Magia cambiada
Fue un partido parejo hasta el momento del gol. Había, cómo no, una ligera ventaja de Perú en cuanto al control del juego, podría decirse que estábamos ganando en las tarjetas. Pero cayó la anotación de Rodríguez y algo se rompió: la paciencia de todos. Los jugadores cayeron en un vacío emocional y perdieron la entereza de su concentración en un tris. Era el momento para que llegue la calma desde el banco, con indicaciones o con algún cambio que permitiera retomar el manejo del encuentro, pero sucedió exactamente lo contrario.
La primera variante se dio seis minutos después del gol. Se esperaba que ingresara un jugador de peso, que cambiara lo que estaba pasando en la cancha, pero Markarián metió a Chiroque. El querido jugador del Juan Aurich hizo lo que pudo dentro del desorden que lo caracterizó en este partido, pero jugó mal. Entró por derecha, acabó por izquierda y siempre decidió por gambetear y desbordar con velocidad. Todo un pandemonio porque los colombianos, lejos de asustarse por lo que les hizo en la Copa América (¿en serio lo puso por eso, Don Sergio?), le captaron la maña y lo anularon por ambas bandas, fuera de tirarlo al piso en cada mano a mano. Por cierto, el caos se extendió al medio campo, pues para que entre Chiroque salió el pensante Lobatón y se permitió la primera fractura estructural.
Un ratito después entró Ruidíaz, cuando el caos en la generación de juego ya se había hecho evidente. La ‘Pulga’ no jugó ni bien ni mal pues casi no tocó la pelota, esto debido a que los colochos se dedicaron a hacer tiempo y eso no permitió que el delantero de la U de Chile engranara con sus compañeros. Pudo hacer más y se puede decir que su ingreso no fue un desacierto, solo que no contó con la cucharadita de suerte, indispensable muchas veces. ¿Cuál fue el problema entonces? Que el que salió fue Renzo Revoredo. Ya la línea del fondo se había movido cuando se dio descanso a Lobatón, pero era un riesgo dentro de los límites de lo tolerable. Cuando se va Revoredo la defensa ya se volvió una ensalada y no recibimos otro gol por obra y gracia del espíritu santo y las intervenciones individuales de uno u otro. El sistema dejó de garantizar la seguridad del arco de Penny.
El ingreso de Jefferson Farfán dejó un desagradable sabor a sinsentido. Entró a cinco minutos del final y era ya muy poco lo que podía hacer. “No estaba para jugar mucho más” dijo el técnico en la conferencia de prensa; entonces había que poner a otro y por más minutos para que pudiera aportar algo. “Él me pidió jugar” afirmó Markarián, pero si sabía que no podía jugar no debió ponerlo en la cancha; y, si se le va a exponer, pues que se le exponga por más tiempo para que sume. ¿Algo más? Sí, él ingresó por André Carrillo, un jugador que estuvo muchos más minutos de los que merecía, por deméritos propios, en la cancha.
El sistema inicial no fue malo, de ningún modo, de hecho, ya lo dijimos líneas arriba, permitió ser superior al rival en lo futbolístico. Pero ante una adversidad tal como el injusto gol recibido, se debió tener una mejor respuesta por parte del comando técnico. O una buena respuesta al menos. Cada cambio fue un error y esperamos que reponga, pues quedó en deuda, a la brevedad.
Fotos: José Salcedo / DeChalaca.com
