Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comEl respeto a las formas, tan de moda en el planeta fútbol post guardiolista, no puede conducir al conformismo mediocre que decora la participación peruana en la Libertadores 2016.

 

    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

Hay maneras de perder en el fútbol y eso es indiscutible. Lo más básico y primitivo, aun cuando futbolísticamente un equipo carezca del mínimo argumento futbolístico, es entregarse. Luchar, ofrecer amor propio. Darlo todo en la cancha y sudar hasta que el rival, porque es indiscutiblemente mejor, se imponga a ti pero sudando, esforzándose a partir de tu esfuerzo. El equipo que no es capaz de proponer siquiera eso suele reportar vergüenza a sus parciales.

Luego, viene un segundo nivel de análisis que pasa por si el equipo derrotado consiguió o no plasmar en la cancha algún tipo de propuesta de su entrenador. Eso, por lo general, denota si el técnico trabajó o no; o, en el mejor de de los mundos, si fue capaz de transmitir a los jugadores la idea que tiene. Un tercer nivel de abstracción analizará si esa idea, aun ejecutada a la perfección, fue positiva o negativa para el funcionamiento del equipo. Pues no basta tener una idea, sino que esta debe ser útil, productiva para algún tipo de fin.

Todo lo anterior está dicho en función de formas de perder. Esto presupone que, aun en la derrota, un equipo es capaz de extraer aspectos positivos para a partir de ellos edificar un futuro mejor. Que necesaria e inevitablemente se traduce en la meta de obtener resultados favorables. Porque que se sepa, el fútbol es un deporte consistente en meter goles y evitar que te los metan. No es metegol tapa ni tampoco camotito; no es siete pecados ni matagente. Es un deporte cuyas reglas, como las de todos esos otros juegos, están clarísimas.

FBC Melgar, campeón del fútbol peruano, fue una verdadera lágrima en la Copa Libertadores: el peor del torneo, sin sumar un solo punto. (Foto: Agencia Uno) 

Bajo ese marco teórico, un análisis conjunto de las campañas de FBC Melgar y Sporting Cristal, campeón y subcampeón peruano, en la última Copa Libertadores arroja un balance repleto de pobreza y mediocridad. De fracaso rotundo. En un país mal acostumbrado a prostituir este término y asociarlo a la decapitación de entrenadores, hay en este punto que aclarar que si bien las responsabilidades de Juan Reynoso y Mariano Soso son altas en ambos casos, es más lo que sus procesos tendrían que corregir a partir de esta terrible experiencia que lo que habrían de abortar a partir del resultadismo puro.

En el caso de Melgar, el equipo se quedó en el estadío uno de la evolución. No peleó, no luchó, no se entregó. Su capacidad de plantar pelea a rivales, pintados o no pintados, estuvo decorada de apatía y desgano. El ritmo cansino al que el equipo corrió en partidos como contra Independiente del Valle en Arequipa, por ejemplo, es inadmisible para estándares internacionales. Los tres goles encajados en 17 minutos en Belo Horizonte, que despertaron tierna misericordia en un Atlético Mineiro que bajó la guardia de modo visible, son humillantes para la camiseta dominó. Melgar pareció un equipo derrotado antes de jugar en casi todas sus presentaciones, y eso es sencillamente vergonzoso.

En el caso de Cristal, el equipo avanzó hasta una tercera fase de evolución. Sí peleó y se entregó. También aplicó el libreto de su entrenador. El problema es que dicha propuesta fue inútil y torpemente reincidente en errores recurrentes y sobrediagnosticados. Que desde La Florida se pretenda maquillar cuatro años seguidos de campañas flojas en primeras instancias de Libertadores con el argumento de que esta vez el equipo tuvo mayor posesión de balón que los rivales en algunos partidos es, opinión de parte, una forma de consolarse bastante mezquina. Si tu equipo queda afuera por no poder manejar un score a favor contra Paranaense en 2014, no puedes irte en 2016 viviendo algo parecido o aún peor en Montevideo. Si tu equipo tenía una grieta defensiva con una zaga en formación en 2015, tu respuesta para 2016 no puede ser reubicar a un volante central e improvisarlo como back cuando has tenido un año para encontrar la pieza que te falta.

Una vez más, Sporting Cristal mostró un juego interesante en la Libertadores, pero no se reflejó en los números y acabó como la última casilla del grupo 4. (Foto: Raúl Chávarry / DeChalaca.com) 

Está dicho que hay errores de los técnicos, sí. Reynoso rearma mal su plantel y se fía demasiado de la capacidad de ejecución de su libreto cuando pierde a tres integrantes de su columna vertebral: Kontogiannis, Torres y Montaño. El chupo le revienta en la cara con fiascos defensivos que le pasan una factura a la que un entrenador calculador como él no está acostumbrado. Soso, en tanto, acepta la imposición de Cazulo como central y además, en línea con sus conocidas convicciones, plantea un juego adecuado para falso '9' cuando el único delantero de su lista de dieciocho era un '9' tradicional y neto como Silva, que recibió centros contados con los dedos de la mano en los seis partidos que disputó Cristal en la Copa.

Sin embargo, el error principal es conformarse. Que las dirigencias de los clubes estén cómodas con recuperar su inversión gracias al pago de Bridgestone, soportar insultos de las gradas en los dos siguientes partidos por el torneo local y ya, hasta el próximo verano. muchachos.

En el camino, pasan cosas como escudar campañas tan malas en argumentos como el respeto a las formas. Porque vamos, ambas son formas. Es fundamentalistamente desubicado decir que Reynoso es el malo de la película porque Melgar en Santiago, cuando estaba 1-0 abajo, no tuvo resquemores en reventar todas las pelotas para que no llegara el tercero, y más bien Soso es el bueno porque en Medellín, cuando le estaban pegando un baile, hizo que su equipo siguiera tocando y dando vueltas en círculos con el balón. ¡Los dos perdieron, muchachos! ¡Son últimos de sus grupos! Aterricen en la realidad: el fútbol se juega con el objetivo final de ganarlo, y si seguimos conformándonos a partir de las formas, estaremos muy lejos de dejar de escribir artículos como este cada abril, cuando la Canción de la Alegría de la Libertadores que resuena en las transmisiones de Fox es para los peruanos un Himno a la Tristeza.

Composición fotográfica: Junior Chuquillanqui / DeChalaca.com
Fotos: Raúl Chávarry / DeChalaca.com, Agencia Uno


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