos en mesa, concesiones en materia de requisitos de licencias, nuevos entrenadores en selecciones, algún cargo que no les fue otorgado o meras venganzas personales, en medio de un largo etcétera. Sin duda, habrá quienes buscarán una nueva piñata.

Por eso, aunque el nuevo presidente de la FPF seguramente lo tiene claro, no está de más recordar que dentro de los ecosistemas del fútbol peruano hay uno que se basa en la necesidad del conflicto. De que haya dos partes en disputa siempre, de modo permanente, para sacarles doble provecho: a una otorgándole apoyo y a la otra, extorsionándola a cambio de no irle en contra. Un juego de nervios perverso que busca maximizar la propensión de ambas partes a hacer lo necesario para imponerse.

Alejar esas voces termocefálicas de la Videna y, como también se ha anunciado, más bien darle continuidad al creíble y profesionalmente acreditado cuerpo gerencial que se ha conformado en los últimos años será otro adecuado primer paso de esta administración. El discurso incendiario, de hecho, ha quedado en ridículo al demostrarse, con la prisión preventiva de Edwin Oviedo, lo que cualquiera con dos dedos de frente y un poco de información sabía: que el fútbol no blinda a nadie.

Lo que se ha trazado no se debe romper. (Foto: Prensa FPF) 

Despersonalizar y sostener. En el país del mesianismo y del borrón y cuenta nueva, las antes mencionadas son tareas titánicas. Hoy el fútbol, que pese a todos estos líos consiguió darle a la sociedad peruana la mayor de sus alegrías en medio de un 2018 políticamente nefasto, tiene la oportunidad de conjugar los dos verbos del inicio del párrafo y así cumplir con su cuota de aporte social. Que se aproveche.

Foto: Prensa FPF, Andina


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