En horas en que el ambiente del fútbol peruano está dominado por una noticia generada fuera de las canchas que nadie quiere leer, bien vale la pena reflexionar acerca de la principal causal de que Manuel Burga termine entronizado en el sillón de la FPF: la incapacidad colectiva de todos quienes estamos inmersos en este entorno para influir positivamente sobre él.

Foto: RPP

Digresión: DeChalaca.com es un proyecto generado por gente enferma por el fútbol con el objetivo de hablar sobre fútbol y nada más que de fútbol. Esta página repudia la intromisión constante en el acontecer del balompié nacional de hechos sucedidos fuera de las canchas; los enjambres de cámaras escondidas, personajes faranduleros, dimes y diretes mediáticos o, sobre todo, aquellas fútiles polémicas dirigenciales protagonizadas por personajes de escasa catadura moral e intelectual. En otras palabras, DeChalaca.com no quiere perder en nimiedades tiempo -ni quiere que sus lectores lo desperdicien- que puede dedicar a ver correr el balón, y por eso jamás dedicará espacio a alguno de esos menesteres. Empero, la relevancia para ese propósito y la singularidad en circunstancias de la reelección de Manuel Burga al frente de la Federación Peruana de Fútbol, consumada este viernes, obliga a -sobrepasadas las inevitables cuotas de bilis- reflexionar acerca de qué cuota de responsabilidad tenemos todos quienes hacemos rodar el fútbol peruano en haber llegado a la situación límite de ver cómo un partido termina con el resultado que nadie desea.

A Manuel Burga no queda otra que felicitarlo por haber logrado lo que casi nadie consigue en este país de las maravillas: aunar voces en torno de un único objetivo.

Resulta irónico, además, que en una actividad como el fútbol, que por esencia es polémica, un personaje pueda conglomerar tanto consenso: a él, hoy nadie en la calle lo quiere.

Ninguno de quienes hacemos esta página supera los 30 años de edad. Todos crecimos, futbolísticamente hablando, en medio de fuertes discusiones sobre la capacidad de tal o cual dirigente del balompié local. Burga logró lo imposible en el fútbol: que todos estén de acuerdo -en su contra- (Foto: RPP)Hace una década, por ejemplo, un hincha o un periodista deportivo podía ser o bien delfinista o bien gonzalista; algunos de quienes aquí escribimos pasábamos horas al día polemizando sobre cuál de los dos modelos dirigenciales debía sacar al fútbol peruano del supuesto hoyo en que se encontraba. Hoy, cuando ese abismo es más profundo aún, ya ni siquiera hay un punto de partida para discutir: solo queda espacio para renegar del descrédito.

Burga puede caerle antipático al Perú entero por lo que fuere, desde la escasez de resultados deportivos positivos en su gestión hasta el aspecto de su barba. En esta página, incluso, no hay acuerdo de opiniones acerca de sus principales defectos como gestor o su propia probidad. Ante la subjetividad, siempre es preferible centrarse en cuestionar lo objetivo: alguien que amnistía a un ente (en este caso un club) sancionado de acuerdo con las reglas que él mismo propuso, no convoca a elecciones en la fecha que corresponde y desacata las normativas de un órgano superior se convierte, sin exageraciones, en un dictador.

Durante los últimos días, se ha metaforizado al ambiente vivido en la Videna con el que el país vivió en torno de la reelección de Alberto Fujimori en el año 2000. Amén de las aún más subjetivas opiniones políticas, hay un hecho insoslayable: el entonces presidente basó su triunfo en aquella época en una poderosa maquinaria mediática que le era fiel. Hoy, Burga tiene a todos los medios -tradicionales o modernos, caros o baratos, serios o chichas- en su contra. Incluso quienes utilizan los términos más diplomáticos para referirse a su gestión no son capaces de endilgarle elogio alguno. Vaya si quisiera Fujimori haber tenido tal capacidad de imponer sus propósitos sin respaldo periodístico. ¿Cómo puede haberlo conseguido un dirigente de fútbol?

¿A quienes les reclaman a los presidentes departamentales les interesan las precarias condiciones en que se juega la Copa Perú en el interior del país? (Foto: chalaysanto.com)La respuesta es simple. En este fútbol peruano sobre el que todos hablamos, nadie existe formalmente. No existen los clubes llamados grandes, porque pese a haber logrado consensuar los tres su negativa al continuismo, su capacidad de influir sobre sus pares es nula ya que la elección entre los votantes provenientes del fútbol profesional quedó igualada en seis votos por lado. Tampoco existen, como tales, los demás clubes, ya que -como muchas agrupaciones políticas- no canalizan las demandas de los grupos de interés a los que supuestamente representan (sus hinchadas, para no hablar de socios aún más fantasmas) sino los de cuasipatrones gamonales. Mucho menos existe el poder de la prensa: es muy fácil hoy llenar páginas endilgando a la mayoría de los impresentables presidentes de las federaciones departamentales la responsabilidad de haber sostenido a Burga con su voto cuando ello no es más que el reflejo de lo desatendido que está el teje y maneje de cada una de las ligas locales. ¿Quién habla de cómo se clasifican los equipos en la Copa Perú? ¿Alguien, aparte de Radio Callao, cubre partidos de otras divisiones?

