Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comSan Simón perdió la categoría y su futuro no tiene ningún horizonte: le debe a sus jugadores, su proyección no está enfocada a la Segunda División y, lo peor, parece no tener interés en jugar la Copa Perú. ¿Cuál va a ser su próximo destino?

San Simón consumó su descenso el último fin de semana y, tras la baja de Gálvez en 2006, se convirtió en el primer equipo que asciende vía la Copa Perú que pierde la categoría tras siete temporadas. Pero más allá de ese dato trivial y que más estuvo asociado a una frase mal concebida, y con enfoque cortoplacista, de que el equipo que llega a Primera a través del "fútbol macho" tiende a hacer una mejor campaña que aquel que llega desde la Segunda División, pocos dudan de que su desenlace en la temporada 2014 era esperable; no por ser un ave de mal agüero, sino porque su improvisada dirigencia, desde que arrancó el año, fue contra los cánones de una institución medianamente establecida.

La atmósfera futbolera ha tratado a San Simón como el típico equipo que llega "sin querer queriendo" a Primera, no es capaz de sostenerse y, en el acto, se va de regreso a su liga, con un pésimo manejo dirigencial. Pero esto no ha pasado más allá de la anécdota. Acá, desde DeChalaca, se va a detallar cómo es que el elenco colegial, en buena parte gracias a versiones de fuentes fidedignas que prefieren mantener su nombre en reserva, tuvo un tratamiento inconcebible para un club que llega al estatus profesional y, por ende, cómo no se entiende que la Copa Perú aun siga otorgando un cupo a la máxima categoría.

Manejo gamonal en su máxima expresión

El destino de San Simón pudo haber sido distinto en la temporada 2014. Pero las trabas, desde el inicio, no se hicieron esperar. Una vez que Melitón Aparicio asumió formalmente la presidencia del club, en el mes de enero, el equipo trató de buscar un sostén en alguien que le garantice un respaldo económico, y así es como llegó Ignacio Coayla, el hijo del Alcalde de Mariscal Nieto, Alberto Coayla, quien se hizo cargo de la gerencia deportiva (en un inicio hubo algunas disputas con Aparicio porque él quería la presidencia).

San Simón pasó en un abrir y cerrar de ojos del éxito de la Copa Perú a la catástrofe de jugar en Primera (Foto: Iván Carpio / DeChalaca.com)

Aquella dupla, desde el saque, hizo un desecho suspicaz: tuvo el ofrecimiento del Gobierno Regional de Moquegua para solventar la campaña con dos millones de soles, pero con la condición de que estos le otorgaban un gerente y un administrador para que se sepa que el dinero estaba siendo empleado para los fines correctos. Tanto Aparicio como Coayla, ante esta disyuntiva, optaron por no aceptar dicha propuesta y fueron con lo que tenían; es decir, con los 500 mil dólares por conceptos de televisación que le otorgó Media Networks para 2014. A ello, habría que señalar que el presupuesto por planilla del equipo era baja: apenas 83 mil soles mensuales.

Fuera de los resultados deportivos, la primera bomba que explotó en Moquegua, y que señaló los primeros visos del desenlace nefasto, ocurrió el primer día de octubre: el segundo DT de San Simón en el año, Edgardo Malvestiti, no apareció en la banca de suplentes para dirigir al equipo en Lima ante Alianza y la dirigencia dio mil excusas: que el entrenador se enfermó, que hubo mutuo acuerdo para que no continúe y que finalmente lo mejor era cambiar de orientador.

Lo que se supo en la interna es que el plantel descubrió que los tres refuerzos argentinos para la segunda parte del año (Giarrizzo, Sen y Guerrero) tenían doble contrato: su mensualidad era de seis mil dólares, pero en realidad cobraban dos mil; es más, de acuerdo con versiones propias de la interna del club, los otro cuatro mil eran repartidos entre Malvestiti, Coayla y el empresario argentino que manejó a dichos jugadores. Es más, hasta Franco Iazzetta, el asistente técnico, fue víctima de las aves de rapiña y, sin saberlo, dejó de percibir 500 dólares de su salario. El equipo, con Carlos Zegarra como abanderado, decidió no continuar más si es que el estratega seguía en el club, y por eso es que finalmente tuvo que dar un paso al costado.

Con mucho entusiasmo arrancó San Simón su aventura en Primera División, pero nunca encontró estabilidad dentro o fuera de las canchas (Foto: Wilver Mamani) 

Pero lo más grave ocurrió en los primeros días de noviembre, cuando la suerte del club ya estaba echada: algunos integrantes del equipo, liderados por Braham Maldonado, y cansados de las mecidas de los dirigentes por sus sueldos impagos, fueron a Radio Americana de Moquegua y, abiertamente, denunciaron -con el propio Coayla en línea telefónica- que el equipo se manejó siempre con dobles contratos. Esto, de hecho, empeoró la situación, ya que Aparicio y Coayla se sintieron traicionados y en principio iban a optar por no hacerse responsables de las deudas; no obstante, esto se solucionó en parte, con algunos jugadores que pudieron cobrar sus sueldos atrasados (solo el monto que figura en planilla), pero otros, como Braham Maldonado, fueron condenados a no recibir nada. El arquero suplente, ante esta situación, no tuvo otro remedio que vender rifas en el estadio como método de subsistencia durante el último partido del equipo en Moquegua (ante Real Garcilaso).

Descuadre que no se comprende

Se dijo, líneas arriba, que la planilla del equipo, como figura en la FPF, es solo de 83 mil soles. Lo que no se entiende, desde luego, es cómo el club, con un aval económico de 500 mil dólares por conceptos de TV, se haya retrasado dos meses en los pagos de la mensualidad de los jugadores. Para que se hagan una idea, los montos que cobran los jugadores en planilla oscilan en escalas de 500 a 2 mil dólares. Y si se saca un promedio de los ingresos, sin considerar a los auspiciadores, el monto supera ampliamente la cantidad que debería gastarse en 12 meses. ¿Dónde está la plata? Es lo que se interroga la gente en Moquegua.

