Paolo en claroscuro
Quienes frisamos los 30 años y somos hinchas del fútbol en el Perú hemos compartido un anhelo durante toda la vida: tener un delantero que las meta y emobque todas. Porque somos de la generación que ese golazo de Navarro en Ñuñoa lo vio solo gracias a la famosa propaganda de Dencorub; porque nos pasamos pidiendo el indulto para 'Balán' a Fujimori, porque fuimos eternos críticos o incomprendidos abogados de Maestri o porque aplaudimos todos y cada uno de los goles de Pizarro... en Alemania.
Por eso, es un orgullo a estas alturas de la vida toparse con un amigo extranjero y hablarles, como si del cebiche o Machu Picchu se tratara, de José Paolo Guerrero. El goleador de la Copa América, sí señor.
La sensación de seguridad que Paolo transmite en los metros de cara al gol, en el instante de finalización, es única e incomparable. No sabemos si es lo que nuestros abuelos sentían con 'Lolo' o lo que nuestros viejos aprendieron a esperar de 'Perico'; sí sabemos que hoy la selección peruana cuenta con un goleador, uno de esa raza distinta que puede aparecer en cualquier minuto del 1 al 90 y cambiarte, de buenas a primeras, el destino de un partido.
Pero no todo es felicidad con Paolo. Está su tara: el carácter. Ese que ante Nigeria, luego de haber hecho ponerse de pie al estadio con su magnífica definición a los 36', pudo costarle irse a las duchas sobre los 58' por una reacción destemplada tras un encontronazo con Azubuike Egwueke. Un árbitro más quisquilloso que el ecuatoriano Espinel no lo habría dudado: roja y chau partido con Colombia. Demasiada irresponsabilidad de parte de un jugador tan gravitante en la realidad de un equipo como es hoy él para Perú.
Markarián hizo, entonces, lo que 27 millones de peruanos tenían ganas de hacer: meterse al campo corriendo, tomarlo de los hombros y separarlo de la bronca. Saltó como con un resorte el 'Mago', quien denotó que tiene pesadillas y canas verdes por culpa de los errores repetidos y puntuales de algunos de sus puntales.
Todos los peruanos necesitamos los goles de Paolo. Hoy quizá dependamos de ellos en niveles de adicción. Tenemos que cuidarlo al extremo.
Y Paolo tiene que cuidarse él mismo de anotar un gol, más, solo unito. Un autogol bien metido a sus ímpetus.
Fotos: José Salcedo / DeChalaca.com
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