Y es que en el Perú, el fútbol se quiere construir al revés, como una pirámide que se arma desde la punta en vez de desarollarse por la base. Lo único que acaso no es responsabilidad directa de Burga, clasificar a un Mundial, es el cuestionamiento preferido de sus detractores. Casi nadie le recuerda que durante su mandato, el fútbol peruano pasó por la vergüenza mundial de ver inconcluso un campeonato (temporada 2003) o que actualmente juega otro en el que todos los días se especula si habrá o no descenso de categoría, a manera de herramienta de control político. Pero no: “eso no le importa a la gente”. Total, el hincha se pintará igual la cara para ir al estadio contra Paraguay, y lo importante será ganar ese día para seguir vendiendo. Federico Cúneo deberá decidir si su aventura hacia la FPF fue algo temporal o afianzará su posición opositora (Foto: Andina) El concepto de largo plazo se remite el partido del domingo próximo, o la clasificación a la Copa Libertadores del verano siguiente que permite recibir cheques de Toyota para sostener presupuestos. Así funciona la industria del fútbol en el país, peleando por migajas de lo que podría ser una gran torta.

Por todo ello, ni siquiera el hecho de ver a gente seria y de reconocida trayectoria empresarial como Rafael Rizo-Patrón o, ahora, Federico Cúneo, envuelta en el ambiente del fútbol, permite del todo creer que algo va a cambiar. El caso del último, por ejemplo, resulta llamativo debido a que con todas sus intenciones positivas encima, su candidatura no dejaba de ser un reflejo de la tradición de oposiciones improvisadas que caracterizan cualquier contienda democrática en el país: todos juntos y revueltos contra el demonio de la película. Si Burga es Fujimori, Cúneo vendría a ser una especie de Alejandro Toledo sin mascaypacha roja que, de perseverar, tendrá la primera oportunidad de acceder al cargo el día que, por las buenas o por las malas, esta administración caiga -ninguna dictadura es eterna-. Ojalá que esa hora lo encuentre mejor rodeado.

Gino Pinasco pidió disculpas por sus exabruptos del fin de semana pasado, pero sembró preocupación sobre la tendencia que seguirá su gestión en Universitario (Foto: Martín Velásquez / DeChalaca.com)Por ahora, el panorama es sombrío, y tan tenso que hasta la gente más ecuánime pierde los estribos. Ni el más acérrimo crítico de Juan Carlos Oblitas, por ejemplo, podría dejar de reconocer que el ‘Ciego’ es tan educado en el plano público como verbiflorido es en privado. Pero entre el mal juego de Cristal y las inocultables presiones sobre los árbitros que siempre existen y se hacen palpables en estos tramos finales de temporadas, perdió el control el último domingo ante Total Clean y se terminó yendo expulsado. O Gino Pinasco y sus gestos de barrabrava a la Trinchera Norte en el reciente Universitario-Cienciano, de los cuales felizmente se excusó pero habiendo dejado flotando la preocupación de haber resucitado en Ate actitudes matonescas que, supuestamente, su gestión debía desterrar. Evidentemente, la comentada corta edad de quienes hacemos esta página nos impide -de más está decirlo- sugerirle a gente grande y madura cómo debe comportarse; la observación solo cabe porque hoy el fútbol necesita creer en alguien, y Oblitas o Pinasco pertenecen al reducido grupo de gente que algo de confianza habría de transmitirle al sistema.

A estas horas, hay quienes se desgañitan temiendo la posibilidad de una desafiliación por parte de la FIFA. Y la verdad es que a nadie que opera en torno de este deporte le conviene ser un paria internacional. Aunque también es cierto que, por todo lo anterior, el Perú se lo tendría más que merecido. Un esfuerzo como esta página, que viene naciendo con la ilusión de revalorar la historia y tradiciones de nuestro balompié, por ejemplo, tendría mucho menos temas que tocar si la selección dejara de competir. Pero quizá un zamaqueo de esa envergadura sea la única forma -más que de remover a alguien de determinado cargo- de entender hacia dónde está llevando el sistema la maldita obsesión por clasificar a un Mundial como si eso, por arte de magia, fuera a sembrar pasto en la cancha de tierra que está a la vuelta de la esquina.

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