A ello, habría que sumarle otra denuncia que se hizo en las últimas semanas, esta vez por trabajadores de la municipalidad de Mariscal Nieto, en el que señalan que, inducidos por Ignacio Coayla -que a la vez tiene un cargo como funcionario en dicha comuna-, dieron donativos que oscilan los cien soles (cada uno) para justamente incrementar los ingresos del club y, en cierto modo, ayudar a que el plantel pueda estar al día. Lo dicho anteriormente: ¿dónde está esa plata?

A esperar sentados por alguna solución tuvieron que estar por buen tiempo los jugadores que actuaron por San Simón (Foto: radiolavozdelsurmoquegua.com) 

Las últimas informaciones que se tienen es que el plantel, ante las promesas incumplidas de la dirigencia, ya se cansó de esperar y, con su propio dinero, están comprando pasajes con destino a Tacna para partir a Lima y, con la misma, olvidarse de esta pesadilla. Pero a la vez, también se indica de que no existe la predisposición de la dirigencia para llevar al plantel profesional a su duelo de despedida ante la San Martín. En este instante, al equipo -incluído el comando técnico- se le debe una parte de octubre y noviembre. Al rededor de 150 mil soles que, se estima, van a ser regularizados para que el equipo cierre el año en azules.

Destinos difusos

Tras su descenso, uno supuso que el destino inmediato de San Simón es la Segunda División, pero las actitudes de la dirigencia, sumado a los comentarios de personas que han convivido con ellos en la interna y los conocen más de cerca, dan fe de que difícilmente Aparicio y Coayla quieran gastar un solo sol para una campaña en la categoría que no esté relacionada a la meta que se trazaron en 2013. Y esto, en efecto, se afianza con una versión que el mandamás del club le dijo a DeChalaca a fines de 2013, cuando el equipo estaba a punto de ganar la Copa Perú: "si no ganamos este torneo, ni locos vamos a jugar en Segunda".

Para jugar en el mencionado torneo de ascenso, San Simón, siguiendo el parámetro de la Segunda en los dos últimos años, tendría que abonar 50 mil dólares por concepto de membresía y otros 75 mil dólares por un tema de desplazamiento; es decir, unos 125 mil dólares que, de acuerdo con fuentes allegadas a la institución, difícilmente la actual dirigencia va a querer asumir. No obstante, no existe una norma que obligue al club a participar en Segunda; es más, justamente por el tema de desplazamiento, si no está en condiciones de abonar la suma que se señala, el equipo puede tener la opción -gracias al bendito sistema- de encarar el año entrante desde la Etapa Regional de la Copa Perú, como ocurrió con CNI en 2013 tras perder la categoría en el Descentralizado 2012.

Entonces, uno entiende que, salvo un alma iluminada, el destino de San Simón es inexorablemente la Copa Perú, desde una Etapa Regional que arranca en el mes de setiembre, por lo que el equipo tendría ocho meses de preparación. Esto último, desde luego, es una especulación. Porque resulta difícil que, con los antecedentes señalados, la dirigencia pueda soportar esa cantidad de tiempo sin su modus vivendi. Y a ello, de hecho, habría que agregarle un detalle no menos relevante: Alberto Coayla, padre de Ignacio y alcalde de Mariscal Nieto, termina su período de gobernación en diciembre. Es decir, es una piedra más en el camino.

Real Garcilaso sacó un punto de Moquegua, pero también sacó a San Simón de la máxima categoría (Foto: diario Correo de Moquegua)

¿Qué va a pasar con San Simón, entonces? En realidad, no se sabe. A raiz de las últimas informaciones que salieron a la luz, la dirigencia está esquiva, pero la gente del entorno colegial interpreta que la opción más esperable es la venta del club, más si tiene un cupo garantizado en una Segunda División cada vez más atractiva y en el que, gente con una visión más emprendedora, podría formalizar su propia institución. Y candidatos no faltan. Uno de ellos es Hipólito Batallanos, presidente del Deportivo Credicoop y Franciscano San Román que tiene un interés fijado por entrar a la Segunda; de hecho, pensó hacer lo mismo con el cupo de Cobresol en 2013, pero sus deudas (superan el millón de dólares) eran impagables. El caso de San Simón, como ya se dijo, es distinto: debe un promedio de 150 mil soles y se entiende que a toda costa terminará sin deudas en planillas.

En resumen, una lástima el desenlace de San Simón. Pero como se afirmó al inicio, nadie descubrió la pólvora al saber que su destino iba a estar marcado por la informalidad. Con una dirigencia que manejó a su antojo el dinero, que no pretendió fiscalizar los ingresos que pudo haberlo salvado deportiva y gerencialmente, sin institucionalidad, sin un área de comunicación establecida (tanto así que las versiones del community manager de su Twitter no oficial siempre fueron creíbles) y sin una siembra y una cosecha en su paso por la máxima categoría del fútbol peruano. En resumen, un equipo de Liga Distrital que, gracias al sistema, pudo llegar a la cúspide en un año pero que, sin un sostén, se derrumbó como un castillo de naipes. Una lección que debe tomar la FPF y asumirla por seguir otorgando el ascenso vía una división -la Copa Perú- que tiene que ser recategorizada para que se establezca una escala correcta de ascensos.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Fotos: Iván Carpio / DeChalaca.com, Wilver Mamani, diario Correo de Moquegua, radiolavozdelsurmoquegua.com


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