La esperanza blanca
San Martín cuenta con el plantel más afiatado del torneo y empieza a convertirse en fuente de esperanza para aquellos hinchas ya cansados de tantos papelones internacionales. Campeón del Apertura y gran candidato en el Clausura, ¿podría el equipo de Santa Anita aspirar a una decorosa Copa Libertadores?
Si los últimos campeones peruanos han sido tuertos entre ciegos, San Martín tiene la obligación de sacarse el parche. Ya nadie quiere piratas por aquí.
Por lo poco visto en este Clausura, es muy probable que San Martín renueve laureles en este segundo torneo. En las primeras cinco fechas, ha sumado 10 puntos de 15 posibles, lo que le ha permitido alcanzar una efectividad de 66.7%. Para muchos, su buen arranque -masacre en Matute incluida- le da suficiente crédito de cara a la competencia internacional, tomando en cuenta, además, lo vulnerables que suelen volverse los ganadores de los Apertura en la segunda parte del año. 
Pero las estadísticas no engañan. La misma efectividad de 66.7% fue conseguida por los campeones de los Apertura 2000 y 2006, Universitario y Alianza Lima, en las primeras cinco fechas de los Clausura de tales temporadas. Esto, no obstante, no fue redituable en el nivel internacional: la “U” apenas pujó por dos puntos en la Libertadores del 2001, mientras Alianza reverdeció viejos traumas internacionales con un enorme cero en la reciente edición copera.
La crueldad de las cifras, sin embargo, no debe inducir al desaliento. Existen factores que trascienden a ellas y que permiten pensar que el conjunto de Santa Anita podría cumplir un papel al menos digno en la próxima Copa.
En primer lugar, cuenta con un patrón de juego definido, cosa que pocos clubes peruanos han podido presentar en los últimos certámenes internacionales. Con ello estaría asegurado que el desconcierto no lo invada en situaciones adversas y ante competidores más cuajados.
El cuadro de Rivera desmitifica el viejo apostolado periodístico que proclama que en los equipos los 11 jugadores tienen que marcar, correr y chocar. En San Martín, en cambio, cada jugador cumple su función y encuentra complementos ideales en la diversidad de características, lo que lo aleja de ser un conjunto meramente robotizado. Tiene una estructura defensiva sólida en la cual apoyarse y varias alternativas de ataque en la ofensiva.
Además de contar con el arquero titular de la selección, su defensa es la más segura del medio. Sus laterales, Huamán y Fernández, saben coordinar sus proyecciones, realizadas solo cuando resulta necesario. A desmedro de su veteranía, Chacón pasa por el mejor momento de su carrera, integrándose bien en la zaga central con un solvente Contreras. En la contención, Edwin Pérez ha equilibrado sus dosis de adrenalina y ya perdió la mala costumbre de ser expulsado cada dos partidos, mientras Hinostroza y Salazar cumplen impecablemente la función de volantes mixtos, siendo el primero, quizá, el jugador de marca con mejor distribución de balón que tiene el campeonato.
Con menos prensa que Candelo y Montaño, Leguizamón es el cerebro del equipo. Su rapidez mental subsana con creces la lentitud de sus piernas, tan criticada por quienes no aprecian que gran parte de los furibundos contragolpes albos se deben a la sorpresa que el balón alcanza cuando sale de los pies del uruguayo. Y que encuentran, además, perfecta compensación en la velocidad de Pedro García, con lo que la crítica a la lentitud del uruguayo se hace redundante. Finalmente, en el área todavía no encuentra un nueve ideal. Roberto Silva ha mostrado un nivel satisfactorio en sus primeros partidos, pero ello no parece alcanzar de cara a competencias más trascendentales.
Naturalmente, este vaticinio, arriesgado por cierto, se cumplirá si -y solo si- los dirigentes de San Martín siguen manejándose con la seriedad mostrada hasta la fecha, si instalan la moda de firmar contratos a mediano y largo plazo, si no desmiembran al equipo de un momento a otro, si suman dos o tres refuerzos internacionales que se amolden al esquema del técnico y si trabajan en la formación de una base de jugadores jóvenes que puedan amoldarse a una institución que empiece a acostumbrarse a saborear éxitos.
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