Gana en mi casa esta Navidad
Barcelona no tuvo ni siquiera un regalo de consuelo. Acabó el año, literalmente, en blanco. No hubo Copas, ni Ligas, ni derbis ganados. Con un esquema funcional, sin grandes lujos y con mucha tranquilidad, Real Madrid le ganó 0-1 en el mismísimo Nou Camp, le sacó siete puntos en la tabla y festejó en 23 su verdadera Nochebuena.
Una vieja y absurda lección que dejan las primeras navidades es que los niños malos nunca reciben regalos. En suma, que el espontáneo desenvolvimiento de la niñez tiene que someterse a la rigidez disciplinaria para usufructuar la paranoia comercial de las fechas. Una falacia que el Barça decidió aplicar en la víspera de la Nochebuena. Se portó demasiado bien. Y se quedó sin nada bajo el árbol.
La verdadera premisa es saber cuándo portarse bien y cuándo mal. Lo que futbolísticamente se conoce como funcionalidad. En uno de los derbis españoles más aburridos de los últimos tiempos, Madrid pegó una vez y escondió la mano. Una perfecta pared entre Julio Baptista y Van Nistelrooy acabó con gol del primero. Golazo. Y se cerró el telón.
Barcelona se confundió de fecha. Esperó la resurrección del Mesías, pero la Semana Santa no es en diciembre. Todos buscaban a Messi, pero el argentino estaba en tribuna. La genialidad de Ronaldinho anduvo desvariada: el brasileño se comió un gol increíble dos minutos antes del tanto de Baptista. Tampoco apareció el instinto asesino de Eto’o, la precisión de Deco o el trajín de Xavi. Apenas los ingresos de Giovanni Dos Santos y Bojan Krkic permitieron unas cuantas peloteras finales cerca de la valla de Casillas, pero la emoción no devino en milagro.
Real Madrid, en cambio, es sinónimo de eficacia. La prolijidad apenas la sacó en el recordado 0-5 sobre Villarreal a inicios de la Liga. Después, el equipo de Schuster (quien, curiosamente, es socio del club catalán) se dedicó a cumplir con disciplina. Los números lo ratifican: campeón de invierno a falta de dos fechas, con trece triunfos, dos empates y dos derrotas. Sus laterales no pasan la media cancha, mantiene el balón cuanto tiempo pueda, presiona y destruye cuando es necesario, y crea peligro a cuentagotas. Pero cuando lo hace, si no mata, asusta con breves avisos (como el gol perdido por Van Nistelrooy a inicios del encuentro). Después, jugándole al rival al miedo, termina por herirlo sin que este se dé cuenta. Así ocurrió a los 36’: Baptista facturó en el mejor momento que tuvo Barça en el partido.
Aún cuando Madrid no despliegue la magia que, por momentos -hoy no
pasó-, puedan ofrecer los ‘culés’, siempre parece tener el triunfo de
su lado. Aún cuando los blaugranas lo pusieron contra las cuerdas en
los minutos finales, su triunfo parecía seguro: la posibilidad de que
llegara el 0-2 en algún contragolpe, incluso, se veía más palpable que
un empate arañado en una eventual pelotera. No pasó lo uno ni lo otro.
Barcelona acaba el año con las vitrinas vacías. Perdió todas las instancias finales y la de hoy no fue la excepción. Ni siquiera pudo ganar alguno de los dos derbis que disputó en casa este año (recuérdese el 3-3 con triplete de Messi en la Liga anterior). Los merengues, en cambio, saborean el haberle arrebatado el predominio que hasta hace poco más de un año ostentaba su clásico rival. No cabe duda: el equipo de Schuster se está portando bien.
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