Nunca serán congruentes

Lo sucedido este sábado en el estadio Heraclio Tapia no tiene nombre. O bueno, en realidad sí. Un exceso de figuretismo único del alcalde de Lima Luis Castañeda Lossio que conllevó a una insólita paralización de tres minutos del choque entre León y Alianza Atlético, algo que ni el árbitro, el comisario y mucho menos la propia policía pudieron impedir. Es más, hasta dio la impresión que, en lugar de poner su granito de arena para abandonar el recinto de juego con celeridad (vamos, se está disputando un cotejo de caracter oficial), al personaje en cuestión le importaron un bledo las pifias y demás improperios que salieron desde las tribunas habilitadas, todo para ensayar un atípico recorrido -cual vieja gloria del fútbol peruano- y darse, según él, un merecido baño de popularidad.
Lo que no consideró el burgomaestre capitalino es que, a diferencia de cualquier otro escenario, el del fútbol no es precisamente el Coliseo Romano; en términos coloquiales, a lo que tan acostumbrados están los políticos para congraciarse con la sociedad. Felizmente, aquellos que nos desvelamos por el balón -y por todo lo que englobe el deporte rey- ya estamos curados hasta la saciedad con la legión de Juvenales, Mallquis y demás secuaces de nuestra dirigencia que utilizan el fútbol como trampolín político, lo suficiente como para aguantar y descalificar a una apresurada invasión de disparatadas proporciones.
En DeChalaca.com no se pretende hacer ni apología ni difamación política; de hecho, esta página esta creada para escribir única y exclusivamente de fútbol, pero lo acaecido en Huánuco merece un par de párrafos aparte, lo suficiente como para dejar establecido que el fútbol y la política no comen del mismo plato, independientemente de quién haya sido el personaje que quiso valerse del fútbol para ganar figuración. Plancha quemada.
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